Masaje en la oficina (Realidad o Ficcion?)

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Aquella tarde había sido una dura tarde de trabajo. Cuando levanté la vista no quedaba prácticamente nadie en la oficina. Tan solo Gilda permanecía ensimismada delante del ordenador. Aquel día llevaba una blusa blanca y una minifalda negra que marcaba sus caderas y estilizaba sus preciosas piernas. Hastiado de tanto trabajo me levanté y me dirigí hacia el sitio de mi compañera a ver lo que estaba haciendo. Estaba ensimismada entre hojas de cálculo y documentos y casi no me prestó atención.

¿Qué pasa?  ¿No te cansas? - dije Tengo más ganas que tú de irme a casa - dijo ella - pero tengo que terminar esto de una vez por todas.

Apiadándome de ella deslicé mi mano por su cuello comenzando a darle un masaje. No era la primera vez que lo hacía

¡mmm sí! ¡Qué bien! - dijo ella - tú sigue  mientras yo continúo con esto.

Ella no dejó de  tocar las teclas mientras mis manos se paseaban por su cuello. Su piel aceptaba la presión de mis manos que pasaban del cuello a sus hombros por encima de la blusa. Aunque el tacto no era el mismo que la piel contra la piel, la presión empezó a surtir efecto y los músculos de su cuello comenzaron a ceder quedando visualmente relajados.

De repente levantó la vista y vio que no había nadie. Ni corta ni perezosa se desabrochó dos botones de la blusa con total naturalidad, abriendo su cuello dejando la piel de sus hombros totalmente disponibles para mí y una visión de su escote que nunca podré olvidar.

Ahora podrás hacerlo mejor.

No respondí y dejé llevar mis manos por sus hombros. Mientras mis manos acariciaban su piel de forma constante y profunda, mis ojos profundizaban en el canal de su pecho. Ambos disfrutábamos de la situación. Ella poco a poco se iba relajando más y yo me decidí a masajear sus costados con una maniobra de amasamiento profunda que  hizo suspirar a la mujer. Sin mediar palabra, bajé las manos y solté la blusa del interior de su falda e introduje mis manos por debajo de ella para acceder a la piel de su espalda. Ella no dijo nada. La relajación de sus músculos hablaba por ella. Poco a poco la cadencia de su teclear disminuía al tiempo que se abandonaba al placer de mis manos por su cuerpo. Masajeé su espalda de arriba abajo. Despacio, sin prisa dejando que las reacciones de su cuerpo marcaran el camino de mis manos. Con ambas manos, masajeaba su cintura, presionando y deslizando mis pulgares alrededor de su columna vertebral. Poco a poco mis pulgares fueron bajando más y más. Cuando llegaron al borde de la falda, los deslicé por el interior de su prenda de forma furtiva a la par que fluida.

Si quieres puedes bajarme un poco la cremallera de la falda

Yo obedecí sus órdenes. Con cuidado deslicé la cremallera hacia abajo dejando a la vista un tanga negro que era el marco perfecto para el delicioso trasero redondeado de la mujer. Erotizado con la visión suspiré en silencio y continué las manobras bajando un poco más con los dedos hasta introducirlos ligeramente entre sus nalgas. La mujer no rechistaba ante mis movimientos y permanecía impasible, con las piernas cruzadas mientras yo seguía deslizando mis manos cada vez hasta sitios más prohibidos.

Con cada vez menos reparo, y más excitado, lancé mis manos a su glúteo izquierdo para masajearlo con un profundo amasamiento. Ella se inclinó ligeramente hacia adelante, dándome acceso a todo su culo con mis manos. La piel de su trasero era suave y tersa.  Poco a poco me adueñe de la situación y masajeaba sus glúteos con ambas manos, manoseándolos casi con lujuria. Gilda lanzó un gemido de aprobación que hizo que un bulto comenzase a crecer en mi pantalón.

Cuando mis manos ya no eran capaces de llegar más adentro deslicé mis manos por encima de su falda recorriendo su pierna derecha hasta las rodillas que descansaba sobre la pierna izquierda. Amasé sus muslos con lascivia de arriba abajo introduciendo mis manos por debajo de su falda. Ella se inclinó hacia el lateral dándome acceso a la parte se abajo del muslo y cuando me había dado cuenta la falda había subido, hasta la cintura y su culito estaba totalmente disponible para mí. Masajeé la cara externa de los muslos por arriba y por debajo hasta llegar a sus glúteos y acercándome peligrosamente a la tela que separaba su sexo de mis manos.

En una de las ocasiones que deslicé mis manos desde sus rodillas, introduje mi mano izquierda entre los muslos de la mujer y comencé a bajar despacio, amansando ambas caras del muslo derecho a la vez. Ella dejó caer su pierna al lado de la otra dándome acceso a sus partes más prohibidas. Fui bajando por el interior de su muslo hasta que mis manos llegaron a su ingle. Aquello fue como un resorte. Sin decirme nada Ella se abandonó y abrió un poco más  sus piernas. Mientras respiraba cada vez con más profundidad  yo pasaba con mis manos de un muslo a otro  masajeando con toda la intención entre sus piernas por encima de la más que humedecida pieza de ropa que tapaba su sexo. Ella comenzó a gemir ligeramente al tiempo que movía sus caderas, mientras yo me dedicaba ya sin pudor casi exclusivamente a amasar su sexo a través de su tanga.

Sin poder aguantar más, aparté su tanga y comencé  manosear su chochito. Sus gemidos callados eran cada vez más audibles los pliegues de su clítoris se enredaban entre mis dedos y ella comenzó a mover cada vez más sus caderas al son que mis manos marcaban. Al tiempo que manoseaba su coño, deslicé mi mano por su espalda y solté su sujetador dejando sus tetas libres para mi acerque mi boca a sus pezones y comencé a comerle las tetas con lujuria. Su chochito estaba cada vez más húmedo y abierto y mis dedos no tardaron en caer presos en su interior. Su coño fagocitó mis dedos corazón y anular y comencé a penetrar su sexo con fuerza una y otra vez  mientras ella apretaba mi cabeza contra sus tetas y gemía cada vez con más fuerza. No tardó en llegar el orgasmo. Ella mordía sus labios intentando no gritar mientras su cuerpo encogía de placer.

Dios!! - acertó a decir mientras aun notaba las pulsaciones de su coño en mi mano fruto de su orgasmo.

Saque mis dedos del interior de su sexo completamente empapados. En aquel momento me di cuenta de la morbosa situación que habíamos vivido. Ella, exhausta, miro hacia el evidente bulto de mi pantalón. Yo, a pesar de mi enorme excitación, entendí que no era el momento, y le deje marchar. Sin saber si me arrepentiría

Me debes una! – Dije

Ella me guiñó un ojo

Al final se fue a casa, aun temblando, sin terminar lo que estaba haciendo, y con otra cara totalmente distinta… aún recuerdo la paja que me hice en el baño en cuanto de fue.

¿Que pensais? ¿Pasó, o no pasó?


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