Infiel

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Me desperté en una cama blanca, enorme, infinita. Los rayos del sol reflejados en el suelo rezaban que la mañana de aquel sábado había empezado hacia horas. A mi lado, otra chica sin nombre, sin rostro , sin pasado y cuyo futuro no me preocupaba. Lastima, era lo que sentía en ese momento. El vacío interior cada vez era mas grande, un huracán que había empezado hace años y que parecía que nunca iba a acabar me devoraba por dentro. No sentía nada, había dejado de sentir siglos atrás. Quería desaparecer del lugar, quería salir de mi mismo, quería dejar atrás todo lo ocurrido esa y otras noches. El sexo ya no tenia sentido para mi, no quería mirarla a la cara. -¿Por qué seguía ahí- me preguntaba una y otra vez. Las noches empapadas en alcohol habían vuelto, estaba otra vez en el camino de la destrucción, jaleado por mis insensatos compañeros ante los triunfos que conseguía noche tras noche. ¿Triunfos? Ojala supiesen la soledad y el vacío de mi interior, me agobiaba la situación y ella; ella seguía tumbada a mi lado a la espera de una muestra de sentimiento después de habérseme entregado la noche anterior. ¿ Que le podía decir? ¿ Como podía actuar en ese momento si ni yo mismo sabia que decirme en ese momento?. Era hora de enfundarse una vez la mascara de  la educación y la amabilidad, aunque por dentro estallaba en mil pedazos de dolor y culpabilidad ante ella por haberla hecho pensar que no era una simple  victima mas de mi palabrería barata y el vacío , ese oscuro pasajero que me seguía desde que tengo memoria, la nada, el desierto, el cero absoluto.

 

-       Me voy a la ducha – dijo ella- , ¿ Te duchas conmigo?

-       Ahora voy – dije esgrimiendo una sonrisa de cortesía que no me creía ni yo , por no decir ella.

 

No quería ir , no podía estar cerca suyo , la odiaba y me odiaba a mi mismo. En lo mas profundo de mi ser quería confesarle que era todo una pantomima, que el Jack que había conocido la noche de antes se había ido, que aquel encantador joven cuyas palabras mojadas en ron le habían convencido para acabar en la habitación de un hotel era un mero espejismo, que el viaje había acabado y que lo único que quedaba de anoche era el envoltorio que se ocupaba de ocultar mi vacío.

Y otra vez la realidad, el tabaco y el alcohol de anoche concentrados en mi aliento, la impotencia ante la situación, la habitación menguaba por momentos, cada vez mas angosta y agobiante. Mi salvación, salir corriendo. La ducha, mi condena.

 

Decidí renunciar a su propuesta y me quedé en la cama. Al rato, apareció con una minúscula toalla envolviendo sus curvas. –Son las mismas curvas que ayer- pensaba yo – Pero ya no tenían el mismo efecto.

La toalla calló al suelo mostrando su desnuda figura. Era realmente bella. La firmeza de su piel dejaba entrever su juventud. Su cobrizo pelo cubría sus voluptuosos senos como un fino velo escondiendo e insinuando a la vez lo que había detrás. Su sonrisa, dirigida hacia mi, mostraba su  predisposición de volver a fundirnos en uno susurrándome al oído esas mismas palabras que tan solo hacia unas horas sonaban cual sinfonía en mi cabeza. Poco a poco se fue acercando a la cama y hacia mi. Yo seguía inmóvil, aunque ahora tenia mi atención puesta en ella. Una vez encima mío, me envolvió con sus largas piernas y casi suplicándome me susurró – poséeme.

Por un segundo, hallé la paz, una paz inquietante, momentánea perturbadora y premonitoria. La habitación por un momento dejo de ahogarme, mis fantasmas estaban al otro lado de la puerta. Era bella. Pero segundos después, esa paz fue interrumpida por un agudo aunque casi imperceptible gemido. Volvíamos a ser uno. Habíamos vuelto a conectar, me encontraba dentro suya, sentía sus latidos, sentía los escalofríos de placer que la recorrían de arriba abajo, sentía su aliento en mi cuello, sentía como se desvanecía por momentos en un mar de placer, sentía sus frenéticas embestidas, la sentía a ella pero ella no me sentía a mi. Yo tampoco me sentía a mi mismo.  Estaba sumido en un profundo sueño sin haber abandonado la vigilia. Mi cuerpo le pertenecía a ella, mi cabeza había abandonado la habitación. Me movía a su son, cual marioneta, y ella era mi  titiritero. Ella pensaba en mi , yo no pensaba en ella. Cada vez iba mas deprisa, me cabalgaba mas y mas fuerte, cada vez mas profundo y mas rápido. Recorrí su espalda con mi mano y note como se retorcían todos y cada uno de los músculos de su cuerpo. Era bella. Ayer me gustaba. Invocaba a Dios, acto seguido blasfemaba, estaba poseída. Su joven cuerpo estaba fuera de control. De repente estalló en un aullido de satisfacción y casi llanto. Se desvaneció. Su respiración aun entrecortada, se fue inundando de placer y de alivio. Calló rendida. Se durmió.

 

Las paredes empezaron a encogerse de nuevo. Ella había consumido todo el aire de la habitación. No podía aguantar un minuto mas ahí dentro. Tenia que huir.

 

Me asome por la ventana, los cristales empañados por lo que acababa de ocurrir, no dejaban pasar los rayos del sol ya casi vespertino. Me puse los pantalones y la camiseta. Aun estaba sudando a pesar de que el frio recorría mi cuerpo. Me senté en el escritorio y me quedé varios minutos intentando redactar en mi cabeza una nota de despedida. Al fin y al cabo no podía desaparecer sin más, ella se había entregado en todo su ser, se merecía algo mucho mejor que yo , pero yo no se lo podía dar.

Afuera me esperaba la libertad, la vida, el gélido sol de febrero. No tenia mucho tiempo antes de que se despertase y no quería que me viese ahí sentado con mi patética expresión de pensador, intentando ocultar mi despreciable ser tras unas palabras garabateadas sobre un trozo de papel. Intentando huir de ella y de mi mismo.

 

“ Eres un encanto , ojala encuentres al indicado, siento que tengas que estar leyendo esto ahora mismo. Un beso, con cariño,  Jack”

 

Ese fue mi legado para ella, eso fue lo ultimo que supimos el uno del otro. Era bella. En otra vida me gustó.


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