Ironías del destino

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Lorena, es una enfermera con mucho prestigio, modelo ejemplar, muy buena profesional, y fundamentalmente con un corazón tan grande, que derrama afecto por donde pasa. Ni que decir el trato que da a sus pacientes. Tiene mucha empatía hacia las personas enfermas, por lo tanto, sabe ponerse en el lugar de ellos.

También es muy querida por los compañeros, siempre está dispuesta a ayudar cuando le requieren. En definitiva, una profesional y compañera modelo.

Es muy feliz con su trabajo. Sí es cierto que al inicio de su profesión, tuvo ciertas dificultades, ya que arrastra algunas secuelas físicas que aunque son mínimas, para ella significa no encontrarse recuperada del todo y le causó ciertos estragos, que con su perseverancia, logró superar o más bien asumir que forman parte de ella.

Con veinte años, una enfermedad la tuvo postrada en la cama durante muchos meses. La gravedad fue extrema, temiendo constantemente por su vida. Cuántas veces pensaba si podría volver a casa, no veía el momento para ver de nuevo su habitación, sus libros, incluso los olores de la cocina.

Tenía mucho tiempo para pensar, ya que era lo único que su cuerpo le permitía, puesto que éste, no respondía a ningún estímulo. Tampoco podía comunicarse, decir, “que estoy viva y os escucho”. Mentalmente lo gritaba, pero se mantenía viva gracias a su conexión con los monitores. Escuchaba a los médicos y familiares, pero nadie oía sus gritos desesperados. Qué frustración,no saber dónde se encuentran sus extremidades para poder moverlas y comunicarse.

Con el paso del tiempo, su cuerpo comenzó a reaccionar. Un día pudo mover un dedo, suficiente para comunicarse, fue el inicio para que todos supiesen que estaba consciente y el periplo para poder explicarse, fue difícil ,pero lo consiguió.

Poco a poco, comenzó a mejorar, nadie podía asegurar el tiempo que duraría el proceso de recuperación, largo era claro, y que le quedarían secuelas seguro.

Una vez en casa, sus amigos acudían muy a menudo,su prometido, también estaba muy pendiente de ella. Pero el tiempo no se detiene, pasaban los días, meses... y Lorena continuaba con su rehabilitación.

Las visitas de los amigos, se fueron espaciando,” cada uno continuó con su vida”. Lo más doloroso fue el día que su novio desapareció, despidiéndose con una simple nota que le dejó en la mesa. “ Lo siento mucho, he intentado mantener viva la llama de nuestro amor, aún te quiero, pero no me veo cuidándote toda la vida. Soy un cobarde, lo reconozco. Adiós.”

Lorena, sufrió lo indecible, postrada en su silla, con la soledad del abandono.

Pero, no estaba en sus planes permanecer hundida eternamente, tuvo mucha ayuda de familiares y algunos amigos que permanecieron a su lado.

Reinició la rehabilitación, hacía ejercicios en casa para recuperar tono muscular, y un continuo control de visitas médicas. Pero no cejó en su empeño, para alcanzar la mejoría tan deseada y no ser dependiente.

Con el paso de los años, alcanzó gran parte de su sueño, sí le quedaron secuelas, tanto internas como externas, pero era por fin autónoma y pudo finalizar sus estudios.

Ahora tiene cincuenta años, y en muchas ocasiones le toca hacer visitas a domicilio para realizar curas.

Le gusta ver a los pacientes en sus domicilios, ya que generalmente, suelen ser personas mayores que permanecen solas la mayor parte del día.

Su sorpresa, fue mayúscula, al visitar su último paciente del día. Era Roberto, su prometido, aquel que le abandonó con una simple nota.

- Hola Roberto, soy tu enfermera, y vengo para hacerte las curas.

Al principio, no la reconoció, y Lorena era incapaz de darle más explicaciones, se encontraba algo trastornada por el encuentro.

- Hoy me siento peor, tengo muchos dolores, no sé si me tendrán que ingresar otra vez.

- Tranquilo, te pondré un calmante y después haré las curas, lo importante es quitar el dolor.

- Esa voz me suena mucho, me recuerda a una novia que tuve hace años.- Me siento en el final de mis días, y ahora la recuerdo cada vez más.

- Será cosa del destino Roberto, claro que conoces la voz, porque soy Lorena, la que un día fue tu prometida.

El reconocimiento, le dejó mudo, qué podía decir ante tal circunstancia. Sus pensamientos fluían sin cesar, pero incapaz de articular palabra.

Lorena, también se encontraba muy confusa, por todos los sentimientos y emociones, que volvía a revivir. Pero su profesionalidad, y buen hacer, le sacó de la enajenación, para realizar su función y concentrarse únicamente en ello.

- Bien, lo primero es inyectarte un calmante, ya habrá tiempo para hablar.

- Lo siento mucho Lorena, fue muy cruel por mi parte dejarte en aquel momento crucial de tu vida, fui un cobarde y no me merezco que me atiendas. - Si quieres, el próximo día que venga otra enfermera, es lógico que no desees atenderme.

Lorena, no respondió, tenía una pelea interna con sus emociones. Terminó y se fue, sin saber si volvería.

A la siguiente visita, no acudió, realmente porque no le tocaba en su turno, pero a Roberto le pareció lógico y normal que no fuese.

Cuando finalizó su jornada, Lorena, fue a visitarle llevando consigo un ramo de flores para dar un poco de tibieza a la habitación de Roberto que ya de por sí, estaba tan apagada como el enfermo.

Estaba decidida a cuidarle y hacerle más ameno el escaso tiempo que le quedaba. En ella no existe la venganza, únicamente, su deseo de paliar en la medida de lo posible los efectos de la enfermedad, y acompañarle en sus últimos días.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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