Vuelvo a las doce

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Lo sigo con la mirada. Cada uno de sus pasos hasta la puerta; se detiene antes de girar la perilla.

“Vuelvo a las 12”

Pero yo sabía que no iba a hacerlo. Cada noche de fin de semana era lo mismo, un ‘vuelvo a las doce’ que se hacía realidad a las cuatro d la madrugada. Lo peor es que ahora no tengo la seguridad de que vaya a regresar.
Él me cree estúpida. Creía que no me daba cuenta de que su ropa comenzaba a faltar en el cuarto, creía que no me percataba de cuando salía entre semana por las madrugadas para echar sus pertenencias al auto. Él creía que no me pasaba por la cabeza de que él estaba por irse.

Pero sé más de lo que debería. Sé que está planeando irse.

Camino a la habitación con un constante zumbido en la cabeza. Enciendo la luz y un frío abrasador me atrapa y por un momento creo que me he congelado, pero sólo es mi miedo el que no me deja moverme.
Reviso sus cajones, están vacíos. El corazón se me sube a la garganta y sin embargo, no emito sonido alguno; sólo muerdo mis labios hasta que siento un sabor ferroso en la boca. Abro el ropero, sólo encuentro mis cosas. La vista se me nubla a causa de las lágrimas y cierro los ojos con fuerza para reprimir las lágrimas.
En un arranque de desesperación y rabia, comienzo a desordenar todo. Tiro todo lo que hay encima de del tocador y todo lo que escucho es el sonido de los vidrios rompiéndose en el suelo. Aviento todo lo que hay a mi alrededor como si eso fuera a solucionarlo todo.

Finalmente caigo rendida sobre mis rodillas, pegó mi frente a ellos y le doy rienda suelta a las lágrimas. Ahogué mis sollozos porque hasta a mí me asustaba aquel sonido.

Alzo la mirada al sentirme observada. Me encuentro con algo que desearía no volver a ver jamás, mis dos hijos recargados en el umbral de la puerta, con sus ojitos y mejillas empapadas en lágrimas. Me miran asustados, atentos a cualquier movimiento. Siento que se me parte el alma al verlos así.

“Mami, nosotros no vamos a irnos”

 

*Dedicado a mi hermosa madre, tan fuerte, tan valiente que nunca se dio por vencida. Siempre con la cabeza en alto, no sintiéndose menos mujer por el abandono de mi padre. Gracias por tanto.

 


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