Eclipse de Luna y durante y después?. Soledad.

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El lunes 20 de diciembre de 2010 comenté en la oficina que en la madrugada del martes iría, a un lugar sin contaminación luminosa, para presenciar el eclipse total de luna. Mi asistente, Soledad, pidió más detalles. Se los di: el lugar que había elegido era a unos 30 kilómetros de mi casa por autopista y de ahí, otros 2 kilómetros, por un camino vecinal para dejar atrás las luminarias de la autopista.  ¿Quién me iba a acompañar? Nadie. Sólo yo, en mi entorno familiar y de amistad,  creía que valía la pena estar despierto entre las 3:00 Hs y las 6:00 Hs de la madrugada para ver como la luna cambiaría de color a rojo-anaranjado e ir a trabajar luego.

Sin embargo, no fue una vigilia en soledad.

-¿No queres venir vos?- le “tiré” a modo de broma. Meses de charlas, de compartir intimidades, esforzarme en hacerla sentir querida y deseada, proponiéndole, de mil modos y siempre sin éxito, la transa, ni por asomo imaginaba su respuesta.

-¡Me re-gusta la idea!! Dale. –

Explicó que el marido había viajado a Perú, por ese lado ninguna traba, A la madre – vaya uno a saber con cual buena excusa – le iba a pedir que cuidase de las nenas. Más tarde me avisaría, pero no dudaba que no habría problemas.

Camino a casa, a eso de las 19:00 Hs, mi celular dio el aviso de  mensaje de texto recibido. Fui en procura de  la banquina: 

“¿Listo! Voy con vos a ver el eclipse. Beso Sole”

“Te paso a buscar a la 1:45 Hs “ respondí.

“Oky, oky -

Una vez en la esquina le envié un SMS. Vestida con un top negro y short blanco ajustado y diminuto; me saludó como era habitual con un beso en la mejilla y se sentó a mi lado. El escote dejaba ver el nacimiento y bastante más de sus tetas y el pantaloncito una generosa parte de sus bien toreadas piernas. En mi pantalón el ofidio ciego se irguió listo a prestar servicio.

Encendí el motor. Ambos, la luna y yo, estábamos marchando raudamente: ella derechito y a casi 3.600 Km/hora hacia el cono de sombra de la Tierra, yo derechito al entrepierna de mi secretaria  a una velocidad mucho más modesta, claro, pero no menos vertiginosa.

Soledad y yo llegamos al lugar que había elegido alrededor de la 3:15 Hs. Tendí en el suelo, separado de los árboles para garantizar la visibilidad, un paño de lona, sobre ella un par de almohaditas inflables, a un costado la heladerita portátil con bebidas, un par de vasos y una cajita de preservativos.

Puntualmente, a las 3:33 Hs un oscuro “mordisco” en el borde derecho de la luna  marcó el comienzo del gran espectáculo celeste. Escasos minutos después un “mordisco” mío en el lóbulo de la oreja izquierda de Soledad marcó el inicio del primer polvo,  de esa madrugada que, a su vez, era el primero que tendríamos en nuestra relación laboral-carnal. Ella reaccionó buscando mis labios, yo le devolví el obsequio con mi mano dentro del top, rodeando su teta derecha. Sin más prolegómenos la, y me, desnudé. Soledad argumentó tibiamente: “te vas a perder el eclipse”. No hubo otra objeción. Después de algunos besos en los pezones y  caricias en la “raja” subí entre sus piernas e introduje mi verga. Fue recibida con un largo suspiro emergido del adentro profundo y gratificado. La cogida fue superlativa: su boca no dejaba de besarme y morderme suavemente; mis labios deambularon por la superficie inflamada de su cuerpo, que quedaba al alcance sin dejar de entrarle y salir: sus ojos, sus oídos, sus senos erectos, su cuello, sus labios húmedos. Así, varios minutos, entrelazados devorándonos mutuamente, hasta que ella percibió cercano mi  orgasmo: con un hilo de voz se quejó primero y aprobó luego al ritmo de unas pocas de mis embestidas  de su conchita:

“¡no…..ahora noooo……nooo….no te vayas ahora…. no….siii….siiiii……siiiiiii………siiiiiiiiii! “

Muy dentro de mí se desató una tormenta, creo que le grité mi placer mientras le solté una barbaridad de semen, al mismo tiempo un profundo gemido de su boca fue la antesala de su orgasmo que compartió conmigo arañándome la espalda al tiempo que se estremecía sin control.

No había, ni por asomo, el preservativo. Nos mantuvimos superpuestos, besándonos y yo dentro de ella hasta que nos llegó la calma.

Una vez, otra vez, acostados lado a lado miré el reloj: eran las 4:15 Hs Le restó trascendencia al sexo sin protección – tomaba anticonceptivos - La sombra de la tierra ya cubría la mitad del disco lunar. Nos vestimos. Media hora más tarde la luna, ya muy baja sobre el horizonte, se comenzó a pintar de tonos rojizos y anaranjados. Abrazados, acariciándonos y/o besándonos de vez en cuando, vimos, el pálido disco rojizo, apoyarse y desaparecer detrás del horizonte.  Eran pasadas las 5:30 Hs del martes, el eclipse continuaba pero su última fase se nos escapaba.  Ya en pleno amanecer, con un cielo azul claro, lo que no se nos escapaba era el deseo de volver a hacer el amor. Soledad, mientras perdía por segunda vez sus prendas, protestó que podía pasar alguien por el caminito vecinal, y vernos. Para su tranquilidad, hice arrancar el motor, puse el aire acondicionado, nos acomodamos en el asiento posterior del auto, y disfrutamos la segunda soberbia cogida del día.

La dejé en la puerta de su casa cerca de las 7:00 Hs.

Llegué a la oficina a las 9:10 Hs. Algunos quisieron saber que tal había resultado la observación del fenómeno celeste. A las 9:40 Hs entró Soledad. Me besó en la mejilla como de costumbre, se lamentó del tránsito de Buenos Aires cada vez más complicado e, inteligentemente,  me preguntó: “¿Viste el eclipse?¿Que tal te pareció?”

“Una experiencia maravillosa” respondí. 

Algunas mujeres son lindas, aunque no sean bellas. Tienen algo, y entonces necesitamos ponerle un nombre a ese no sé qué. Soledad, es de esa clase de mujeres, es linda. Tiene pocos más que 30 años, una boca grande, ojos color miel, el cabello renegrido largo y más o menos 1,68 metros de altura sin tacos, buenos pechos, cintura reducida, piernas bien torneadas y un culo redondito, agresivo. Era mi secretaria por segunda. Habíamos trabajado juntos en otro período en el año 2006. Desde que volvió conmigo sentí deseos de poseerla pero hasta la ocasión que acabo de relatar, siempre había chocado con su negativa.

La última semana del 2010, le propuse despedir el año en un telo.

Actualización: Sólo quiero agregar que en el mencionado hotel para parejas, fui, con Soledad, a despedir el año 2010 y asiduamente hasta mediados del 2012 que dejé de trabajar en la empresa. Fueron encuentros harto placenteros pero sin nada tan singular que amerite un relato adicional.


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