Fina Suspendida

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Final Suspendida 1

Hoy el amanecer era distinto en el municipio de rio seco.  Casi que se podía decir que sus habitantes no habían dormido desde hacía ocho días cuando el glorioso equipo  municipal de rio  seco  había clasificado a la  final del torneo departamental. En 72 años de historia era la primera vez que se tenía la posibilidad de representar al departamento en la liga  nacional de futbol. No fue fácil, nafa fácil ya que en la semifinal  habían derrotado nada más y nada menos que a su rival más enconado de toda la vida, el atlético Puerto Viejo. El gol de la clasificación lo había hecho el “tachuela” Giraldo, un pequeño jugador de apenas  un metro con 65 centímetros que en la última jugada del partido había impactado de cabeza un centro de “agujas” Martínez ante la salida errática del portero del atlético el “gato” Casadiego.

Fue un momento inolvidable, fulgurante y de mucha exitación. Nadie lo podía creer, el municipal estaba en la final, a noventa minutos de pasar a la gloria eterna, aquella que está reservada sólo  para los dioses o para los que ganan títulos.  A partir de ese domingo no se hablaba más sino de futbol, de la fiesta que sería la gran final frente al Deportivo la Pradera. 

Fue una semana de mucha ansiedad, atípica, todo girando en torno a la final que se jugaría en el desvencijado estadio del pueblo, el  “Natanaél Perdomo” nombre asignado al máximo escenario de los riosecanos en honor a un párroco que habían tenido hacía mucho tiempo y que por lo que cuentan a través de la tradición oral, los sermones del padre Natanél giraban  siempre en torno al futbol y más concretamente al municipal, al equipo de sus amores.

 

Todos esperaban la hora señalada de aquel 9 de junio  para empezar el camino a la gloria.  El alcalde del pueblo, don José Robeiro un señor agraciado y fanático del futbol ordenó de manera inmediata que se pintara la fachada del estadio que en sus 30 años de existencia no conocía lo que era el olor de la pintura. Según su pensamiento, era el momento y las circunstancias precisas para pintarlo, para ponerlo de traje de gala para la gran fiesta,  Además, en pocos meses se realizarían las elecciones y al ver tan cerca la opción de jugar en el campeonato nacional  era la mejor publicidad para su reelección.  Adicionalmente ordenó que en todas las calles se colocaran pendones con los colores tradicionales del equipo, el azul y el rojo y regaló tarros de pintura para que en las únicas  tres calles pavimentadas del pueblo se pintara el escudo del equipo.

Todas las misas de la semana fueron ofrecidas por el Municipal. Tanto por iniciativa del párroco de Rio Seco, el padre Obdulio Moreno como por los habitantes del pueblo que mandaban decir las misas por cada uno de los jugadores del equipo para que desde arriba llegara la ayuda divina que tanto se invoca y se necesita para lograr un campeonato. Hubo promesas de todo tipo; desde las más puras cómo las de Juan, un niño de nueve  años que prometió que si el equipo ganaba no se comería a escondidas en la noche el chocolate que tenían en la casa, hasta las promesas más atrevidas y dudosas de cumplir como las de Henry Jaramillo “el  paisa” un alegre forastero que había llegado al pueblo desde hacía veinte  años y cuya “promesa combo” fue la de dejar de fumar, vicio que tenía hacía más de  treinta  años  y la de dejar de ser infiel, caso éste que según él no era ningún vicio sino una virtud reservada sólo para los más osados capaces de tener más de una mujer en un pueblo tan pequeño como este.  Pero no importaba, todo por la gloria del equipo, todo sacrificio valía la pena con tal de ver por única vez en su vida dar una vuelta olímpica al municipal.

En la emisora del pueblo “ecos de rio seco” el programa deportivo cuyo tiempo asignado a diario era de treinta minutos decidieron que durante la semana previa al partido el programa debía ser de tres horas. Parecía mucho tiempo pero no importaba, al fin y al cabo la ocasión lo ameritaba y quienes estaban al frente del programa se podían quedar si así lo quisieran todo un día durante una semana hablando de futbol. El “maestro” Peláez como así le llamaban, era toda una biblia del futbol y conocía de cabo a rabo no sólo la  historia  del municipal sino la del futbol mundial.  Junto a él, el “picante” Mejía era el que le ponía el sabor al programa con sus comentarios claros y directos y su forma de ser particular que sin duda alguna despertaba todo tipo de sentimientos en quienes le escuchaban. Entrevistaron a todos los integrantes del equipo,  recorriendo sus árboles genealógicos llegando hasta donde más  pudieron.  Caso especial fue la entrevista del  “tachuela” Giraldo autor del famoso gol, porque luego de una ardua tarea periodística se había encontrado al abuelo del Giraldo en un  pueblo de la costa quien en sus tiempos mozos también había jugado al futbol, cuando se competía por la pasión a este deporte y no por el dinero según sus propias palabras.  Se entrevistó a todo el pueblo, a todo aquel que tuviera algo que  ver con el equipo, se hicieron remembranzas y se imaginaron lo que sería si aquel nueve  de junio el municipal llegara a ganar su primer título en su larga y poca laureada carrera deportiva.

Todos querían participar de la fiesta y pasar a la historia del equipo desde su oficio. El carnicero, don Julio “alegrías” Ramírez prometió que si el equipo ganaba donaría una res para hacer un asado. Don Germán “el polaco” Sánchez dueño de la tienda más grande del pueblo prometió que daría 20 canastas de cerveza para el asado.  Y así todos ofrecieron lo que  pudieron para aportar su granito de arena….Este cuento continua en Final Suspendida 2


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