EN SU PAPEL-PARTE 9

Por
Enviado el , clasificado en Varios / otros
760 visitas

Marcar como relato favorito

Salió de allí una hora después y, previa llamada de aviso a la asesoría, se fue directamente a su casa. Ya entregaría el informe al día siguiente, total no venía de unas horas más o menos. Al llegar se quitó el abrigo, lo colgó en el perchero de la entrada junto al bolso y acto seguido sus pasos la llevaron cual autómata directa a la habitación. Se descalzó y se tumbó en la cama donde se quedó dormida a los pocos minutos hasta la mañana siguiente.

Cuando Samuel llegó a su casa por la noche cenó y una vez sentado tranquilamente en el sofá llamó a César para ponerle en antecedentes respecto a Sandra y que éste pudiera mover hilos.

-  ¿Pero aparte del tema monetario conoces tú algún abogado matrimonial que sea competente?

-  Samuel, con dinero de por medio cualquier abogado lo es.

-  Igual no me he expresado bien. Los hay que se especializan más en una materia o en otra.

-  Ya, ya. Lo mío era solo sarcasmo. Sí, conozco a una muy buena. Es entendida en el tema y, no solo eso, se toma cada uno de sus casos como si fueran cosa suya ya me entiendes.

-  Totalmente, pues una mujer así es lo que Sandra precisa. Por cierto, no sé cómo se lo va a tomar el letrado de oficio cuando mi hermana le diga que prescinde de sus servicios.

-  La verdad es que siendo como tú bien dices de oficio y que no iba a cobrar honorario alguno no creo que monte ninguna película. Oye, para informarla cuando la llame, ¿sabes quién es el abogado de tu cuñado?

-  ¿De Santiago? Ostras, pues no, se me pasó preguntar a Sandra. Bueno, en realidad no se me olvido, no se me ocurrió simplemente. Mira, si te parece, luego le mando un washap y te digo cosas.

-  Estupendo. Hay que ver las vueltas que da la vida, ¿verdad Samuel? El día de su boda los veías con unas miradas repletas de un amor infinito y ahora mira. Aunque ahora que me acuerdo, tú siempre me dijiste que no te fiabas y que Santiago no era santo de tu devoción.

-  Y tú no me hiciste ningún caso, por no hablar de mi hermana claro.

-  Tu hermana vivía en una nube en aquellos tiempos, estaba enamorada, ¿tú crees que lo sigue estando?

-  No, en absoluto, a no ser que sea una actriz digna de un Goya. Desde luego lo que he podido ver y escuchar en estos días no apuntan a que exista ningún tipo de sentimientos que aún estén vivos en el corazón de mi hermana.

-  Por quién me duele más es por tus sobrinos.

-  Si, ya se sabe que aunque quieras evitarlo cuando unos padres se separan los niños acaban pagando los platos rotos. Esperemos que tanto Santiago como mi hermana se comporten como adultos y repercuta lo menos posible en Enrique y Sasha.

-  Yo también lo espero, y ahora vamos a cambiar de tema: ¿has sabido algo más de esa mujer de la que me hablaste el otro día? Amelia, ¿no?

-  No, no la he vuelto a ver. Aunque esta mañana he conocido a otra que…

-  ¿Otra? Madre…dos en dos días…y ésta qué, ¿promete?

-  Tú y tu manía de querer emparejarme a toda costa. Me la he encontrado en mitad de la calle, no podía arrancar su coche, la he auxiliado y punto final de la historia. Por cierto, tendrías que haber visto el vehículo en cuestión, seguro que tenía más años que tú y yo juntos. Bueno, ahora que me acuerdo, creo recordar que me dijo que era de su abuelo, imagina.

-  Con razón no le arrancaba a la pobre. Y esa damisela en apuros, ¿tiene nombre?

-  Sí, Marta. Oye, igual me tacharás de loco o vete a saber de qué, pero aunque no se parecían absolutamente en nada sus voces eran absolutamente idénticas.

-  Perdona, ahora no te sigo.

-  Amelia y Marta César. Sus voces, eran iguales.

-  A ver, loco no, ese calificativo creo que es muy grande para lo que te sucede. Pero un poco obsesionado sí que me da que lo estás sí. El problema ahora es que sepas la obsesión si se llama Amelia o Marta. Si te soy franco, no me gustaría estar en tu pellejo si mañana conocieras a otra mujer, sobre todo por si a su voz le pasara algo.

-  Que gracioso. Oye, hablamos mañana si te parece, ahora necesito acostarme. Estoy algo cansado.

-  De acuerdo. No olvides pasarme el nombre del abogado de Santiago.

-  Tranquilo, no me olvido.

Cuando la conversación finalizó, César se quedó mirando fijamente el móvil pensando en su amigo y en lo que le había relatado de las dos mujeres que había conocido. Desde luego, no le gustaría estar en su papel.

 


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed