Lo que tenía que ser

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Siempre quise acostarme con él. Desde que llegó a mi vida hace algunos años, siempre sentí la curiosidad de cómo sería tenerlo desnudo entre mis brazos. Y pasaban los años y las parejas en nuestras vidas se sucedían, pero ninguna duraba, ninguna nos llenaba... y entre risas y fiestas pasaba la vida.

Nuestros cuerpos cambiaron y nuestra forma de mirarnos también. Ya no había tanta inocencia y cada movimiento de uno iba seguido de una mirada de deseo del otro. Había tensión, había incomodidad...había algo que no sabíamos controlar.

Después de más de un año terminando sus estudios fuera coincidimos en una gala benéfica. Él estudiaba medicina y la fundación a la que se acababa de incorporar operaba altruistamente a personas sin recursos. Yo era una de las benefactoras de la fundación y la gala era en mi honor. Había de dar un discurso esa noche y todas las miradas estaban clavadas en mí.

Después del segundo plato se anunció mi discurso y entre aplausos enfilé mis pasos hacia el escenario. Llevaba un vestido dorado, largo hasta los pies con una abertura en un lateral, con tirantes finos y un escote en la espalda que rozaba lo decente. Subí al escenario y bajé la mirada para colocar el papel donde llevaba escrito mi discurso, y al volver a subir mis ojos...ahí estaba él fijando sus enormes ojos grises en los míos.

Tenía el pelo algo más largo, colocado de forma natural por detrás de las orejas, negro y rebelde como siempre. Llevaba una atractiva barba de un par de días y su bronceado resaltaba mucho por la camisa blanca que llevaba, sin corbata y con el primer botón desabrochado...y un traje negro que quitaba el hipo. Lo reconocí al instante al igual que mi cuerpo...y me quedé sin habla. No podía leer y aunque mi boca estaba entreabierta y jadeaba discretamente ...no salía palabra alguna de ella. Vi que me recorría de arriba a bajo con sus penetrantes ojos y noté como me ruborizaba por fuera y me excitaba enormemente por dentro. Él iba acercándose a mi posición y la gente se iba apartando formando un pasillo para dejarlo pasar...las mujeres lo miraban con deseo y yo las miraba celosa. Era de una belleza salvaje y morbosa y no pasaba desapercibido para nadie.

Subió al atril, se colocó a mi lado y me besó. Un beso suave y casto en los labios que hizo que se me erizara el bello de la nuca. Posó su mano en mi espalda desnuda y el calor de su piel se expandió por todo mi ser. Mis senos se endurecieron y mis pezones se hicieron notar por encima de mi vestido. Y entonces empezó a leer mi discurso, ya que yo seguía siendo incapaz de articular sonido alguno.Por el contario, mi cabeza estaba muy activa e imaginaba sus manos por todas partes de mi cuerpo. Cuando reaccioné, seguí leyendo mi discurso mientras él, ajeno a las miradas, recorría con su dedo índice mi espalda desde el cuello hasta donde empezaban mis glúteos...y más allá. Introdujo su mano por el escote trasero de mi vestido dándole fácil acceso a mi ropa interior. Dí un respingo cuando bordeó el encaje de mis bragas y me acarició por encima de ellas...noté al instante que me humedecía y me deshacía de placer. Presionaba con sus dedos cuando pasaba por encima de mi clítoris y bajaba la intensidad acariciándome cuando rondaba por alrededor.

Mi discurso tocaba a su fin, pero yo no quería  que ese instante tan morboso acabase nunca así que decidí alargarlo un poco más leyendo unos párrafos que, en principio, había descartado. Eso me dió un par de minutos más en los que una de mis manos fue directa a su pantalón, y acaricié con premura el bulto de su bragueta. Lo cogí en mi mano por encima del pantalón y pude apreciar toda su longitud. La recorrí con mis dedos de arriba a abajo varias veces apretando en su glande y notando como, por encima de la ropa, empezaba a estar húmedo. Él me respondió con una sonrisa efímera y entornando ligeramente los ojos.

Cuando pronuncié mi última palabra, sin esperar a los aplausos si quiera, lo cogí fuertemente de la mano y lo arrastré a la barra más cercana. Necesitaba una copa y comprobar que era real, que yo no estaba soñando . Después de años pensando como sería que posara sus manos en mí...y ahora no podía hablar. Pedí mi copa y de un trago se perdió en mi garganta, sin dejar de apretar su mano, no iba a soltarlo por nada del mundo.

Solo fui capaz de decirle una frase cuando mis pulsaciones se calmaron un poco: " no quiero perder más el tiempo", y me vi arrastrada a través de pasillos que yo desconocía pero él parecía que no. Cuando atravesamos la última puerta, un despacho con un gran sofá se abrió ante mis ojos y con él mis ganas de tumbarme en él y disfrutar como nunca. Al cerrar la puerta tras de mi, me volví y lo aprisioné contra ella, le quité la chaqueta negra azabache y acaricié sus imponentes brazos a través de la camisa mientras él me besaba bruscamente. Quería sentir sus manos así que levanté mis brazos por encima de la cabeza y me sacó el vestido, dejándome en bragas y sandalias de tacón. Le desabroché los botones de la camisa y cuando le quité los gemelos... vi que estaban hechos con unos pendientes que yo creía haber perdido: " siempre has estado conmigo, cerca de mi pulso, ahora quiero estar más dentro". Esas palabras me excitaron muchísimo y me dí cuenta del tiempo que habíamos perdido.

Le quité el pantalón y los calzoncillos y lo vi como siempre lo había querido ver, piel con piel, pegado a mi sin dejar un sitio por donde pudiera pasar el aire. Metí mis dedos en su pelo y lo acaricié, me perdí en su cuello, en su pecho, en su boca y él se perdió en mí. Me tumbó en el sofá y me acarició todos los poros de mi piel y en todos ellos había pasión. Su lengua recorrió los mismos lugares donde otros habían estado, pero solo él despertó sensaciones que únicamente en mis fantasías había tenido. Hizo lo mismo que los demás, pero todo era distinto. Sus palabras, su respiración jadeante y entrecortada cada vez que su cuerpo se tensaba para entrar en mí, todo era único e irrepetible.  Hizo que me corriese de la manera más dulce y apasionada que jamás soñé, y él se deshizo en mí sin hacerse esperar disfrutando de cada espasmo que su cuerpo le regalaba.

Hicimos el amor durante horas, recuperando años y años de buscar en otros lo que sólo entre nosotros podíamos encontrar...y con cada caricia, con cada penetración, con cada beso ganábamos un año, un mes, un día...nuestros cuerpos se reconocían perfectamente el uno al otro, se acoplaban y sabían a la perfección lo que tenían que hacer...era como si recordaran algo que nunca pasó, como si estar juntos ... fuese lo que tenía que ser.


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