Para que sepas lo que pasó

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    Fue el 21 de marzo de1999 cuando te fuiste y desde entonces no he vuelto a hablar contigo. Sé que no tuve la culpa de tu marcha, pero lo peor de todo, es no saber todavía, y posiblemente nunca, el porqué. Ya han pasado muchos años y lo único que he podido hacer en este tiempo, aparte de llorar, ha sido verte en mis muchos recuerdos, añorarte y hacerme a la idea de que nunca te volveré a ver.

   Empezaré a contarte que después de tu marcha todo era muy distinto. La mucha gente que te conocía ya no hablaba de ti como de costumbre (qué cosas). La Linda dejó de comer por falta de ánimos y murió. ¿Te acuerdas de ella? Lo mucho que nos hacía reír la muy gamberra y cariñosa negri, que era como tú la llamabas. Dejé de jugar al fútbol, aunque cueste creer, pero me resultaba muy difícil jugar y que no estuvieses ahí como siempre, animándome y dejando que aún lo hiciese mejor. Tampoco quise seguir con aquel trabajo que tantas anécdotas me trajo, para contártelas después a ti; como la de uno que me ponía nervioso con su manera de hablarme, y ese después, en el Crónicas, se convirtió en el famoso Boris Izaguirre. Dos meses más tarde empecé en un hotel de lujo pero duré una semana, y no por que me echaran. Pero eso no importa. Lo que sí que duró mucho fue ese primer verano sin chispa, sin magia; es decir, sin ti. Algo que también me costó fue dejar la relación que tenía con aquella chica que tan bien aceptaste para mí, pero que me di cuenta de eso mismo, de que no era la idónea para mezclarla con mi personalidad. Pienso que lo que llamamos amor es lo más difícil de encontrar en esta vida, pero nunca me voy a desanimar por eso, Para mí, ya nada será tan malo porque tengo por desgracia la experiencia de haberte perdido, y nada puede ser peor.

   Volviendo al tema del verano lo único bueno fue que volví a encontrarme con la familia de la que tantos recuerdos tengo de niño y que ya hacía años que no veía. Tantos que he vuelto a conocer a mis primas, y encima una de ellas casada y madre de dos niños, (qué envidia). La pequeña y la mediana... que resulta que la considero como a una muy buena amiga. Escribo esto, en parte porque tú eras una de las personas que me acompañaba en los viajes hacia Torelló cuando todo era diferente, ¿te acuerdas? Aún no me explico cómo se puede dejar de hablar una familia que se llevaba bien, por una tontería o pequeño problema como el que tuvimos. Pero así de tonta es la vida a veces, ¿no?

   Luego llegó la Navidad más triste que he tenido, pero también la mayor alegría del año. Esa alegría llegó justo en el día 1 de enero y es que ya, por fin, había dejado en el olvido ese sucio, y roñoso año que por desgracia ha marcado y roto mi vida. Pero acuérdate que nadie ni nada podrá con nosotros. Por lo menos eso hemos demostrado más de una vez.

   Y llegó por fin el tan esperado año 2000. ¿Qué más da? pues nada. Empezó con una fiesta que preparamos entre algunos de mis amigos, que ya conociste en su momento, y yo, que puse la música y algo más, ya sabes...

   Son muchas las cosas que hago sin ti desde entonces pero no te olvido. Y me cuesta, pero tengo que aceptarlo. Quisiera volver a reír contigo, ver una película, o una serie de esas que grababa para compartir a tu lado...

   En fin, todo lo bueno se acaba. Eso sí, empiezan otras cosas buenas, las ilusiones cambian y yo también. Sé que estoy aprendiendo constantemente a vivir, pero lo que nunca sabré es lo bueno que debería haber sido estar siempre junto a ti. Pero como comentaba antes, las ilusiones cambian y aunque no te olvido yo ya no soy el mismo, ahora tengo más ganas de que todo salga bien porque es ahora en mi nueva vida, donde los sueños deberían empezar a cumplirse.

   Decir que todo eso y mucho más ya lo tuve, pero lo que no tendré ya nunca son esos sueños rotos que tenía para con nosotros. Como unas próximas vacaciones de las que tanto echábamos en falta, o simplemente hacerte abuelo algún día, porque eras mi padre y era uno de mis deseos que más anhelaba.

   Nunca olvidaré aquella madrugada en la que me despertaste con un fuerte y triste grito.

   –¡Carlos corre, llama a una ambulancia! –dijiste.

   Y mientras oía esas palabras, el miedo se apoderó de mí, y al verte indefenso y con la hemorragia no dudé ni un instante en actuar. Y ya en el hospital, después de esperar toda la noche, dijiste que no querías curarte. Así de cabezón eras tú. Hasta que apareció una doctora y te convenció, diciéndote “hágalo por su hijo”. Las lágrimas empezaron a salir de tus ojos, mientras me contagiabas a mí, dejando por fin que esa dichosa noche acabara de una vez.

   Todo iba como siempre hasta que volviste a ingresar en el hospital por voluntad propia, para que te operaran del corazón como ya hicieron 25 años atrás. Te operaron y no hubo ningún problema. El problema vino después cuando detectaron una infección, que ellos provocaron al operarte. Después lo peor era que tenías más de 20 tubitos por todo el cuerpo, junto con la anestesia que te habían dado. Sólo te veíamos dormido, y el sueño duró tres días, hasta que bajó la fiebre de 42 a 39 grados. Nos llamaron para ir y hablar con nosotros. Las noticias fueron: “lo siento mucho, pero a las 9:30 de esta mañana su corazón ha dejado de”... Mis piernas empezaron a temblar y mis lágrimas a caer, después de aquel lo siento, porque ya se veía venir el final de esa maldita, pero cierta frase, que no acabé de escuchar aquella odiosa mañana de sábado. Salí corriendo sin saber adónde, y no llegué muy lejos porque caí sobre un trozo de césped que había en una zona para niños. Y al estar quieto pasaron por mi mente un montón de recuerdos tuyos y, más que la vida real, eso parecía una película proyectada en mi mente, y lo que sólo había visto en las pantallas ahora lo estaba viviendo personalmente; y ha sido, sinceramente, la peor experiencia de mi aún corta vida.

   Sin ti todo ha cambiado, pero he ganado mucho a tu lado. Estos 18 años que me has regalado junto a mamá y después David, han sido seguramente, los mejores años que he tenido y tendré en toda mi vida.


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