Inframán.

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El médico me observaba sentado en su cómodo sillón, un tanto echado hacia atrás, mientras jugueteaba con sus dedos.

–Y ¿Desde cuándo siente que ha estado perdiendo su fuerza?
–Creo que desde los dieciocho años.

–¡Ah! Mmmm… –Lo miré expectante y esperanzado, pues ese ¡Ah! y el mmmm me daban a entender que el siquiatra al fin había dado en el clavo, es decir había entendido de o por dónde diantres me venía mi dolencia.


Recordé que, como alumno de la Facultad de Medicina, había sido el conejillo de indias para los cursos más avanzados cuando me quejé que me sentía débil. Los profesores y alumnos más “capos” me inspeccionaron con toda clase de exámenes médicos, unos bastantes molestos por lo demás. Cuento corto, se rindieron y llegaron a la conclusión que la cosa era mental y sin muchos miramientos me recomendaron ver a un “locólogo”; protesté, no era para tanto, al fin de cuentas podía tener hasta la lombriz solitaria. Nada, sus palabras son ley.

 

Ahora, este señor cuarentón con anteojos que le daban calidad de sabio a su rostro, estaba a punto de descubrir el mal.

El galeno se llevó una mano a la barbilla con aire pensativo y lentamente se puso de pie, desde el fondo casi apegado a la pared, me señalaba con un dedo como si me sentenciara.

–Aclaremos joven, usted tiene ahora veitidos años, por lo tanto comenzó a sentirse mal hace cuatro años…

Lo miré y quedé maravillado de tanto trabajo cerebral. ¡Con qué facilidad sacó la cuenta!

–Ya, ya, no es necesario que se burle por decirle algo tan obvio …, sólo quería ver su reacción. Es bueno ver que se ríe de las situaciones tontas, su cara es un libro abierto, mi señor.
Se paseó unos metros mirando el piso, se detuvo frente a mí con una expresión extraña, mezcla de decisión y de alivio.

–¿Usted ha leído la historia de Supermán? Sí, sí, ya lo creo. Recuerdo que me contó que el sol a usted lo debilita.

Miró hacia un punto indefinido en la pared y su boca habló como si fuera la voz de un vidente.

–Es tan simple la solución ..., pero a la vez increíble. Usted, mi amigo, es un extraterrestre. –Abrí mi boca, se me había caído mi mandíbula– Sí, sí, como Clark Kent, pero … lo trajeron al planeta equivocado. El sol amarillo no le da superpoderes, por el contrario lo debilita, lo transforma en un … inframán. Quiero decir en un hombre más débil que el resto de los humanos. Lo siento, pero la solución es hacer ejercicios mentales.

Me encontraba aturdido por la noticia bomba; al final de la sesión me entregó un papel manuscrito con una serie de acciones que debía practicar para superar la desgracia de haber caído en la Tierra y no en … que sé yo cuál planeta. Ambos nos prometimos guardar el secreto de mi identidad extraterrestre y en seis meses más volvería a verlo para conversar acerca de mis progresos.
Esto de ser un E.T. no es para la risa, menos todavía por haber caído a la Tierra y no en … ¿Marte?
Me sentía totalmente desvinculado de mis compañeros, a quienes les conté que el médico me había recomendado practicar yoga y meditación; estuvieron de acuerdo que hoy la ciencia médica acepta como buenas tales prácticas milenarias.

Respiraba profundo y sentado frente al televisor encendido, al que no le daba pelota, pues había logrado tal calidad de concentración en esos dos meses, que mi mente quedaba en un apacible estado límbico (palabras raras que había aprendido por ahí).
Sin embargo, abandonando toda clase de limbos aterricé de un porrazo cuando escuché el nombre del siquiatra en la TV.

–… después de haber degollado a cuatro pacientes, cuyos cuerpos ocultaba en el subterráneo de su casa, la policía lo detuvo y puso a disposición de la justicia. El maniático doctor …

Sentí que mis mejillas ardían de vergüenza … fui víctima de un desquiciado, me tranquilicé porque … después de todo había guardado en secreto mi identidad de E.T. y nadie sabría nunca que …

–El médico loco dice conocer a un E.T. al que llama Inframán.

¡Desgraciado! ¿Dónde queda el Juramento de Hipócrates? El periodista dio una extensa información sobre el pobre “loquero”, pero en ningún momento me nombraron. Suspiré aliviado, el hombre cumplió su juramento de guardar mi identidad.

 

Me he sentido mejor, me siento normal…, mejor aún, me siento más fuerte. Después de esta experiencia encuentro que el mundo es mejor y continúo con mis ejercicios mentales, por si las moscas … no pierdo la esperanza de ser algún día un supermán.

 


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