El niño del columpio

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El niño del columpio

Allí está de nuevo, empieza como un rumor y luego se vuelve un rechinido frenético. Siempre al iniciar la madrugada, simplemente no lo puedo ignorar. Me indigna, me atemoriza. Proviene de la azotea, de ésa triste y descolorida área de juegos infantiles. De allí, de ese viejo y herrumbroso columpio. ¿Acaso solo yo escucho el infame rechinar? No puedo más, voy a enloquecer.
Todo comenzó en enero, mi impagable hipoteca me arrebató la casa. Me lanzaron a ocupar el último piso de un descuidado edificio en un mal barrio. En el interior la iluminación es prácticamente inexistente, pero desde la primera vez que subí al “roof garden” la pésima vista me mandó inmediatamente de regreso a mi jaula semi oscura.
La inactividad me hizo creer que el resto del piso estaba desocupado, pero después noté movimiento. Una de esas primeras noches empecé a escuchar el rechinar del columpio de la azotea. En aquel tiempo tenía tantas ganas de socializar con mis vecinos, que subí corriendo a pesar de lo avanzado de la noche. Pero fue en vano, encontré todo vacío. Era solo el barullo del viento. Así me sucedió varias veces. Luego llegó febrero.
Lunes: durante la cena distinguí otra vez, el interesante sonido de tacones altos en el pasillo y la cerradura de una puerta vecina. Luego he corrido a mi pequeña ventana redonda de atrás. ¡Qué bien!. Se trata de una chica de larga cabellera. Ha estado caminando rápidamente, de un lado a otro acarreando cosas. Minutos después todo quedó quieto. En el silencio descubro sorprendido y molesto que estoy fisgoneando. Eso es perverso.
Me tiene fastidiado escuchar el columpio a altas horas de la noche, pero es época de viento. Para sabotear sus cadenas, subí, pero sin esperarlo, sobre el columpio distinguí una pequeña sombra solitaria. Me agradó encontrar compañía, pero después de rodear el pozo de luz para acercarme, el pequeño ya no estaba. ¿Cómo se fue tan rápido? De regreso coincidí con el eco acompasado y delicioso de las plataformas. De la puerta de la vecina se fugaba una suave melodía. Luego la he podido ver bailando, desde mi ventana redonda. Pero se percató y se quitó de la vista. Espero que no se haya molestado demasiado.
Viernes: he esperado con ansia su llegada, pero nada. Le he escrito una nota de presentación. Espero que aún podamos ser amigos.
¡Otra vez el columpio! Pillaré a ese chico listo. Subí volando y cuando alcanzaba el último escalón, escuché unos gritos espantosos. Me detuve atemorizado. Luego distinguí que provenían de un pleito callejero. Resultado ya no encontré al chico. No sé si estoy más molesto que intrigado.
Sábado: ¡Oh sorpresa!, al llegar del trabajo, acudí a mi ventana redonda y quedé sin aliento. Allí estaba ella. Frente a su espejo, semidesnuda. Por unos minutos acarició su cabello y al salir de la habitación, se giró en mi dirección y se despidió con la mano. Maravillado quedé absorto observando la ventana vacía. Luego distinguí claramente dibujado a dedo sobre su vidrio un enorme corazón. Por su puesto que es un mensaje para mí.
Después de tres días coincidimos. Para mi incredulidad, ésta vez ella me estaba esperando en la ventana. Cuan hermosa es. Al verme sé quitó, pero regresó tímidamente. Sin dejar de ver en mi dirección, serenamente se quitó el jersey. Solo un brazo cubría sus hermosos pechos, mientras que su mano repasó el corazón sobre el vidrío. Intenté abrir mi ventana redonda, pero de inmediato ella dejó caer la cortina, señalando la otra habitación, después se fue. Comprendí que no estaba sola. Ésa es la razón por la que no me permite abordarla.
Me he topado con la vecina de abajo. Le pregunté por el niño del columpio, pero nunca lo ha visto, (ella tiene poco de mudada). En cambio me preguntó sobre las cosas que pasan arriba (¿Cosas?).
- La vecina de hasta arriba, le puede explicar. Siempre llega tarde pero es muy amable.
¡Rayos! No puedo darme el lujo de enamorarme. Pienso demasiado en ella. Tal vez la verbalización, disminuya el efecto de la seducción. Ésta noche charlaremos aunque sea el “buenas noches”, no me importa su marido. Ansioso y atento a su llegada, en su lugar ha sonado el columpio. Muy molesto por la insufrible espera, subí precipitado. Pero me detuve a media escalera, repentinamente una pequeña sombra me franqueó el paso. Era el chico, congelado en silencio con la cabeza gacha. Su indistinguible rostro en la penumbra me aterró. Instantáneamente todas mis fuerzas se escaparon e instintivamente mi espalda se encorvó crispada. Deseé que la pared me tragase. Y así paralizado quedé no sé cuánto tiempo. Luego sin levantar el rostro preguntó haciéndome saltar:
-¿Quién eres?
No pude contestar.
-Yo soy David.
Su voz pequeñita y material me regresó abruptamente a éste mundo y sin recuperarme por completo pregunté:
-¿Qué estás haciendo aquí?
-Esperando a mi tía. Se ha cerrado la puerta del apartamento.
Entonces sonaron repentinos pasos a mi espalda en la parte baja de escalera, que me sobresaltaron, arrebatándome un sonoro ¡Dios mío!
-Oh, discúlpame. Buenas noches. Soy Pamela, tía de David, siento haberte asustado. Tú debes ser Manuel el vecino ¿Verdad?, ¿Por qué no nos acompañas? Estoy preparando café. Siempre llegamos tan tarde que no podemos tratarnos como se debe. Gracias por la nota que dejaste, que gusto tener un vecino tan apuesto. Nosotros apenas regresamos de una larga temporada fuera.
Desconcertado, los seguí a su apartamento, absolutamente avergonzado. Al entrar, la cálida decoración y el olor del café me terminaron de tranquilizar. A plena luz, Pamela me recordó una exquisita belleza familiar pero triste. Con el pequeño David frente a mí, sumido en un videojuego, me sentí de nuevo en la tierra. Su departamento era mucho mayor que el mío, y su distribución muy distinta.
-¡Cuanto espacio!
-En realidad son dos apartamentos anexos.
Me detuve en una alegre pared tapizada de retratos. En varios un bellísimo rostro:
- Es Lorena, la madre de David.
- Es singularmente bella.
- Sin duda, la más guapa de la familia.
Pamela, empezó a caminar de un lado a otro con los preparativos del siguiente día. Empecé a sentirme incómodo, terminando el café, recorrí la mirada, hasta reconocer, al fondo a través del gran ventanal, mi pequeña ventana redonda.
- Pamela, se hace tarde. Esperaba poder conocer a la madre de David, pero en vista de que no llega, no quiero abusar más de tu hospitalidad.
-Descuida. Es que en realidad no aún no lo hemos superado por completo. Veras: omití decirte que Lorena, mi hermana falleció.
Ella, no soportó el abandono del idiota insensible del que estaba enamorada. Profundamente deprimida, se suicidó justo aquí. ¿Alcanzas a distinguir, aquel corazón dibujado en la ventana?, creemos que lo hizo la noche que murió. Como he batallado para limpiarlo. Creo que mejor lo conservaré.


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