Marta

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Marta, así se llamaba el huracán que acaba de atravesar la oficina y me había dejado sin respiración. Era menuda pero a su pequeño cuerpo no le faltaba ni una sola curva, andaba rápido, con energía y decisión. Tenía la piel clara, ojos grandes y oscuros y labios carnosos y definidos .El pelo castaño a la altura de los hombros, rizado a más no poder, era lo único rebelde que parecía haber en ella, todo lo demás estaba puesto en su sitio perfectamente. Vestía con elegancia y sexy a la vez, una falda negra ajustada hasta la rodilla, zapatos de tacón alto negros y una blusa blanca cruzada en el pecho y anudada en la espalda. Tenía un escote espectacular, quizá muy llamativo para lo bajita que era...un balcón precioso al que tal vez algún día podría asomarme. Desde que le puse los ojos encima en ese momento, deseé poseerla.

Ella estaba trabajando en su mesa y acababa de colgar el teléfono. Levantó la mirada, me buscó y cuando puso sus ojos en mí sonrió. Después comprendí que quería asegurarse de que la estaba mirando, Marta lo hacía todo por algún motivo, no dejaba nada al azar. Yo me pasé mi jornada laboral excitadísimo y sentí unas ganas increíbles de masturbarme allí mismo mirándola.

A las dos en punto todos se dirigieron hacia el vestíbulo y se colocaron a esperar el ascensor, era el descanso para comer. Marta no se movió, levantó el teléfono y marcó una tecla. Yo estaba de pie a punto de girarme para salir cuando oí mi teléfono sonar...no podía ser verdad...deseé con todas mis fuerzas que fuera ella... no quedaba nadie más en la oficina así que tenía que ser ella.

- ¿Si?-repondí tímidamente.

- ¿Esperabas otra persona? Lo siento si es así-. Me sudaban las manos y me devanaba los sesos pensando en el motivo de su llamada, que por muy bueno que fuera...seguro que no se acercaba a lo que yo y mi entrepierna estábamos fantaseando.

- Necesito que te quedes diez minutos más- y sin más colgó. Apagó la pantalla de ordenador y se dirigió hacia mí, yo seguía de pie esperando y al verla venir decidí sentarme en la mesa.

Cuando estuvo delante de mí se quedó quieta a escasos centímetros de mi cara mirándome con una lujuria que sólo era comparable a la que me abrasaba por dentro. Para mi sorpresa Marta recibió de buen humor mi húmedo beso, y lo hizo suyo profundizando todavía más con su lengua en mi boca, haciéndome saber que ella estaba tan cachonda como yo. Me empujó ligeramente hacia atrás y separó mis piernas colocándose entre ellas. El borde de la mesa impedía que mi pene pudiera tocarla lo cual me desesperaba todavía más. Me bajó la cremallera, se separó de mi boca y dirigió su mirada hacia mis bóxers, ella no tenía pudor, yo estaba muerto de vergüenza.

- Llevas todo el día empalmado, déjala salir-. Ninguna palabra en ella quedaba fea o malsonante, era puro morbo y estaba allí, delante de mí, bajándome los pantalones y los calzoncillos a la vez hasta dejarlos a la altura de mis tobillos. Mi polla no podía estar más dura y una perla de líquido asomaba por mi capullo debido al estado de excitación en que había estado todo el día. La miraba desde arriba, su cara quedaba a la altura de mi pene. Deseé que me la chupara entera pero supuse que era mucho pedir. Fijó sus ojos en mi pene y supe que iba hacerlo, un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando muy lentamente paseó su lengua por el extremo de mi pene y chupó el líquido que ya tenía. Cerré los ojos y respiré profundamente. Me agarré al borde de la mesa tan fuerte que mis nudillos se pusieron blancos cuando ella introdujo en resto de mi pene en su boca, succionándolo y chupándolo de una manera muy salvaje y muy placentera.

Se incorporó y me atrajo hacia ella poniendo mis manos en su trasero, la alcé para ponerla a horcajadas sobre mi polla ardiente por penetrarla. Cuando estuvo subida encima de mí, metí la mano rápidamente por su falda y accedí a la gomita de sus bragas e introduje mis dedos en su desconocido interior y comprobé que al igual que yo, estaba empapada y preparada para mí, asi que dirigí con mi otra mano la punta de mi polla hasta su abertura.

Ella sonrió y de un empujón, hizo que la penetrara hasta el fondo de una sola vez. Gemí y eché la cabeza atrás. Sentado con ella moviéndose ávidamente encima de mí sin parar, pensé que quería repetir eso mil veces más, follaba de miedo. Empecé a moverme yo también dentro y fuera de ella, disfrutando cada empujón, cada centímetro, cada embestida... se lo hacía con fuerza, salvajemente vaciando en ella muchos de mis deseos ocultos; no se quejaba, parecía estar acostumbrada a esa intensidad e incluso a más, me daba miedo a veces la manera en que buscaba profundidad en mis penetraciones como si quiera llegar a un lugar que nadie había llegado.

La agarré por la cintura y la acosté en la mesa. Ella dejó su coño al borde de la mesa con la falda subida por encima de la cintura y abierta de piernas para mí. Me acerqué a ella y con prisa y bruscamente la penetré de nuevo. Subí la intensidad de mis estocadas conforme notaba que en mi polla se formaba un orgasmo increíble, se me hinchó cada vez más y se me puso tan dura que dolía. Empecé a sacarla lentamente para correrme fuera de ella cuando negó con la cabeza, dándome premiso a llenarla de mí.Me volví loco de placer y la penetré intensamente. Un orgasmo me llenaba de placer por dentro y me arrasaba con un huracán. Yo la llenaba de mi semen deseando que ella también se corriera, y entonces se estremeció debajo de mí aprisionando mi pene más y más en su interior, haciendo que su coño se contrajese proporcionándome un placer añadido al del orgasmo. Cuando sus sacudidas cesaron, hice un intento de salir de su interior de nuevo, a lo que ella respondió contrayendo su músculos vaginales una vez más en lo que entendí como un no. En ese instante me dí cuenta que estaba atrapado en ella para siempre.


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