Iván y el cromo mágico

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Érase una vez un niño de diez años, de nombre Iván, que adoraba las colecciones de cromos, especialmente las de futbolistas. Un miércoles por la mañana, al acabarse la clase de lengua en su escuela y al dirigirse al patio para jugar con sus compañeros, vio un cromo raro sobre un pupitre. Se trataba de un cromo que, aunque parecía pertenecer a la misma colección que la suya, tenía algo distinto, algo de extraño. Por una parte, los colores del uniforme del jugador no correspondían a ningún equipo del álbum, y tampoco el número del cromo, el 888. Iván no le dio mayor importancia y salió al patio a jugar, pues tenía muchas ganas de correr y saltar.

No se acordó más de ese cromo, pero el miércoles de la semana siguiente ocurrió lo mismo, aunque esa vez el cromo se hallaba sobre otro pupitre de la clase. Alguno de los colores del cromo habían variado, pero no el número, el 888, si bien la cara era la del mismo jugador. La verdad es que con sus ganas tremendas de salir al patio tampoco le dio mayor importancia a ese hecho y no recogió el cromo. Pero el miércoles de la tercera semana en que sucedió la misma extraña coincidencia, se puso a reflexionar y decidió tomar el cromo y llevárselo a casa tras asegurarse de  que no  pertenecía a ningún compañero; nadie lo había visto, ni ese día ni en los miércoles de semanas anteriores, hecho del que se sorprendió Iván.

Una vez en casa, comprobó que el cromo era similar a los de su colección, pero que no correspondía a ningún lugar del álbum. Sin poderlo pegar junto a los otros, decidió guardarlo en una cajita de plástico que tenía sobre una balda en su dormitorio, pues veía algo extraño en él, como si el cromo tuviera vida propia. Reflexionó en el hecho de que él fuera la única persona que tenía plena conciencia de la existencia del cromo, pues ningún compañero se había dado cuenta de él. Al dormirse aquel día sintió unos ruiditos extraños en su habitación, como si fueran algo así como la voz y el susurro de un niño. Se cubrió la cabeza y consiguió dormirse, no sin preguntarse qué era lo que había producido esos ruidos.

Al día siguiente por la noche, al acostarse pensó en lo sucedido la noche anterior y estuvo atento a cualquier sonido. Y efectivamente, no tardó en oír una vocecita que parecía venir de la cajita en la balda que decía “estoy aquí!!” “soy yo… “, y unas palabras más que no conseguía entender. Iván no sabía si asustarse o enfrentarse a la realidad de una caja que habla. Aunque tenía un cierto temor a lo desconocido, pudo más la curiosidad de descubrir qué es lo que ocurría, cuál era el misterio de la cajita; se levantó y la abrió cuidadosamente. Siguió oyendo la misma cantinela que emergía del cromo: “estoy aquí!!” “soy yo…”, aunque esta vez entendió claramente que lo que seguía era: “Ayrton, de Brasil”. Iván avisó a sus padres, quienes comprobaron incrédulos, el extraño hecho de un cromo que habla dentro de una cajita. Al día siguiente, sus padres acompañaron a Iván a la escuela y se dispusieron a hablar con el director. Este les refirió las creencias parasicológicas que están muy vivas en algunas partes de Brasil, y cómo él mismo había sido testigo de extraños fenómenos en aquel país.

A través de la escuela, y como el director se había relacionado anteriormente con aquel país, este contactó con el gobierno del Brasil y con sus servicios de Educación, y tras muy largas averiguaciones (más de tres meses), localizaron en una población interior, cerca del río Amazonas, un niño llamado Ayrton, que al parecer tenía unos enormes deseos de entrar en contacto con un niño europeo de su edad, pues él, como jugador de fútbol en la categoría de alevines tenía muchísimos deseos de entablar relación con alguien de ese continente al que los mejores jugadores del Brasil se trasladan para jugar en sus ligas, en las que cobran más dinero que en su país. Como Iván es un niño muy sensible se convirtió en el perfecto receptor del mensaje de Ayrton, que lo había lanzado poniendo en el empeño una muy alta concentración. Primero dibujó un cromo muy parecido a los que colecciona Iván, pero con su cara y con una mezcla de colores, luego había ido a un lugar junto a una cascada que los nativos consideran muy magnético y lleno de energía y con la ayuda de un brujo, “envió” soplando el cromo a Europa… y así le llegó a Iván.

Tras establecer la identidad de Ayrton, este pudo viajar a España a casa de Iván, haciéndose grandes amigos, pues tenían muchas, muchísimas cosas que contarse. Aunque nunca se supo por qué el cromo aparecía sobre el pupitre sólo los miércoles…


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