ALIMENTANDO AL LEVIATÁN (2)

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Me apoyo en la pared y observo el cielo. No sé qué color tiene, pero no es azul. Hay cielos que solo un pintor puede adjetivar de una forma solvente por medio de sus pinceles. Me meto la mano por debajo de la camisa y me palpo el ombligo. Soy un mono sin árbol rascándome la barriga. ¿Los monos hacen cola? Seguro que no, lo que es indicativo que en cierto modo ellos son más inteligentes que nosotros. De punta a punta, y no somos pocos, somos unos imbéciles idiotizados por el poder de la razón que dicta en cada momento lo que es verdad. Pero la verdad dictada es tan solo una representación y ésta, al fin y al cabo, no deja de ser tan falsa como el hombre mismo. ¿Dije que no somos pocos? Cierto, en verdad somos mayoría. Y absoluta, ahora que lo pienso. Desgraciados los pobres de espíritu, pues de nosotros es el reino de la cola.


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