LARA (III)

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 Unos minutos mas tarde, los dos volvían a vestirse.

– Ya es muy tarde –dijo él mientras se abrochaba los pantalones –. Creo que no podrás quedarte en el museo para terminar tu tesis.

Ella, que se había colocado la falda y en esos momentos se ponía el top se giró hacia él con una amplia sonrisa. Una vez terminó de ponerse el top, fue hacia él y juntó su cuerpo con el suyo.

– No te preocupes –dijo mientras le acariciaba el rocoso pecho por encima de la camiseta –. Tengo mas días para terminarla...

– Creía que tenías que entregarla mañana...

Ella lo miró con una sonrisa de niña mala.

– Mentí –dijo antes de besarle apasionadamente en los labios.

– Menuda zorrita estás hech... –dijo él antes de ser interrumpido por el beso.

Pero la chica, aunque disfrutó mucho esa noche, no volvería mas.

Al día siguiente no fue a la universidad, puesto que ya tenía la carrera terminada, sino a la redacción del periódico donde trabajaba, donde pudo comunicarle orgullosa a su jefe que había colocado el micrófono en el lugar indicado.

En los días siguientes escucharon las conversaciones del director del museo sin obtener nada hasta que, una noche, escucharon como se reunía en el despacho con sus socios para hablar de venderles parte de un lote de reliquias y obras de arte valoradas en una fortuna que iba a llegar al museo esa misma semana.

Ya lo habían cazado.

Su artículo se publicó ese mismo día junto con la grabación, publicada en la página web del periódico, levantándose un gran escándalo y llevando a la policía hasta el museo.

Por la Tv, ella pudo ver como el director del museo era detenido y su organización de contrabando era desbaratada. También fueron detenidos otros trabajadores del museo implicados en la trama. Entre ellos, varios guardias de seguridad. Afortunadamente, Samuel no estaba entre ellos. La chica pudo verle en la Tv siendo entrevistado para decir que no sabía nada de lo que ocurría en el museo, lo mismo que decían los otros trabajadores que no habían sido imputados.

Lara sintió un poco de lástima por él, ya que era un buen tipo y un amante maravilloso. No se merecía haber sido utilizado de esa forma. Pero ella había escogido una profesión donde debía ser una cabrona y los sentimientos eran dejados de lado.

Jamás volvió a verle, aunque le dejó un buen recuerdo. Ya que, antes de irse, sacó sus bragas tanga del bolso y las guardó en un cajón de su escritorio

FIN


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