EN SU PAPEL-PARTE 1

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Samuel se despertó, miro el reloj del móvil y pegó un brinco descomunal. No había oído el despertador que había sonado quince minutos antes. Se dirigió al aseo, se adecentó deprisa y corriendo se tomó rápidamente un café ya preparado de la noche anterior y se fue raudo a la entrevista de trabajo. Cuando llegó miró a su alrededor y observó que tenía mucha competencia, como no podía ser de otro modo claro. Más mujeres que hombres por lo que pudo ver, tanto unos como otros de una edad más joven y eso que él no era primo hermano de Matusalén ¿por qué se sentía tan fuera de órbita? ¿Por qué le daba la impresión de que no encajaba en ese lugar? No, la culpa de todo la tenía la sociedad. Se habían establecido unos cánones, también en el mundo laboral y si no estabas dentro de ellos ya no eras nadie, no existías, eras humo. Vio que había una mujer que aparentaba ser mayor que él y sintió la tentación de acercársele y cogerle la mano en señal de solidaridad pero se echó atrás, hubiera sido una falta de consideración por su parte.

A medida que el tiempo pasaba la sala se fue vaciando hasta el punto que solo quedaba una joven con pintas de recién salida de la hornada de titulados académicos y él. Se percató que a simple vista, y no solo por la indumentaria, eran la noche y el día. Él con su atuendo “busca empleo” pantalón de pana color café, camisa negra y americana a conjunto con el pantalón. La verdad es que con el éxito que tenía hasta el momento sentía la tentación muchas veces de cambiar pero aunque solo fueran unos simples pantalones, una banal camisa o una insustancial americana le daban seguridad pese a que por desgracia no pudiera o no supiera transmitirla a los demás.

El atuendo de la muchacha por el contrario no le dio la impresión de transmitir seguridad alguna, más bien lo contrario. Era una vestimenta algo temeraria, más aún para ir a solicitar un puesto de trabajo. A saber: falda de cuero negra a la altura de la rodilla, medias rotas del mismo color, una camiseta que se suponía blanca pero que ahora aparentaba ser del color dado por sus muchos lavados con una calavera dibujada. No tenía pintas de buscar un trabajo de alto ejecutivo.

-  No contratarán al de la camisa a cuadros

-  ¿Perdón?

-  Ah, disculpe, me llamo Amelia, encantada. Digo que no contratarán al de la camisa a cuadros.

-  Sí, sí, la he oído, pero no entiendo el comentario. Por cierto, me llamo Samuel.

-  Un placer Samuel. Muy fácil, por su forma de actuar, me gusta observar a la gente y analizar sus reacciones. Unas piernas cruzadas, frotamiento de manos, la cabeza mirando a izquierda y derecha…estado de nerviosismo puro y duro con el cual no le auguro un buen futuro en esta empresa.

-  ¿Y a los demás candidatos qué futuro les espera?

-  Contándole a usted por supuesto

-  Por supuesto, y usted misma, ¿o prefieres que te tutee dada tu edad?

-  Los años no se miden por la fecha de nacimiento sino por las experiencias y le aseguro que tengo unas cuantas, pero eso ahora no viene al caso. Tutéeme si lo desea siempre y cuando me permita hacer lo mismo.

-  Echo Amelia, de tú entonces. Bien, y ahora a por tu psicología.

-  Bueno, bueno, tampoco se trata de llamarlo así, la psicología es algo más serio, ¿no te parece? Aquí lo que prima es la sencillez, si quieres estar nominado para un empleo donde una de las cosas que te piden es don de gentes no puedes estar temblando como un flan y con gestos inequívocos de inseguridad como nuestro amigo Carlos. Perdona, me gusta bautizar a la gente, y el de la camisa tiene todos los puntos de llamarse Carlos.

-  Y yo, ¿qué nombre me hubieras puesto de no habértelo dicho?

-  No lo sé Samuel, ahora mismo no se me ocurre, pero no te pega tu nombre.

-  Es una herencia de mi abuelo materno que también se llamaba así.

-  Ese es el problema, nos ponen el nombre al nacer y la inmensa mayoría de veces no casa nuestro carácter con él.

-  A lo mejor tendrían que inscribirnos cuando tuviéramos suficiente juicio o que en los registros civiles hubiera un funcionario entendido en la materia como tú y con un test nos bautizara a todos, ¿qué? ¿Te gusta la idea?

-  Me da la impresión de que te estás mofando Samuel. De todos modos, la personalidad de cada uno no nos lo da lo que pone en nuestro documento de identidad sino en cómo afrontamos nuestro día a día seamos Samueles, Amelias o Pericos de los Palotes.

-  O sea, que según tus disertaciones, hay días que somos Juanes y días que somos Pedros.

-  O días que somos Jesús y días que somos Judas según donde vayan nuestras cábalas y lo que hagamos con ellas.

-  Me vas a perdonar, y ahora cambiando el tema pero ¿crees que vas vestida con la ropa adecuada?

-  La única indumentaria que tienen que tener en cuenta es esta carpeta donde llevo todo mi historial académico. Desgraciadamente lo que juega en mi contra es que soy recién salida de la universidad y estoy total y absolutamente desnuda de experiencia laboral. Imagino que no es tu caso.

-  Tampoco tengo mucha no te creas.

En ese instante salió el hombre al que había hecho referencia Amelia, el de la camisa de cuadros. Los dos se miraron el uno a la otra preguntándose a quién llamarían primero y deseándose toda la suerte del mundo. Salió una mujer que lo más seguro sería la secretaria y llamó a Samuel. Éste se levantó, le dedicó una sonrisa a Amelia y se dirigió al despacho para la entrevista.


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