Una graduación intimidante. I

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Jose y yo nos conocimos por internet. Yo tenía 23 años y era profesora de inglés, inexperta en el sexo y una romántica empedernida. Él, colombiano, llegó a mi vida calmada y equilibrada con su sangre latina y la puso, literalmente, patas arriba. En todos los sentidos. Solo al hablarme me encendía de una manera sobrehumana, hacía que me cuestionara cosas que nunca habría imaginado antes. Rápidamente pasamos a los mensajes de voz, y aquella voz…. Aquella voz exótica sabía llevarme exactamente a donde él quería en cada momento. Me intimidaba y me atraía de una manera incontrolable. Hasta que me enamoré, aun no sé si de él o de su manera de enloquecer mis cinco sentidos y despertar algún otro.

El caso es que su graduación se acercaba y decidí viajar allá con dos amigas para sorprenderle. Llegamos el Martes y su graduación era el Jueves. Pero supongo que la sorpresa me la llevé yo, claro. Inocente de mí salí a buscarle a su trabajo… y ahí estaba él, en carne y hueso. Y allí estaba ella también, invitándole a meterse en un coche rojo. Una rubia alta y guapísima, con un cuerpo de escándalo. De repente empecé a sentirme minúscula y me di la vuelta para no volver. Llegué al hotel y, sin darle opción a contestar, le dije lo que había visto y que no quería volver a verle. Justamente antes de bloquearle, me llegó el último mensaje: “Dime dónde estás y no te muevas de ahí. Voy a buscarte.” Como siempre, autoritario e intimidante, provocó un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo y me dejó helada. Pero esta vez no iba a ceder. Apagué el teléfono y en un impulso tiré la batería por el retrete, para evitar tentaciones. Me juré no volver a usarlo hasta llegar a España.

Aquella noche fue una de las peores que recuerdo hasta el momento. Así como la noche del Miércoles. Pero el Jueves, mi amigas, Lucía y Teresa, me “obligaron” a salir: “¿Nos haces venir hasta aquí para tenernos todos los días encerradas en un hotel? ¡Ni lo sueñes! Ahora mismo nos vamos a preparar y vamos a salir a comernos el mundo, te guste o no.” Hasta que me convencieron. De alguna manera sentía que tenía que vengarme. Así que abrí la maleta de Lucía, la más atrevida de las tres, y encontré el vestido perfecto para ello. Era rojo y muy corto, llegando hasta mis muslos de una manera bastante sugerente. Era lo suficientemente apretado como para marcar mi silueta, que aunque tímida, quería salir a la vista y enseñarle lo que se había perdido. Y tenía la espalda al descubierto, mostrando esos lunares que a él tanto le enloquecían. Lo combiné con unos tacones negros altísimos y de esa manera, salí a buscarle a la discoteca de la celebración. Quería portarme mal. Muy mal.

Así que llegamos a la discoteca y ahí estaba él, a lo lejos. Uno de sus amigos supo reconocerme y le hizo una señal para que me mirara. Yo, intimidada, bajé la mirada al suelo y supe disimular con mi paso firme y decidido. Por su parte, mi amiga ya había hecho su trabajo de investigación y había encontrado a tres colombianos increíbles que, según ella, nos arreglarían la noche. Y de qué manera lo hicieron. Uno de ellos, Roy, era alto, moreno y musculado. Y me fijé en él al instante. “El chico idóneo para ejecutar mi venganza”, pensé. Así que empecé a tontear con él tímidamente, y no hizo falta mucho para tenerle a mis pies. Hasta que sonó una música bastante sugerente, y nos pusimos a bailar. Notaba como el intentaba restregarse conmigo… Me tocaba la cintura y parecía querer llegar hasta mi culo. Yo me dejaba llevar. El baile siguió y me volteó de espaldas contra él, mientras me susurraba cosas al oído que nunca llegué a escuchar porque, en ese momento levanté la mirada y ahí estaba Jose, observando la situación con una mirada enfurecida y desafiante. Nerviosa, me separé de Roy y me fui al servicio, temblando. Allí, pretendía mojarme la cara con agua fría… Pero de repente, entró José.

Entró en el servicio y de alguna manera se las ingenió para atrancar la puerta. En ese momento mi cuerpo daba pasos hacia atrás, casi instintivamente. Mientras él se acercaba a mí, como siempre, intimidante. “Parece que estás disfrutando de mi graduación, ¿no es así?”. Rápidamente me acorraló contra la pared y me levantó la barbilla para que le mirara a los ojos. No tenía escapatoria. “Vienes a verme… y en lugar de bailar conmigo, te pones a bailar con ese malnacido.” Mientras tanto, yo respiraba con dificultad. “Tú sabes lo que les pasa a las niñas buenas que se portan mal, ¿verdad?”. En ese momento me dio la vuelta y puso mi cara contra la pared. Me subió el vestido tan rápido como bajó mis pantis. “Todo esto-“ Decía mientras me tocaba salvajemente “-es mío”. Terminó de quitarme el vestido y me recostó en el lavabo, poniendo mis pechos contra el frío mármol. Entonces, se quitó la corbata y con ella ató mis manos para que no pudiera moverlas. Fue la situación más excitante de toda mi vida. De pronto, empezó a acariciar mi culo, el cual tenía completamente desnudo y a la vista. “Quiero que cuentes conmigo hasta cinco, y cuando termine, espero que vuelvas a ser buena y te dejes follar como desee.” En ese momento sentí un azote. “Vamos pequeña, cuenta conmigo”. “Uno”, logré decir con dificultad. El segundo llegó de improviso, “dos”. “Tres”. Mis piernas temblaban y me sentía totalmente conmovida por un placer inexplicable. “Cuatro”. Notaba como mi sexo estaba chorreaba desesperado. “Cinco”- dije al fin.

 

Contiunará…|


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