"Huérfano de sus propias costumbres"

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   Buscó la luz a tientas, no tanto en la pared como en la memoria, y una bombilla de pocos vatios insinuó una perspectiva tenue del pasillo.

   Jose había llegado a casa tras su última jornada laboral. Despues de casi cincuenta años trabajados, ya tenía ganas de colgar el buzo y olvidarse del despertador.

   Él, nunca había tenido pereza por tener que ir a trabajar, le gustaba lo que hacía, se involucraba en el trabajo y con los compañeros, así que llegó a ser muy querido y apreciado por todos ellos.

   Pero con el paso de los años y los cambios que se produjeron en la dirección de la empresa, Jose dejó de ser el trabajador al que todos conocían por su nombre y compañerismo, para ser un número, sin reconocimiento por su labor en la empresa, por la que había dado tantas horas de su vida, de estar con su familia...

   Así que, no hubo despedida especial, ni nada que se le pareciera, tampoco estaban yá los que habían sido sus compañeros. 

   En los meses previos a su jubilación, Jose ó "Chemita", como mejor le conocían sus compañeros de colegio y de trabajo, había hecho planes, más ó menos, de cómo encauzaría su nuevo tiempo libre; dado que su trabajo lo ejercía al aire libre, eso sí, con maquinaria pesada, no aguantaba mucho tiempo en casa, necesitaba salir a la calle, andar , tomar aire y ver a los amigos..

   En estas maquinaciones estaba, cuando se dió cuenta de que cualquier acto ó pensamiento alteraría la delicada trama de aquella realidad inestable, y que estaba a punto de sucumbir al devaneo sentimental, así que dejo la cena intacta y sólo cuando estuvo a oscuras en la cama, sintió por primera vez en la vida, la soledad última de quien se ha quedado huérfano de sus propias costumbres.

   Al otro día, en efecto, apenas vió por las rendijas la luz del amanecer, sufrió la impresión de que el día iba a ser demasiado grande para gastarlo con provecho. Esa fué la primera sospecha: que en vez de disponer del tiempo que siempre le había faltado para conseguir sus sueños, ahora los días se anunciaban tan anchos, que acaso no supiera por dónde empezar a vivirlos.


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