DIA DE SEXO: 2-La charla

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A partir de ahí, la mañana fue mejor. Hice varias ventas y, verdaderamente, sentía otro karma. No obstante, cada vez que me cruzaba o miraba a Marta, un ramalazo de calor sacudía mi entrepierna. Desde luego, había sido una verdadera sorpresa. Le debía una.

Faltaba una hora para el descanso de la comida cuando oí mi nombre por megafonía:

-Señor Beltrán, acuda a la oficina de personal.

¿Y ahora? Marta buscó mis ojos en una pregunta muda. Le dediqué un encogimiento de hombros.

-Pasa Juan. -La jefa estaba sentada, indolente, sobre la silla giratoria. La falda, muy corta, dejaba al descubierto sus muslos y la blusa mostraba el borde del sujetador negro.- Quiero hablar contigo.

-Usted dirá -dije acercándome.

-Primero, no me hables de usted. Somos casi de la misma edad y lo hace todo muy formal.

-No se. Usted... tú eres mi jefa y me parece que...

-Te lo pido por favor. Ser tu jefa no es más que una circunstancia. Bueno, veamos... ¿Te ocurre algo Juan? La última semana has bajado en ventas y te veo muy nervioso, no se. Como si no estuvieses a gusto con nosotros ¿Es así? ¿Puedo hacer algo por ti?.

Acabó de hablar a la vez que soltaba el moño que recogía su pelo y sacudía su melena ¡Joder! Era más guapa de lo que pensaba y estaba muy buena. Me azoré. No se por qué, pero me azoré.

Se levantó y se acercó a mi. Olía a flores y a miel. A abeja reina, pensé. Llevó una mano a mi nuca. 

-Juan -dijo estirando de mi hacia ella- Mi primer objetivo es ayudaros -Acerca su cara a la mía y pone un beso en mi boca.

Es un beso húmedo, ardiente, sexual. Sus labios carnosos, se aprietan y se deslizan sobre los míos. Saben a fresa. Su lengua se adentra en mi boca para buscar la mía. Cuando nuestros cuerpos se encuentran, el bulto de mi pene presiona contra su vientre. Se pone de puntillas para notarlo más abajo. Llevo mis manos a sus nalgas y la ayudo elevándola a la vez que la aprieto contra mi, contra mi virilidad. Echa la cabeza hacia atrás. Le beso el cuello, la curva de los senos. Se le escapa el primer gemido. La levanto y la siento sobre la mesa con la falda enrollada a la cintura. Descubro sus pechos para chupar, lamer y morder los acerados pezones. Gime. Se retuerce. Se deja caer sobre la mesa

Con una mano masajeo sus tetas mientras con la otra desabrocho el cinturón y libero mi pene que salta como un resorte. Lo toma en la mano y lo dirige a su gruta, aún tapada por unas bragas que dibujan una enorme mancha de humedad. Las aparta con la otra mano y pone el glande sobre el orificio de su vagina. Empujo. Mi miembro entra suavemente frotando los hinchados labios. Grita y se estremece. Le acaricio el clítoris hinchado y endurecido. Se retuerce. Palmotea sobre la mesa. Rodea mi cintura con sus piernas para llevarme hasta lo más profundo de ella. Un temblor nace en mi muslo izquierdo avanzando hacia mi sexo. Se me entrecorta la respiración y me falta el aire.Tensa su cuerpo. Lo arquea apoyando solo la cabeza en la mesa. Me tenso con ella. Salta hacia mi abrazándose a mi cuello y los dos estallamos en un profundo orgasmo. La apoyo de nuevo en la mesa y me derrumbo encima de ella. Me acaricia la cabeza. La beso en la boca, en el cuello, en las tetas... mientras siento mi pene aflojarse dentro de aquella gruta inundada. Me empuja suavemente y salgo de ella.

-¡Uffffff! -exclama mientras se limpia de jugos- ¡Ha sido tremendo!

Me visto y al salir por la puerta me dice:

-Juan, deberíamos hablar más a menudo. Recuerda que estoy aquí para ayudaros.


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