Lola y su hermana

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Juan llegó a casa más que cansado estresado; había sido una mañana pesada con mucha actividad y al entrar fue directamente a la barra americana que montó ese fin de semana, destapó una cerveza y se quedó en pie ojeando el periódico que compro esa mañana y que no tuvo oportunidad de mirar siquiera.

Se oscureció la estancia y al girarse vio la silueta de Lola enmarcada en la puerta; la mujer se acercó y preguntó.

— ¿Cómo estas, qué tal día has tenido?

El hombre se encogió de hombros y respondió.

— Un día de mierda, estoy estresado y no sé porque. ¿Te apetece una cerveza?

La mujer no respondió, arrimó una silla que colocó cerca del hombre y parada frente a él comenzó a acariciarle el bulto que al principio solo se intuía pero que pronto fue evidente; el hombre separó un poco los pies como para afianzarse en el terreno y se apoyó en el mueble llevando la cerveza a sus labios.

Lola abrió la bragueta y con delicadeza sacó la verga en la que ya se apreciaba una erección más que buena; se sentó en la silla y sin dejar de acariciarla soltó el cinturón y bajó el pantalón hasta el suelo, después fue el turno del bóxer que dejó en las rodillas y sin apartar los ojos de la preciosidad ante la que se relamió varias veces inició ese ceremonial que le encanta.

Paseaba los dedos de una mano arriba y abajo resiguiendo las gruesas venas, mientras con la otra la sujetaba para que no se escapara y se excitó contemplando como el prepucio comenzaba a retirarse mostrando el agujerillo en el capullo carmesí; acercó los labios y rodeándolo con ellos ayudó a descubrirlo retirando suficientemente la piel; lo lamió un par de veces antes de apartarse para contemplar como brillaba el enorme cabezón; comenzó a mover sus manos atrás lentamente llevando su piel hasta ver como al tirar del frenillo el capullo se movía lentamente claudicando; después, las movió hasta que el prepucio lo cubría completamente aunque al repetir la operación Juan soltó un ligero suspiro; Lola no levantó la mirada y con mucha delicadeza arrastró la piel atrás y al dejar el descubierto el frenillo, comenzó a pasar la punta de la lengua por el “delta” dando pequeños golpecitos en él sin dejar de prestar mucha atención a los cambios de respiración de su víctima que boqueaba tratando de conseguir ese aire que necesitaba para no correrse.

Una de las manos de Lola continuó con su labor y con la otra levantó el escroto que sus labios mordisquearon suavemente antes de atrapar uno de los huevos que alojó en la boca apretándolo varias veces contra el paladar antes de expulsarlo violentamente como si lo escupiera.

Juan estaba a punto cuando oyeron la llave en la puerta; con gran agilidad Lola le subió el bóxer y el pantalón que juan abrocho mientras ella se afanaba en abrir una cerveza y dar un largo trago para que el amargo liquido disimulara su aliento a polla.

Apareció Rufina que besó a su esposo en los labios y a su hermana en las mejillas preguntando a continuación alegremente.

— ¿Qué? ¿Aún no os habéis enrollado? Soltó una carcajada y marcho a la cocina a preparar la cena; Lola exclamó.

— ¿Qué le pasa a esta? ¿Acaso no le das suficiente?

Preguntó a gritos cuanto le faltaba a le cena y sin esperar respuesta, continuó con lo que estaba haciendo minutos antes; cuando Juan se estaba corriendo entre los labios de su cuñada oyó a su esposa decir.

— ¿Cuál de las dos lo hace mejor? Y sin inmutarse replicó.

Esta noche quiero que me vendéis los ojos y lo hagáis juntas, es el único modo de averiguarlo, aunque las dos lo hacéis muy bien.

©PobreCain

 

 


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