EL ALMIZCLERO I

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   Ahora ya soy viejo, pero hubo una vez siendo aún joven, conocí a un hombre que me
explicaba historias inverosímiles. Desde su silla de ruedas y cargando un cuerpo de más
de ochenta años, hablaba de sus años mozos como en un sueño, de sus claroscuros y sus
calamidades , de un hipotético futuro reposo lúdico-espiritual , de la nada , del miedo ,
de los días encontrados ; del recelo , del estorbo cotidiano que se revela ante la
mediocridad.
                                                      ___________

    Mijail Servant , había conducido durante más de 24 horas , huyendo de la extinta
Yugoslavia para refugiarse en un pequeño pueblo de la costa catalana ; a su 66 años y
con un vehículo adaptado –era parapléjico- , prosiguió el camino que le llevaría a iniciar
una nueva vida. Los pocos ahorros que disponía le sirvieron para pagar el traspaso de
un quiosco de venta de diarios y revistas; perfecta la inversión de cara a la vejez –sip-.
   Se hallaba dubitativo entre leer un libro o esperar pacientemente a que un cliente se
acercara a su puesto de venta, cuando me vió aparecer girando la esquina a toda prisa y
encarando decidido su negocio -con la intención de hacerme con el último número de
EL COMUNICATER- aprovechó para comenzar el relato de cómo fue que se enamoró
por primera vez bien cumplidos los cincuenta.
   De cómo conoció al ser más tierno del universo , de cómo la primera vez que la vio -
sentada jugando en el patio del colegio- se sintió totalmente indefenso ante los
catastróficos sentimientos encontrados de deseo y rechazo , demasiada la diferencia de
edad.
   Lo más curioso era que durante su más de medio siglo de vida lo que más le habían
atraído eran las mujeres maduras, desde muy pequeño ya se masturbaba pensando en
las mujeres que se detenían a cotillear con su madre después de la compra. Esas caderas
enormes eran los encantos más divinos que un hombre –o un niño- puedan desear. Con
el tiempo se fue agudizando la perversión y ya de adolescente pudo cumplir su sueño ,
acabar en el sofá de una vieja taciturna , que le hacia “caras” y siempre le buscaba , en el
supermercado donde trabajaba de chacinero.
Así había transcurrido su vida sexual, porque de la afectiva mejor ni hablar, sus
conquistas nunca fueron lo suficientemente deseadas como para entablar una relación
seria, se encontraba a disgusto con personas de su edad y siempre prefirió la compañía
de la gente mayor, como aquella temporada que ejerció de voluntario en la residencia
EL OLVIDO, cuyo recuerdo siempre le hace llorar de nostalgia.
     Sin embargo en esa nueva etapa de su vida se sorprendía a si mismo al sentir esos
deseos irrefrenables e irracionales viendo a la criatura por la que bebía los vientos. Era
divina, correteaba junto a los niños y se balancea sensualmente en el viejo columpio
destartalado, su faldita corta era un poema y esas piernas sonrosadas un frenesí. Movía
su pequeña figura escultural con la inocencia innata de la juventud; las manos de Mijail
temblaban al soñar con poder acariciar ese cuerpo limpio de pecado.
     El lupanar de su deseo bamboleaba insulso en un mar de dudas:
- …se habrá fijado alguna vez en mi? Habrá descubierto como la espiaba a través
de los oxidados barrotes de la escuela? Y si le pidiera salir, aceptaría, me insultaría o
simplemente, me ignoraría?
     La duda corroía sus pensamientos cabalgando a lomos de un jinete loco, dando
traspiés en el líquido impío del lamento roto. La causa, la arruga, la maldad de un beso
frío, todo era poco para ese amor púdico, rígido y sin protocolo.

     La siguiente ocasión que tuve a bien acercarme al kiosco que regentaba , me
explicó que en la anterior ocasión que nos vimos , pudo apreciar en mi , una cierta
molestia y un duro malestar en mi rostro , suponía -al entender lo escandaloso de lo
narrado- que ya había superado mi cupo en cuanto a encaje de obscenidades , pero bien
al contrario , él afirmaba que su historia carecía de los elementos necesarios para
transformar una historia cándida en una historia horrenda de amores prohibidos.
     Sus argumentos eran superfluos para mi mente racional, pero estoy seguro que
su mente enfermiza toleraba -al tiempo que aplaudía- lo que me narró que sucedió a
continuación:
        -…mire amigo, sé que a mis dudas le siguieron la desesperación y un arranque de
locura, que no debió pasar; pero bien está lo que bien acaba, y esto acabó muy bien. La
esperé a la salida de la escuela, le hablé de mi amor, de mi dolor, de nuestros años y los
vicios prohibidos , de mis pasiones , de sus miedos ; de las caricias , de los besos , y ella
con su amable candidez ni siquiera dudó , accedió a mis pretensiones y en un parque
cercano profané su virtud. Al final quizás tenían razón los que me calificaron como una
especie de almizclero (1).
                                                  _____________

       Había pensado en cambiar de quiosquero , pero EL AVANGUARD solo se
distribuía en la zona del puerto , y el único punto de venta era el Kiosco de Mijail , por lo
que me preparé a recibir mi dosis de malestar al continuar oyendo su relato
nauseabundo:
      -Sabe…pasaron los días y nuestros encuentros se volvieron más apasionados, los
conserjes de hotel hacían la vista gorda si junto a mi tarjeta de crédito les ponía un
billete de veinte ; luego en la habitación acariciaba su menudo cuerpo desnudo y el
correteo de mis besos la transportaban a sus más cercanos recuerdos infantiles.
Yo miraba atónito al viejo verde indecente, pero el seguía disfrutando, lamiéndose
las heridas con desvergonzado desdén.
      -…la quise como solo se puede amar al amor, la adoré hasta el éxtasis y finalmente
decidí que debíamos reafirmar nuestra relación, ya era hora de presentarle a la familia.
Con la excusa de una reunión filial, preparé una suntuosa comida e invité a los más
allegados, mi hermana Berta, mis sobrinos y mi querida madre. Mi princesa se sentía
violenta asistiendo a una cena íntima en la cual ella sería la protagonista, al principio le
pareció una buena idea, pero luego lamentó haberme animado.
Necesitaba tiempo para poner en claro sus ideas, nuestra diferencia de edad no era
un motivo suficiente, pero si un hándicap. Sus padres también deberían conocer
nuestras intenciones, pretendía prometerse a un señor de cincuenta y dos años, con
todo lo que ello representaba. Sus achaques, sus dogmas, sus prejuicios; sus carencias,
sus ideas trasnochadas, etc. Las profesoras y el director de la escuela también meterían
baza, la mirarían de soslayo, cuchichearían a sus espaldas. Al Consejo Escolar igual no
le parecería bien.
         El “iaio” había encendido el ventilador y lo estaba poniendo a todo trapo
llenándolo todo de mierda, no comprendía que por mucho que hubiera evolucionado el
mundo lo que pretendía justificar, no estaba bien, era una barbaridad. Pero él seguía en
sus trece:
           - …pero no me mire así, usted también hubiera actuado igual, no había elección,
nuestra relación había ido tan lejos que solo cabía formalizarla…

(...continúa)


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