EN SU PAPEL-PARTE 13

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Amelia se estaba preparando para irse al balneario, había visto una oferta en la prensa local y no pensaba desaprovecharla. Además, necesitaba liberar tensiones, que eran muchas. A decir verdad iba para dos días pero sabía que su estrés no se lo quitaba ni en dos años en un complejo de ese tipo si a lo que tenía ella podía denominarse así. Tomó la determinación de no pensar más en ello y disfrutar. Pero antes decidió llamar a Raquel por si se le ocurría llamarla. Como no iba a estar en casa ni tampoco pensaba llevarse ni el móvil, ni el portátil, ni la táblet ni nada de nada no fuera que su hermana quisiera ponerse en contacto con ella y se preocupara aunque a decir verdad Raquel no era muy proclive a estar llamando cada dos por tres, más bien era ella la que procuraba que el amor fraternal no se rompiera ni estropeara con el devenir del tiempo.

Habló con su hermana cinco minutos, lo imprescindible para que Raquel le deseara que se lo pasara lo mejor posible y que se olvidara de todo y de todos, que le dijera que ya hablarían a la vuelta y le mandara muchos besos. Como siempre la conversación no se había podido alargar más, compromisos ineludibles de Raquel lo habían impedido. Pensó en los casos de los que con más frecuencia solía encargarse su hermana, la inmensa mayoría litigios entre matrimonios rotos, amores hechos añicos…y se dijo que no le  gustaría estar en su papel.

Samuel se encontraba en su casa sentado en el sofá viendo una de las películas de la saga de Narnia con sus sobrinos. No le hacían mucha gracia ese género de films pero qué podía hacer, bastante tenían ya esos niños encima como para ahora ir él y decirles que la quitaran. No le iban mucho las fantasías, era un hombre aferrado siempre a la realidad. Siempre lo había sido, incluso de niño. Pero bueno, todo fuera por un buen fin, un fin que llegara a la mayor brevedad posible a poder ser. Para ello tenía una confianza ciega en Raquel pero el problema radicaba en que a tenor de los comentarios de ésta última tenía cierto temor hacia el letrado de su pronto ex cuñado, pese a decirle su amiga. “a ese yo lo aniquilo en medio asalto, ya lo verás”. Demasiada seguridad en sí misma, pensó, y eso puede tener su lado positivo por descontado pero también un lado muy pero que muy negativo. Esperaba que ello no afectara ni a su hermana ni a esos niños que tanto quería. Los contempló y no pudo por menos que envidiarles, los dos se encontraban ahí mirando fijamente la pantalla embelesados sin ser conscientes de nada ni de nadie. Bendita infancia, pensó, bendita infancia…

Sandra había dejado a Enrique y Sasha con su hermano mientras ella iba al bufete de Raquel para ultimar los preparativos del juicio que se había señalado para dentro de dos semanas. La letrada le dijo que había que ser implacables, que la palabra piedad no la contemplaba a tenor de lo que ella le relató sobre Santiago. Pero dirigiéndose hacia allí pensó que debía decirle a su representación legal que no jugara tan sucio, su marido podía ser todo lo asqueroso que un hombre pudiera ser pero jamás le había puesto la mano encima por ejemplo y  sobre todas las cosas nadie podía negarle que era un buen padre.

Llegó puntual a la cita, casi podría decirse con la de un reloj suizo. No tuvo que esperar mucho para que Raquel asomara por la puerta de su despacho y la hiciera pasar no sin antes ofrecerle un café que ella rechazó. Le dijo que tomara asiento y se pusieron las dos a preparar su estrategia.

La letrada hablaba y hablaba parando de vez en cuando para recabar su opinión. El problema era que Sandra no comprendía todo ese galimatías, los términos jurídicos se le escapaban pese a que la abogada intentó en varias ocasiones explicárselo con la mayor claridad posible. Le comentó la fortuna que habían tenido con el juzgado al que se había turnado el asunto, juzgado llevado por la Juez Heredia quién no se despeinaba ni un ápice ni tenía ninguna piedad por los hombres cuerno como los llamaba en petit comité según le hizo saber Raquel. Eso, aunque fuera durante unos segundos la hizo sonreír. No era necesario a tenor de sus palabras que su letrada le dijera que esa mujer había pasado por su mismo trance: la traición.

Después de más de una hora de intercambios por fin dejaron zanjados los términos y condiciones dando su brazo a torcer tanto la una como la otra en algún que otro aspecto, por lo que dieron la reunión por finalizada y quedaron para verse a la semana siguiente en la exploración judicial de los niños la cual iba a celebrarse una semana antes del juicio. Sandra agradeció a Raquel toda la ayuda prestada (pese a que ese agradecimiento era un tanto hipócrita porque sus buenos euros le costaban al bueno de César) y se marchó rauda a buscar a sus hijos.

Llegó a casa de su hermano y éste le hizo una señal con el dedo índice en los labios señalándole con un movimiento de cabeza el sofá. Al parecer Enrique y Sasha se habían dormido. Samuel había sacado sendas mantas y los había arropado para que no pasaran frío


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