El Piru, su primo y Maite.

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Carlos es el primo dos años mayor que Alfredo "El Piru"; desastre en la escuela que abandonó con trece, rudo, inquieto, noble, trabajador y ansioso de comerse la vida a su manera, sin miedo a nada ni a nadie; ídolo en la intimidad de Alfredo, representaba la libertad soñada por todo adolescente, vivir sin normas.  Tenía una motillo, ni había cumplido dieciocho ni tenía carnet, pero era habitual que se desplazase con el coche de la hermana que esa mañana de otoño se casaba embarazada del último novio que conoció ese verano.

El Piru y su primo Carlos ataviados con las americanas compradas para la ocasión entraron a la Iglesia, se quedaron atrás y en cuanto comenzó la ceremonia sigilosamente se dirigieron al bar más cercano para tomar una cerveza y comprar un paquete de Winston.

- Hoy es un día grande. -se decían uno a otro para convencerse de que ese día nadie les diría nada por beber y fumar a destajo, en una boda de los 80 los adolescentes podían hacer cosas en público que normalmente hacían en privado.

Maite, una prima del novio esperaba en la puerta de la Iglesia la salida de los recién casados.  Un poco mayor que ellos, 18 ó 19, no más, pero con más kilómetros que entre los dos juntos; capaz de hacer varias cosas a la vez a toda velocidad; mascar chicle abriendo la boca, beber cerveza, reír a carcajadas, fumar, hablar sin parar y poner morritos al que la mirase, todo al mismo tiempo.  Para aquellos dos adolescentes era el vicio personalizado, algo habría que decirle, no se iría de rositas, tiempo al tiempo que esta cae, está hecho pensaban.

Pasó la ceremonia, en el banquete estaba alejada de ellos, no le quitaban el ojo ni veían el momento de poder acercarse para entrarle, debían ser astutos para que ningún otro chaval se adelantase.  Todo planeado, Carlos le había pedido el coche, un Seat 124 D, al primo pijo de Donosti, esa era la táctica secreta, alejarla de los otros depredadores.  Por fin comenzaron los cafés, todo se relajó, las corbatas empezaron a soltarse, las americanas ya descansaban en el respaldo de las sillas y los puros llenaron de humo el restaurante.  El Piru y su primo fumaban sin parar y bebían todo lo que estaba a su alcance.  Era el momento de la caza y los dos cachorros muy seguros de sí mismos salieron de ronda.  El Piru amparado en Carlos, Carlos amparado en El Piru, y ambos amparados en su propia inexperiencia.

- Hola, ¿eres Maite la prima de José? ¿Verdad? Te conozco de vista, de un día que viniste a fiestas.

- Ya sé, y tú el hermano de Ana, que me lo han dicho por ahí. - dijo sin dejar de mascar chicle entre calada y calada- ¿Y este quién es?

- Mi primo Alfredo, pero le decimos "El Piru", viene muchos fines de semana, es estudiante.

Ya estaba roto el hielo, ahora tocaba la fase del despiste, entretenerla, marearla, hacer que subiese al coche.

- Que digo que si vienes a tomar algo, nos han dejado un 124. - le dijo con mucha seguridad Carlos.

- Va.

Y se fueron los tres al pueblo de al lado con el coche prestado a tomar unos "mediocubaderonconlimón", y a fumar, y a reír, y a asomarse al escote, y a mirarle las piernas, y a ver cómo se movía esa minifalda, y a lanzarle miradas furtivas al culo. Al tercer o cuarto mediocuba decidieron volver, había sesión de discoteca para cerrar la fiesta y no debían faltar ninguno de los tres.

Aparcado el coche y en la puerta de la sala llegó el momento de asestar la dentellada mortal, tenían que pedirle irse con uno de ellos a disfrutar de los placeres del sexo antes de que a Maite se le pasase el despiste de humo y alcohol; o eso pensaban ellos que esa tarde verdaderamente acumulaban mucho humo y mucho alcohol en el cuerpo.

- Oye, -le dice el primo mirándola a los ojos fijamente-, que si te vienes al pajar con nosotros, ya sabes.

Y la tipa sin dejar de mascar chicle dice tranquilamente:

- Vale, vamos los tres.

Sin poder articular palabra, ambos pensaron lo mismo, ¿Quéeeeee? No es posible, ¿ha dicho sí? ¿y ahora que se hace? Lo dice por el primo seguro. Fijo que por mí no. Y susurrándose el uno al otro se dicen:

- Piru, que te dice a ti.

- Carlos, que te dice a tí.

- Bueno, ¿qué? ¿vamos ya? -les dice ella impaciente alzando la voz sin importarle ser escuchada por cualquiera.

Estaban preparados para cualquier respuesta excepto para un sí.  Bajaron la cabeza, murmuraron que no, que era broma, que tenían un poco de prisa repentina y la invitaron a entrar al baile mientras ellos esperaban en la puerta a otro primo imaginario.  Chao, luego nos vemos.

Allí se quedaron un rato, mirándose, sin apenas hablar, fumando unos cigarros mientras intentaban entender qué había sucedido, porqué se les había escapado cuando ya estaba atrapada.  Entraron cigarro en boca, mediocubaderonconlimón en la mano y vieron como al poco rato Maite, la explosiva chica que les había acompañado hasta hacía un momento, se iba de la mano de un tipo con melenas y bigote que no conocían, que ni siquiera había estado en la boda de la hermana y prima.

Treinta años después, El Piru y Carlos, cada vez que se juntan se ríen y todavía se ruborizan de la breve historia que les sucedió con Maite, que por cierto también se casó al otoño siguiente embarazada del Guardia Civil que casualmente llegó en verano.

http://jlasanta.blogspot.com


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