Carta a Anne M. Frank

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Querida Ana: Sesenta y nueve años después de escribirlo, he abierto tu diario y hoy mismo, tres paginas quedan, acabare de leer, mas que un diario, una obra en toda regla, así por lo menos lo he sentido. No quiero nombrar, ya me fastidia hacerles un mínimo de referencia, a los que tanto daño te hicieron, y te diré que, aunque no todos, el noventa y nueve por ciento de los europeos saben y reconocen cual fue la verdad. Quiero decirte tantas cosas, incluso he tenido conversaciones contigo, te colaste en mis sueños, pero eso quedara entre tu y yo. Te desnudaste en tu obra y me hablaste de como era tu vida, desde que eras pequeña en Frankfurt del Main, hasta que vuestra familia emigró a Amsterdam. Eras coqueta (dicho por ti) y te sentías más mayor de lo que tu edad física era. Una rebelde desde pequeña y con los años tu rebeldía no hizo sino encauzarse, una y otra gota, hasta tener tu propia opinión y criterio sobre todos los temas que preocupan al mortal consciente de su propia condición. Creo que la mayoría de las personas se acercan a tu obra por tratar, en parte, de la vida de alguien (la tuya) en un momento histórico terrible. Yo también lo hice así, sin embargo salgo distinto y he intentado, no se si con éxito, separar el momento histórico, para observarte lo mas personalmente posible, incluso literariamente posible. No sería justo, creo yo, valorarte únicamente y decir que buena eras, que buen libro es, por el hecho de ser una victima del sistema a causa de tu procedencia religiosa... te valoro por ser Ana. Si separo estas circunstancias veo una vida con hechos y sentimientos, una historia, una percepción, una forma de querer y odiar, empezando por ti misma, a tus parientes y amigos, así como a los temas que te inquietaban y de los que te hacías eco, como un torbellino arrollador en busca de amor, comprensión y libertad para experimentar, reír y llorar tu propia vida, tu entorno, tu planeta tierra del que también eras dueña como los demás. Veo una chica luchando consigo misma amen con los demás, la Ana que decías que todos conocían y la Ana que te guardabas dentro, por ser tu misma, poniendo en valor la forma de vivir y de pensar de Ana. Leyéndote he descubierto una cercanía inusitada en la literatura, y ahora estoy convencido que "los momentos históricos", "las nacionalidades diferentes" o la "tradición", esas barreras de tiempo y geográficas no son mas que una circunstancia de las personas y al final siempre la misma lucha, la misma batalla en el mismo sitio de siempre, dentro de nosotros mismos, por demostrarnos que somos mejores de lo que nos quieren, de lo que aprecian, de lo que se imaginan. Tampoco es un hándicap la edad, con tus doce años escribiste, relataste y contaste las cosas de la forma mas exacta y concisa, hasta el punto de que el libro es un libro de aventuras, drama, comedia, erotismo, amorío, belicista, filosófico no sé cuantas cosas mas en unos pocos metros cuadrados. Te confieso, Ana, que solo un tal Henry, un tal Arkadi, quizás un Gabriel, un Mario y poco mas me han causado la nítida, comprobable y jodidamente imaginaria conexión espiritual, personal, ¡como si nos conociéramos! que puedes conseguir leyendo una obra. Siempre que cojo tu obra, no ansió si no que de pronto, mágicamente, el final que leí sobre ti la noche anterior no fuera verdad, y fuera una invención de mi imaginación, una equivocación, una mala broma...pero así es la vida. Me callare, ya que quiero, como supongo tu querrías, que la gente te lea, al completo, sin intermediarios, pero déjame decirte un poco mas...Calculo que en mi existencia de veintidós años puedo haber leído unos mil y poco libros, de los cuales seguramente he olvidado novecientos, he conservado cien en mi memoria como aceptables y les guardo un cariño especial a una veintena, como autenticas obras, igual de validas que todas las demás, pero han sido esas veinte (por decir una cifra) las obras que realmente han tenido una influencia considerable en mi vida. Te quiero decir, a parte de que te quiero, que tu obra, el diario, sin duda ya forma parte de una de esas veinte, ya formas parte de mis amigos, y sin querer hacer promesas que no pudiera cumplir, me gustaría llevarte en eso que llaman corazón.

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