LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(FINAL 2ª PARTE)

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                LV

   “Todo pasa y todo queda”.

Dice bien el poeta,

y una página pasó

de mi modesta existencia.

Una hoja de mi libro

que con pudor se arranca,

porque ora es un recuerdo,

ora es triste discordia

que se esculpe en el tiempo

y se guarda con nostalgia

con letras de plata y oro.

¡Dichosa, pues, la persona

con su volumen completo

que tenga todas las hojas ,

con sus renglones rellenos,

y pueda bien leerlas

con satisfacción y gozo!

Solo hay una persona

que posee ese libro

y que completo lo lea:

es el Todo Poderoso

Creador de la Tierra

y del cielo infinito.

El posee la gloria

de ser verdadero Dios,

y tiene en su memoria

las penas y los quebrantos

que al cielo se claman

pidiendo los favores

por aquella criaturas

que en silencio sufren.

             LVl

   Con ella se fue mi vida

por los confines del cielo

y su alma voladora

emprendió un camino

por la estela del éter

entrando en un abismo

de espiral incontrolable,

es un mundo sin encuentro

allende la eternidad

donde no hay recibo

expedido de vuelta,

donde la muerte es consuelo

y la memoria se pierde,

donde hacer es eterno,

donde muere la vida,

donde se ahoga el llanto.

Se fue sin mi perdón

al abismo de lo eterno

sin súplica ni temor,

se enfundó su negro velo

y se aunó con la muerte

por misterioso sendero

de tétrica oscuridad.

Me quedé con mis espantos,

con mi dolor, con mi pena,

la echaría de menos

en esta efímera vida

embutida de odios,

de rencores, de desdichas.

Levante sutil mis ojos

al espacio sideral

y le pedí consuelo

para mi triste aflicción,

le imploraba al cielo

que aliviara mi dolor

y escuchara mis ruegos,

que me diese fuerzas

para acallar mí llanto.

Aquel día fue triste.

Un fuerte manto negro

cubría la tenue luz

que radiaba al espacio

ramilletes de destellos

y su fulgor emergiendo

confundía mi tristeza.

   Fue un adiós sincero,

henchido de nostalgia,

un hasta luego de su hijo

que lloraba con cuita

y mostraba su tormento

ante tanta amargura,

un adiós resignado

con dolor de corazón

que amaba lo perdido.

En su tumba puse flores

y le allanó su camino

para hacer fácil su andar

hacia lo misterioso,

y lágrimas derramé

esperando al viento

con su silbido de muerte

para que me espere atento.

Se marchó mi dulce madre,

me dejó triste, abatido,

pero lleno de esperanza

ante un mundo nuevo.

¡Por amor, descanse en paz!

 

 

         


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