Oscuras intenciones (1)

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Marcos había llegado temprano, se dio cuenta de eso muy rápidamente. Se acomodó sus grandes gafas, su mochila y pidió uno de esos grandes cafés con raros y dulces agregados que estaban tan de moda y a él le gustaban tanto. Busco una mesa media retirada y se sentó allí.

Marcos tenía unos doce 12 años, pero su cuerpo había cambiado bastante. Era alto, y sus movimientos muy torpes, usaba anteojos muy grandes y siempre caminaba medio encorvado, como si su mente todavía no se hubiera acostumbrado a las nuevas dimensiones de su cuerpo. Era callado y muy reservado.

Se sentó en aquella mesa y saco un libro de su gran mochila y comenzó a leerlo, tal vez estaría un tiempo solo y pensó que era una buena idea adelantar un poco de lectura del colegio. Tenía buenas notas, en especial por su poca vida social, no tenía muchas distracciones, así que pasaba la mayor parte del tiempo estudiando.

-Marcos, ¿Cómo estás?- Dijo la voz de un hombre, con una gran sonrisa mientras se acercaba a él.

Marcos se sobresaltó un poco, le costó un poco el reconocer al hombre, pero de todas formas se levantó y lo saludo.

 -Pero mira lo grande que estas, cada día mas alto- dijo el hombre, mientras tomaba el hombro de Marcos con cariño- nos vas a terminar pasando a todos.

En ese momento se acercó otro hombre a ellos, el padre de Marcos.

-Disculpa que llegue tarde, se me atrasaron algunas cosas, este es Juan, un compañero de trabajo- dijo el padre con la vista clavada al celular, sin prestarle mucha atención a ninguno de los dos.

-Sí, nos conocimos hace ya unos años, pero ahora está hecho todo un hombre- dijo Juan, aun sosteniendo el hombro de Marcos, y con una gran sonrisa en su rostro.

Estuvieron allí por un rato, el padre de Marcos más interesado en lo que ocurrió en su celular y Juan mirando de reojo y no tanto a Marcos con una pequeña y cómplice sonrisa.

-Bueno, dale Marcos termina rápido que es tarde y yo todavía tengo que pasar por la oficina.

-Yo, yo tenía que pasar por la biblioteca antes- dijo muy despacio Marcos.

-No tengo tiempo, déjalo para mañana-dijo su padre firmemente mientras se levantaba de la mesa.

-Yo lo puedo llevar- dijo Juan, todavía sentado a en la mesa, y mirando a Marcos.

El padre de Marcos lo miro a Juan.

-No tengo problemas, de todas formas no tenía mucho que hacer ahora, lo puedo alcanzar a tu casa después, ¿Qué te parece Marcos?

-Yo…-dijo despacio y medio temblorosamente Marcos- supongo que sí.

-Está bien, pero no llegues tarde- respondió el padre- nos vemos después.

Juan se levantó y puso su mano en la espalda de Marcos.

-Quédate tranquilo, te lo voy a devolver sano y salvo- dijo con una gran sonrisa Juan.

Marcos y su padre se saludaron con la mirada y este se alejó dejándolos a los dos solos.

Juan miro a Marcos con una sonrisa, puso su mano en el hombro del joven y con su pulgar rozo la mejilla.

-¿Vamos?- dijo Juan, Marcos no respondió.

Los dos salieron caminando juntos del lugar.


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