Una mañana diferente

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Ana y su otro yo, surgieron de nuevo.

No fue nada premeditado, ni nada que ella no quisiera hacer de forma involuntaria, más es, en el fondo lo deseaba. Suele decirse que cuando algo se va persiguiendo, aunque sea inconscientemente, llega un momento que se encuentra, así le pasó a Ana. Hace unos meses se juró a si misma no volver a vivir un juego de sumisión, con Javi, a pesar de haberle sido gratificante y excitante. Casualmente estaban los dos conectados y comenzaron a hablar. Tenían libre y lo prepararon todo minuciosamente, hasta el último detalle. A la hora prevista ella estaba preparada y él fue puntual. Ambos, casi sin hablar comenzaron su juego, intimo, inalcanzable de comprender para los demás solo comprensible para ellos.        

Se respiraba cierto halo de misterio, y ella estaba muy agitada. Una media cubrió su torso e inmovilizó sus manos dejándole a su entera disposición sin, marcha atrás, el mecanismo de sometimiento acababa de empezar y no finalizaría hasta hora y media después.

Él cogió un cúter, lo pasó suavemente por sus pezones. Su respiración iba en aumento, estaba a su entera merced. Sabía que nada ocurriría que solo era un juego, pero cuando le miró a los ojos, comprendió que no estaba segura al cien por cien.

Cogió un trozo de la media justo a la altura de su parte más sensible y castigada, sus pezones y le cortó justo el tamaño exacto para que quedasen a su voluntad. Esa sensación provocó en ambos un estado fuera de control. Los minutos siguientes transcurrieron sin límite, ella no opuso ninguna resistencia. El actuó sin contemplaciones, sin ninguna limitación y se la trabajó a fondo.

Cogió un hielo y rozó reiteradamente los pezones para tenerlos preparados y perforárselos suavemente con dos imperdibles que unió con un cordel fino para jugar con ellos a su antojo, mientras le acariciaba y se satisfacía cuanto quiso.

Ella estaba excitada como nunca recordaba, y finalizó desfallecida, exhausta.


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