Carel. Capitulo 2

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-He de suponer que no me has traído hasta aquí tu sola, ¿me equivoco?

-En absoluto. Mi hermano y yo, nos dedicamos a la venta de toda clase de cosas que encontramos en el desierto. Caminábamos de regreso a casa cuando te vimos tirado en la arena, fue entonces cuando le dije a Marcus que debíamos traerte. No podíamos dejarte allí tirado-. La mujer se quedó mirando a la nada durante unos segundos, hasta que Carel le interrumpió.

-Os estoy muy agradecido, tanto a ti como a tu hermano. Aunque te estaría aún más agradecido si pudieses darme un poco de agua.

-¡Faltaría más!- dijo la mujer mientras se apresuraba a servirle.

-Una vez más, te doy las gracias. Sin embargo, ruego que me disculpes pero mis quehaceres en esta ciudad me esperan-. Bebió rápidamente el vaso de agua, se despidió de la mujer y emprendió camino a la plaza del Gran Bazar.

Una vez llegó a la plaza, abarrotada como casi siempre, comenzó a buscar la tienda de Lamar, un adinerado comerciante de dudosa reputación. Le costó encontrar la tienda: un sótano bajo una de las peores de las tabernas de todo Basil. Sin embargo, Carel no dudó en entrar, pues debía hablar con Lamar de negocios.

A pesar de que nadie le negó la entrada en la taberna, no parecía haber nadie en la tienda. Era un sótano grande, adornado con muchos jarrones, vasijas, alfombras y algún cuadro. Carel estuvo alerta desde el momento en que pisó la taberna, pues conoce los riesgos que existen en los negocios que él suele tratar. Sin embargo, no esperaba una encerrona tan agresiva: antes de poder reaccionar, se encontró rodeado por 4 hombres robustos y de gran estatura, más otros dos que vigilaban la puerta. Estos últimos sujetaban además, un par de tigres con afilados dientes que parecían hambrientos. En frente, un hombre de avanzada edad, no demasiado alto, que vestía con unos lujosos ropajes, y tenía una mirada que enmudecería al más locuaz. No cabía duda, debía ser Lamar.

-Al fin podemos hablar en persona Carel, y no a través de intermediarios. Siento que no te encuentres demasiado cómodo, pero es por precaución. Han llegado a mis oídos ciertos rumores, que me provocan una cierta desconfianza. De todas formas, espero, por tu propio bien, que no intentes ninguna de tus jugarretas-. Se acercó lentamente a Carel, sereno.

-No sé qué es lo que te habrán contado, pero te aseguro que si algo soy, es un hombre de palabra, y he traído lo acordado.

-Enséñamelo.

Carel sacó del interior de una especie de bolsillo interior de su túnica, una pequeña bolsita marrón atada con un cordel; se la ofreció a Lamar para que éste comprobase que su contenido era el que debiera ser. Lamar desató la bolsa, observo detenidamente dentro de ella, y esbozó una ligera sonrisa de complacencia.

-Todo parece en orden, así que hablemos del precio…

-Creo que habíamos acordado un precio que rondaría los 500 o 600 oros.

Lamar paseaba a lo ancho de la sala, con gesto dubitativo pero despreocupado. Por el contrario, Carel, nervioso, esperaba que aceptase ese precio, o al menos, que no se ofendiera y decidiera rebanarle el cuello.

CONTINUARÁ…

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