EN SU PAPEL-PARTE 19

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Raquel se despidió del Letrado y se dirigió donde estaban Sandra, Samuel y César. Les pidió disculpas por la tardanza y les informó del trágico suceso. El juicio empezaba en quince minutos y todos se preguntaban qué pasaría. En especial Sandra.

-  Nada de estrambótico Sandra, la vista se suspende y se le da un plazo a Santiago para que encuentre otro letrado para su defensa. No hay más. De todos modos creo que lo más sensato es intentar llegar a un acuerdo que sea razonable para las dos partes y, sobre todo para los niños, con el fiscal.

-  Creí que se le declaraba en rebeldía por no tener postulación procesal. Aunque sería injusto dada la desgracia.

-  No. Eso era antes. Con las modificaciones legislativas ese supuesto se daría si no hubiera podido contestar a la demanda porque Adrián hubiera fallecido en el tiempo que se da para ello, no sé si me explico. Viendo tu cara veo que no. Bueno, tanto da. Acompáñame: vamos a hablar con tu aún marido a ver si podemos arreglar esto antes de que venga Mateo. Es el fiscal.

-  ¿Se llama así? Me gusta. Espero que sea tan profesional y competente como el nombre

-  ¿Asocias el buen hacer de los seres humanos con el nombre que les pusieron en la pila bautismal? No te preguntaré por el mío por si acaso

Se acercaron a Santiago que se hallaba junto a su madre. Ésta, al ver que la letrada le hacía una señal la cual daba a entender que quería quedar a solas con el matrimonio fue a buscarse un café de la máquina. La verdad es que la mujer más que una dosis de cafeína necesitaba…en realidad no lo sabía. Sandra era una buena esposa y una madre excepcional. No comprendía a su hijo, aunque ¿lo había entendido alguna vez? Y ahora se veía en ese entramado de togas y puñetas. No deseaba a nadie que estuviera en su papel.

Una hora más tarde se encontraban todos en la cafetería sita en las afueras del Juzgado la cual estaba llena a rebosar de periodistas ansiosos de información sobre el asesinato perpetrado a pocos metros y es que Adrián siendo un prestigioso letrado como era se le conocía en las más altas esferas. Raquel no lograba dilucidar cuáles eran sus sentimientos al respecto, pese a odiarle con todas sus fuerzas hubo un momento que había sido el hombre de su vida, ese con el que esperas ser feliz y comer perdices.

Después de una conversación la cual en algunos momentos había sido bastante tensa logró que el matrimonio llegara a un acuerdo satisfactorio para ambos y, como no podía ser de otra forma, que no perjudicara a los niños. Costó que Santiago diera su brazo a torcer en algunos aspectos pero la presencia de su madre que puso un poco de raciocinio en la terquedad del marido de Sandra lograron que el proceso acabara transformándose a los trámites del mutuo acuerdo.

-  ¿Te encuentras bien Raquel?- preguntó Samuel- No tienes buena cara.

-  Estoy perfectamente, gracias.

-  Con nosotros no es necesario que disimules-terció César-Sabemos lo importante que fue Adrián para ti así que entenderíamos que, pese a que quieras negarlo, tu muerte te haya afectado pese a querer aparentar ser una Tatcher.

-  Yo no quiero aparentar nada. Parece mentira con los años que hace que me conoces. Bien, ¿qué tal si dejamos de hablar de temas macabros? Al fin y al cabo ya no se puede hacer nada. Ahora, quién merece toda nuestra atención es Sandra.

-  Gracias, me encuentro perfectamente. Antes no las tenía todas conmigo lo reconozco pero la cosa ha ido bien.

-  Ha ido bien gracias a tu ex suegra-comentó Samuel-seamos francos

-  Me ha dado la impresión de que te tenía más cariño a ti que a su propio hijo.

-  No creo Raquel, eso sería muy fuerte. Pero sí, he de reconocer que siempre he sido su nuera favorita. Su ex perdón. Es que se me hace raro.

-  Es normal mujer, como aquel que dice llevas un suspiro divorciada. ¿Pero qué estoy viendo? ¿Esa que entra no es Marta?

-  Pues sí, lo es, ¿qué se le habrá perdido por aquí?-dijo Sandra-¡Marta! ¡Marta!. Vaya, ¿se hace la sorda o es que en verdad no me oye? Ahora vengo.

Amelia estaba en la barra hablando con uno de los camareros cuando notó una mano en el hombro. Se dio la vuelta y allí estaba Sandra.

-  Marta, te he llamado dos o tres veces.

Por supuesto, había oído que llamaban a voz en grito a una tal Marta pero le costaba habituarse a que era su disfraz. Desde luego lo suyo ya llegaba demasiado lejos, tendría que hacer ideas y pensar en cómo salir de ese laberinto en el cual ella misma había entrado.

-  Perdona Sandra, estaba absorta en mis pensamientos. ¿Qué tal ha ido el juicio por cierto? ¿Era hoy verdad?

-  Bien, ya te contaré. Pero ven a sentarte con nosotros mujer. ¿Qué te trae por aquí?

-  Trabajo. Siento tener que declinar tu oferta pero no tengo tiempo. Otro día con más calma, ahora debo marcharme. Saluda a los demás de mi parte.

Se despidieron, Sandra volvió a la mesa y Amelia se marchó del local volviendo a entrar en el mismo por una puerta que había en la calle paralela que daba con el almacén. En un sentido no había engañado a su amiga, estaba allí por trabajo, una entrevista para un puesto de pinche de cocina concretamente. Miró en derredor y constató que no había muchos aspirantes a comparación de otros sitios que había ido. ¿Tendría conocimientos Samuel de cocina? De repente le vino una salvajada a la mente, pero si funcionaba sería el primer paso para que la mentira alcanzara la verdad. Sacó su sofisticado móvil del bolso y envió rauda un washap a Sandra diciéndole que le habían comentado una oferta de trabajo en la cafetería de los juzgados y, acto seguido, se dirigió al cuarto de baño para ponerse el disfraz de la entrevista anterior. En menos de diez minutos pasó a ser rubia, media melena, pelo liso y lacio, se puso unas lentillas verdes, se maquilló a conciencia, se puso unas medias negras, una falda del mismo tono, una blusa de color salmó, un pañuelo estampado al cuello y unas botas altas marrones. Se miró al espejo y se dijo a sí misma que no estaba nada mal el resultado. Aunque el resultado verdadero no estaba allí precisamente.


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