Inspector Carrados versus Juan Diablo. (3/3)

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Burladores Burlados.


Al rato regresaron con el cuello faltante del envase de vidrio, cuidando no borrar las huellas de los dedos de quien la haya estado usando. Entre extrañados y burlones, los encargados de interrogar al detenido, se apartaron del escritorio con miradas irónicas.
—¿Qué pasa, Jefe, acaso Carrados ya descubrió el crimen con solo mirar? ¡Uuuuh, este Carrados, siempre tan despierto! Ja ja ja ja já.
—Ya que ustedes son inhábiles en solucionar un homicidio, tengo que recurrir a funcionarios que sí hacen la labor para lo que estudiaron—fue la dura observación del veterano Comisario.
El Inspector Carrados y su ayudante el Detective González, tomaron palco en silencio; se quedaron a un lado del mueble con los brazos cruzados.
El Comisario Gustavo Calderón, actuó como si fuera un mago ilusionista. Ante los ojos de Juan Diablo, más abiertos que lo normal y que respiraba con la boca abierta, pues le faltaba el aire, tomó la camisa blanca ensangrentada de la víctima y la volteó un par de veces ante los intrigados Detectives. Colocó la palma de su mano por detrás de la región precordial y dejó al descubierto el corte por donde clavaron el arma homicida, un presunto cuchillo; la sorpresa de los investigadores fue grande cuando vieron que el tajo presentaba la forma de una media luna.
Acto seguido, con las precauciones del caso, tomó el gollete que casualmente dejó un largo pedazo de vidrio filudo direccionado a la base de la botella. El ayudante González tomó la prenda de vestir y la dejó estirada, entonces el Jefe hizo pasar el pedazo de vidrio que calzó perfectamente con la cortadura semicircular.
—Lleven la camisa del occiso y el cuello de la botella al laboratorio; estoy seguro que las huellas digitales corresponden a este infeliz delincuente —dirigiéndose al criminal que ya había abandonado su insolencia—. Juan Diablo, quedas detenido por el asesinato de Francisco Dellorto …
Le dijo sus derechos y el hampón inclinó su cabeza, confesando que había discutido con la joven víctima porque ésta deseaba drogas y no tenía dinero. El joven se enfureció ante su negativa a entregarle el estupefaciente y trató de golpearlo con una botella vacía que portaba que cayó al suelo donde se quebró; con la fuerza de su ira y desesperación por la falta de la droga, logró botar al narcotraficante y éste tomó el gollete con forma de estilete que le quedó a mano y sin vacilar lo clavó en el pecho de su agresor.
Mirando el suelo Juan Diablo, agregó: “ Cuando me di cuenta que había matado a Francisco, arrojé el gollete a un basurero, donde seguramente lo encontraron los funcionarios”.
Y así, el Comisario Calderón con sus subalternos, el Inspector Carrados y el Detective González, sin intervenir en el interrogatorio aclararon el homicidio y “abrocharon” la confesión de Juan Diablo con sus huellas digitales en la improvisada arma de vidrio.
Por cierto ambos sabuesos, por orden del “Viejo Prefecto”, no recibieron la felicitación que les dieron a los Detectives que interrogaban a Juan Diablo, pero ganaron un mayor aprecio de su Jefe directo, el Comisario Calderón, y la admiración de todos los “ratis” que supieron la historia.


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