EN SU PAPEL-PARTE 7

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Se dirigió rauda a por su gran bolso que había adquirido el día anterior y, menos la ropa que tenía que llevar para la primera empresa, el resto lo metió como pudo y salió. Pensó que hoy con tanta empresa el bolso no era lo suficientemente grande pero no iba a comprar otro, días como hoy se daban puntualmente así que no valía la pena.

Subió al coche y giró la llave de contacto, pero el destino cuando quiere ser caprichoso lo es, el auto no arrancaba. Probó varias veces y nones, no reaccionaba. Comprobó el estado de gasolina y era correcto, los niveles de aceite también, ¿qué pasaba? Vale, sí, era un coche del año de la maría castaña, pero hasta el momento jamás la había dejado en la estacada. Salió y abrió el capó a ver si podía averiguar qué pasaba pero ¿a quién pretendía engañar si ella no entendía nada de las almas ni de las mentes automovilísticas? Ella era experta en personas, en seres humanos y no siempre acertaba, una máquina para ella era una ecuación sin despeje de incógnita posible.

Mientras miraba detenidamente el motor oyó que una voz a su lado le decía:

-  Disculpe, ¿necesita ayuda?

No puede ser, pensó, no puede ser…

-  Oiga, ¿me oye? Qué si quiere que la ayude

-  Perdone, estaba distraída, pues si entiende usted de estos cacharros se lo agradecería sí. No sé qué pasa que no quiere arrancar y la verdad es que tengo muchísima prisa. Antes que pregunte, ya he comprobado gasolina, aceite…

-  Apártese, a ver si puedo vislumbrar qué pasa. Por cierto, ¿cuántos años tiene este vehículo? No deben circular muchos ya.

-  Era de mi abuelo, figúrese, así que unos cuantos.

Le escuchaba presa de los nervios, aún no daba crédito, Samuel estaba ahí. Estaba ahí y ella no podía decirle lo mismo, para él no podía ser Amelia o al menos no esa Amelia que él conoció. La que él recordaba era una desconocida y tenía que seguir siéndolo pese a que ansiaba con todas sus fuerzas mirarle a la cara y decir: ¿es que no me conoces? Ojalá, pensó, alguien fuera capaz de ponerse en su papel.

Miró el reloj y no pudo por menos que ponerse de los nervios. Si antes de salir a la calle ya iba con el tiempo justo, ahora éste le estaba pisando los talones, aunque no hay mal que por bien no venga…No, en su caso no era así, y lo sabía. ¿Pero qué poder tenía ese hombre? Ella jamás había creído en flechazos, amores a primera vista, Cupido ni nada que se asemejara y no iba a hacerlo a esas alturas. O eso creía ella…

-  Bueno, esto ya está, aunque te recomiendo que compres uno nuevo. Ahora hay modelos muy bien de precio y creo que hasta algunos concesionarios si les llevaras tu viejo coche te lo dejarían aún más barato. Por cierto, me llamo Samuel, un placer.

-  Encantada…Marta, mucho gusto. Fue el primer nombre que le vino a la mente. Sí, quizás lleves razón, la verdad es que en este último mes ya es la tercera vez que me deja en la estacada. Pero que quieres, le tengo cariño. Son muchas batallas compartidas y como te he dicho era de mi abuelo, me cuesta desprenderme de él.

-  Sí, eso pasa a veces. Pues nada, que tengas suerte, aprenda a apreciarte tanto como tú a él y no te vuelva a dar plantón, jaja. Y ahora lo siento, tengo una entrevista de trabajo en menos de media hora, deséame suerte.

Madre…pensó Amelia, mejor preguntar.

-  ¿Puedo permitirme la libertad de preguntarte dónde?

-  ¿La entrevista? En una empresa de seguros, no me convence mucho pero así están las cosas. Hay que amoldarse a lo que te viene.

Ella se dirigía a una empresa de seguros, el destino no podía ser así, ahora tendría que apañárselas para cambiarse de indumentaria. Por si las moscas, le preguntó a cual, igual se estaba asustando sin motivo.

-  Ahora de memoria no recuerdo, un momento que saco la tarjeta. Sí, tienes razón, si pretendo que me contraten tendría que saberlo. “Tus Seguros, SA” Anda, pues mira que olvidárseme ya me vale, el nombre es bastante recordable, ¿no crees?

-  Pues sí, la verdad-dijo ella mientras pensaba “que alivio”, puesto que no era la misma-Bien, perdona por ser descortés, pero yo también tengo que ir a un sitio y como tú también debo ser puntual. Muchísimas gracias de verdad, te debo una, que te vaya bien la entrevista.

-  Gracias. Y, si nos volvemos a ver, te recordaré esa deuda y me la cobraré.

-  Eso está hecho. Gracias de nuevo Samuel y que te vaya bien.

-  Lo mismo digo Marta.

Samuel llegó a la aseguradora cinco minutos antes de la hora pactada para la entrevista. No sabía qué hacía allí, como le había dicho a Marta no era un empleo que le entusiasmara. De repente le vino un pensamiento: la voz de Marta, se parecía muchísimo a la de Amelia, ¿se estaría obsesionando? Se recordó a sí mismo no decir ni media de eso a su amigo César, buena le iba a montar y bastante tenía él ya. Entre lo suyo y que ahora se había añadido lo de Sandra tenía el tarro mental completo.

Cuando acabó la entrevista se dirigió a casa de su hermana. Después de la llamada de su cuñado el día anterior quería saber cómo estaban las cosas y, sobretodo, cómo estaban los niños. Santiago había montado un circo de padre y muy señor mío, su hermana ya le había puesto en antecedentes pero no creía que llegara a tanto. Que la responsable de los niños era Sandra, que si era con ella que tenían que estar, que si esto que si lo otro que si lo demás allá… ¿Pero será egoísta? ¿Es que su hermana no tenía derecho a unas horas de distracción? Se dijo a sí mismo que como él se enterara de que ese individuo en los días de visita inter semanales, sábados, domingos, vacacioneso lo que fuera dejaba a sus sobrinos en algún momento con otra persona que no fuera él iba a tener problemas porque él se aseguraría que los tuviera. Eso sí lo tenía, a la familia ni tocarla. Pensó en Santiago y pensó que a nadie le gustaría estar en su papel.


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