La tortuga veloz

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Esta era una tortuga muy veloz, aunque excepto ella, nadie, ni su propia familia lo sabía: porque ella no lo demostraba delante de nadie. Sin embargo, de noche cuando nadie la veía se ponía a entrenar y llegaba a correr tanto o más, que la liebre que todos los días al pasar por delante de su casa, en su propia cara se reía de ella, llamándole torpe y otros motes insultantes, creyendo la liebre que la tortuga era igual de lenta como las demás compañeras y que nunca la alcanzaría si le quisiera pegar.

Esa misma cantinela se repetía casi todos los días y la tortuga después de oír de la liebre, los mismos insultos en un espacio de tiempo muy largo; un día se cansó y convocó a todos los animales del bosque, incluida la liebre, retando a esta a una carrera, entre dos puntos que ella misma quisiera.

Los animales del bosque, con la liebre al frente, incluidas las demás tortugas, quedaron asombrados por tal ofrecimiento y no se creían lo que oían sus oídos. Por eso la familia de la tortuga y todas sus compañeras, le decían que no siguiera con esa locura. No obstante la tortuga no se arrepintió en ningún momento de su ofrecimiento, además les dijo; que la perdedora, estuviera una semana en ayuno, bebiendo solo agua, bajo la supervisión de todos los animales. Viendo la tozudez de la tortuga, la liebre acepto el ofrecimiento. Creyendo como todos los demás, sin excepción, que ella sería la vencedora.

El día que habían puesto para la carrera, había una gran expectación entre los animales del bosque; para saber por cuanta distancia ganaría la liebre y por eso se hacían apuestas: llego la hora del comienzo de la carrera, en una distancia de 200 metros, que fue lo que eligió la liebre. El comienzo de la carrera fue espectacular por parte de esta, que se puso varios metros por delante. Aunque ante el asombro de todos, la tortuga fue recortando la distancia, hasta sobrepasarla, ganando la carrera con dos metros de ventaja. La ovación a la tortuga por parte de todos los animales, fue de las que hacen época y todas las tortugas llorando de emoción, levantaban en el aire a su familiar y compañera.

Desde ese día la liebre tuvo que estar una semana sin comer y después de eso, nunca se le ocurrió reírse de otro animal, por poco veloz que le pareciera.


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