La subasta del castigador, 2/3

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La subasta del castigador, (Parte 2/3), La Montaña.

Ésta es la segunda parte de "Confesiones de mi esposa".

Nota:
Éste texto, es un ejercicio literario totalmente ficticio.
El sexo inteligente no requiere violencia real.
Toda violencia real, pude y debe evitarse.


La montaña


La montaña, Viernes 11:00 pm

Debo controlar mis nervios, todo ha salido bien. Tres horas de carretera y hemos logrado llegar sin llamar la atención. He tenido aún tiempo de sacar tu auto del hotel. La ansiedad me turbaba mientras que te traslado dentro de la cabaña. A casi una hora fuera del camino, perdida en la inmensidad del bosque. Te recuesto sobre el diván y te hato con las cintas ya preparadas. Cubro tus ojos y tu boca con los implementos que te he comprado en la sex-shop. Es por así llamarlo tu ajuar de bodas. Tu segunda boda para ser preciso. Pero esta si habrás de respetarla, verás.

Para tener éxito en mi pretensión de ser irreconocible y de dominarte por completo, he recreado una herramienta, pensada por los genios de la fraternidad de sexología “Tau-Lamda” de la Universidad del Sur de California, "la voz de Joung” o JV. La he instalado en una habitación vacía, y me permitirá darte órdenes y en general expresarme audio-visualmente, mediante varios monitores planos, y alta voces, además del contar con el increíble “Señor látigo electrónico” o EW, todo con opción de operación remota. Una obra de ingeniería.

Mientras alistaba el escenario, has despertado, y como esperaba después de un rato de forcejear, te has lastimado las muñecas y las tobillos con las correas, pero aprenderás que es en vano. Sé que deseas hablar porque escucho tu voz apagada y tus gemidos, la esponja en tu boca arruina tus nobles intentos.
Ahora yaces sollozando. E intentas decir algo ininteligible. ¿Estarás lista para suplicar?. De cualquier forma no te lo has ganado aún.
Para aumentar tu incertidumbre, preparo nuevas ataduras en tu presencia, taladrado, llaves martillo, armellas y cintas de seguridad, regadas por el piso sobre la duela en la habitación JV.
En verdad me da curiosidad saber lo que tienes que decir pero ya habrá tiempo. Debo disciplinarme y disciplinarte. Debo hablarte solo indirectamente y permanecer con el pasamontañas.
Ahora estas en silencio. Eso es nuevo. Quiero interpretar correctamente tu nueva soberbia. Jamás te vi cómo ahora, asustada y orgullosa. Por tus infidelidades el crisol de mi cariño por ti quedó vacío, pero lleno de deseo. Todo esto, si me concedes el honor, será insospechadamente excitante. Me pregunto si alguna vez “querida”, te conquisté de verdad, pero ésta vez seguro quedare de explorarte por completo. Paradójicamente ahora sé que el día que te dejé de explorar fue el primero que te perdí. Por ahora dormirás con somníferos, necesito que recuperes tus fuerzas, las necesitaras.

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