El trato (con mi enemigo) 2/3

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–¿Qué te parece si empezamos con un buen beso?- me toma de la barbilla y junta nuestros labios, me niego a responderle –Tienes que ser más cooperativa, no olvides nuestro trato- habla contra mi boca. Aparto la cara con desagrado.

-El trato es que tengo que acostarme contigo, eso no incluye besos- digo molesta, se ríe en mi cara.

-“Acostarte conmigo” incluye el paquete completo, Belleza.

-Deja de llamarme así- siseo, toma mi rostro entre sus manos.

-Pero que mujer tan complicada eres, deberías sentirte halagada cada vez que te recuerdo lo hermosa que eres.

-No necesito tus halagos- niega con la cabeza.

-No sé porqué me pone tan caliente que seas así de testaruda- me acaricia los rasgos con la punta de los dedos.

-¿Quieres hacerlo de una maldita vez para que me pueda largar de aquí?- se coloca detrás de mí y sus manos me rodean para comenzar a quitar mi abrigo botón por botón.

-No tan rápido, Belleza. Yo no soy de esos tipos absurdos que solo la meten y ya, quiero mucho más. Quiero sentir tu cuerpo retorcerse ante mis caricias, deseo que esos labios tan provocadores giman de placer- con esas últimas palabras me quita en abrigo y lo lanza a una silla, retira mi pelo de lado y comienza besar lascivamente mi cuello, desde detrás de mi oreja hasta donde mi blusa se lo permite. Evito moverme y aprieto los labios, ¿quiere escucharme gemir?, pues le deseo suerte con eso.

Después se deshace de mi blusa dejando al descubierto mi sostén negro con vino, de haber sabido que terminaría así me habría puesto ropa menos provocativa. Pero justo hoy decidí ponerme un conjunto de falta entallada y blusa color vino para ir a trabajar.

-Me gusta- ronronea en mi piel, me dan escalofríos sin poder impedirlo.

Sus manos delinean el contorno de mi brasier, después recorre la piel de mi cintura hasta alcanzar el filo de mi falda, siento como la desabrocha y cae a mis pies la fina tela. La alejo con una patada, Evan camina para quedar frente a mí, sus ojos voraces no se pierden ni un solo milímetro de mi anatomía.

-Siempre me pregunté cómo te verías bajo esa elegante ropa, me temo que mi imaginación no es tan buena como lo creí. Eres el ser más perfecto que he visto en mi vida- nuestros ojos se encuentran y su mirada me atraviesa, hay fuego en sus verdes ojos, ese fuego de alguna manera me derrite, es tan…intenso. Sacudo la cabeza apartando la vista de él, pero eso no lo desmotiva, se arrodilla frente a mí y me ayuda a deshacerme de mis zapatillas, cuando estoy descalza sus manos acarician mis tobillos, comienza a subir recorriendo con el tacto toda la extensión de mis piernas, sus ojos están clavados en mi piel, admirando la manera en que se eriza ante su toque.

-Por más que te esfuerces en fingir que no te provoco nada, tu cuerpo me dice la verdad- engancha los índices en el elástico de mi tanga y me jala hasta que mi vientre queda a la altura de su boca, me muerde con suavidad la cadera y da repetidos besos húmedos en mi vientre, contengo la respiración, creo que está a punto de quitarme las pocas prendas que me quedan, para mi sorpresa no lo hace, vuelve a erguirse, sus manos atrapan mi cintura y me pegan a su firme torso. Se inclina y comienza a besar con maestría mi cuello, mi respiración es pesada, cuando sus dientes rozan el hueco de mi garganta no puedo evitarlo y un pequeño, apenas perceptible, gemido escapa de mis labios. Me quedo como piedra, siento su sonrisa contra mi piel.

-Deja de contenerte, así podremos disfrutarlo mucho más- sopla contra mi sensible piel.

-No hay manera de que lo disfrute sabiendo que eres tú- contesto con voz grumosa. Tiene la desfachatez de reírse de mí.

-Solo tratas de negarlo porque crees odiarme, aunque sé que no es así- levanta la cabeza para conectar nuestras miradas, tiene las pupilas dilatadas y sólo espero que las mías no estén igual.

-Te equivocas Evan, sí que te odio- ladea levemente la cabeza.

-Lo que tenemos es sólo rivalidad laboral. No confundas eso con la ineludible atracción que sentimos.

-Tú crees tener esa atracción con todo lo que sea del sexo opuesto- se ríe entre dientes.

-Ahora eres tú quien se equivoca, puede que antes haya sido un mujeriego de primera (es imposible de negar), sin embargo, desde hace mucho que solo tengo ojos para una mujer: Tú, Belleza. Con tu desquiciante personalidad, esa manera de llevarme la contraria en todo y tu brillante cerebro, me deslumbraste por completo- su mirada es terriblemente sincera, me cuesta pensar en esas palabras como una mentira.

-Ya ganaste, tendrás lo que querías, no tienes por qué seguir fingiendo.

-Nada de engaño, tienes la fortuna de ser la primera mujer a la que no le miento- sus manos suben y bajan por mi espalda –Solo déjate llevar- susurra antes de inclinarse con lentitud y besar mi frente.

-Te diré algo, si lo intentas y no te gusta, dejaré que te vayas- comenta mientras me da un beso en el pómulo izquierdo –Pero si te gusta…- deja la frase inconclusa y besa mi otro pómulo. Continúa con su recorrido de besos provocativos por mi rostro sin rozar mis labios, sus uñas recorren toda mi columna y un jadeo se me escapa. Evan succiona levemente mi mentón provocándome una descarga eléctrica por todo el sistema nervioso, cuando por fin sus labios se posan en los míos, desconecto la mente del cuerpo y le devuelvo el beso. Comienza como un beso lento, incitante, su lengua se abre paso a mi boca y explora con pericia, poco a poco el beso se va convirtiendo en ansioso, los dientes entran al juego, y termina siendo algo completamente voraz. Me sorprende el hambre con que sus labios chocan con los míos y más aún el hecho de que le respondo con la misma avidez.

Mis manos se mueven por si solas y se cuelgan de su cuello, entierro los dedos entre sus cabellos, sus manos en cambio bajan a mi trasero y lo masajean antes de tomarlo con firmeza para levantarme y acomodarme en su cadera, automáticamente mis piernas se enredan en él. Evan retrocede entre la intensidad del momento y choca con algo que nos desestabiliza y obliga a que cortemos el beso de golpe; el objeto en cuestión era un mesita de centro, él tiene una mano apoyada en ella para mantener el equilibrio, su otra mano sigue en mi trasero, sosteniéndome. Hago ademán de bajarme y no me lo impide, pero no  me suelta. Nuestras respiraciones están muy alteradas, al igual que mi pulso.

 

Continuará


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