EN SU PAPEL-PARTE 4

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Camino del ascensor le vino a la memoria Samuel, ¿qué le llevó a entablar conversación con él? se preguntó. No tenía que haberlo echo dadas las circunstancias, su dedicación laboral no se lo permitían ni con Samuel ni con nadie. Era curioso como ella que estudiaba los entresijos interiores de los demás estuviera meditando sobre el suyo propio. ¿Qué tenía ese hombre para lograr con ella una jugada maestra en tan poco período de tiempo? Pensó que la ciudad era pequeña, que la providencia volvería a unirles en algún momento pero así como la idea le vino a la cabeza se fue por el mismo camino en un suspiro. Recordó que su profesión la obligaba a ser alguien diferente a cada paso que daba, a cada empresa que acudía, a cada despacho que asesoraba. Quién sabe, tal vez la diosa fortuna propiciaba un encuentro entre ambos en menos de una hora, pero ella una vez más debía simular ser otra candidata a un puesto de trabajo esperando en una sala de espera repleta de hombres y mujeres deseosos de cumplir sus sueños y que alguien como ella empujara el columpio del destino con fuerza para ayudar a hacerlo realidad.

Llegó a la asesoría y se adentró rauda en su despacho dejando prácticamente con la palabra en la boca a su compañera al decirle buenos días, cogió de un armario que se encontraba en la pared del fondo unos pantalones largos color pistacho, una blusa blanca y un pañuelo con estampados de flores rosa y pistacho. Seguidamente de un cajón de la mesa sacó un set de maquillaje, una peluca rubia larga y unas gafas de sol para encaminarse después hacia el cuarto de baño. Quince minutos después salió una mujer totalmente distinta a la que entró en la asesoría. Lo primero que hizo fue soltar un “disculpa Maite, pero llegaba tarde. Buenos días a ti también, y ahora marcho que no llego. A ver, creo que lo llevo todo…Dime, a tenor de cómo me has visto entrar a ahora, ¿me conoces?”

-  Ni lo más mínimo, te lo aseguro, de cada día te superas

-  Gracias por el cumplido. Bien, lo dicho, que me piro.

-  Ya me contarás

-  Es confidencial y lo sabes…

-  Y sabes que termino por enterarme…

-  Que guasona…Sí, lo sé, vaya que si lo sé.

Y con esas salió por segunda vez esa mañana de la asesoría y se encaminó hacia la segunda empresa del día donde se requerían sus servicios. En esta ocasión no se trataba de un puesto de tan alta envergadura como el anterior, pero sí de responsabilidad. Porque todos los empleos en mayor o menor grado, por grandes o pequeños que sean conllevan que las personas responsables de ellos sean eso: responsables. Siempre les decía a las personas que asesoraba que toda plantilla es esencial e importante desde el primero al último y que hay que cuidarlos y mimarlos a todos en el mismo grado sin distinción. Da igual que pertenezcas al personal de limpieza, seas el recepcionista, el chico de los recados o uno de los grandes ejecutivos. El castillo de naipes lo forma toda la baraja, les decía siempre a modo de ejemplo puesto que le encantaba ese símil, y si no vamos alerta y se nos cae un naipe sea del palo que sea corremos el peligro que el castillo se desmorone.

Encontró aparcamiento a unos cien metros del supermercado. Pensó que siendo día laborable había tenido una suerte tremenda, más teniendo en cuenta que en las inmediaciones había dos colegios y un instituto y se aproximaba la estampida de alumnos dando por zanjada otra jornada académica. Miró al frente, ella había ido a uno de esos colegios, que recuerdos…que ya no volverían así que no valía la pena sumirse en la nostalgia.

Diez minutos después ya estaba sentada en el departamento de recursos humanos del supermercado esperando junto a un grupo de lo más vario pinto de candidatos al puesto y sin más se concentró en lo que allí la había llevado, poner ojo avizor en todos y cada uno de ellos y no perder calada. Hizo antes una oteada rápida, no vio a Samuel y no pudo por menos que sentir… ¿sentir qué?

Samuel llegó a su casa alrededor de las dos de la tarde. Después de la entrevista decidió darse un paseo sin rumbo fijo, a fin de cuentas tenía todo el tiempo del mundo aunque esperaba que eso se solucionara pronto. Se acordó de Amelia y se preguntó qué tal le habría ido. Lo más seguro es que la echaran sin contemplaciones, lo que ella predicaba era muy bonito: eso del interior, que lo que valía era eso, lo otro, lo de más allá…pero hoy en día tenemos la desdicha de vivir en una sociedad donde lo primero que miran es la fachada sin detenerse a observar. La fachada de Amelia, pensó, no era la más apropiada para un cargo de tan alto nivel. De todas formas, pensó, aparentaba ser muy lista así que encontraría su camino más pronto que tarde. Esperaba encontrársela algún día por la calle o, quién sabe, en un cine, en un café…y poder decirse el uno al otro que por fin eran útiles a la sociedad a pesar de que según recordó ella acababa de tomar camino como recién salida de la universidad aunque no aparentaba ser tan joven. Quizás empezó a estudiar más tarde, a saber.


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