RECORDANDO A MARÍA. Capítulo - 1º

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Recordando a María. 

Hoy se cumplen dos años, desde que nos dejó María. Hoy cumpliría sus ansiados dieciocho años, quería ya ser mayor de edad, para poder votar, ir al cine y a las fiestas donde te piden ser mayor de edad para entrar. No lo consiguió, sus sueños e ilusiones ya no se cumplirán. No hay un solo día que no la recuerde, y un nudo me sube a la garganta con solo recordarla. En casa, a veces cuando estamos comiendo mi esposa y yo, oímos un ruido en el pasillo, y nos miramos, sin decir nada, y los alimentos se vuelven amargos, y es que nos recuerda a esa niña, verdadero torbellino que corría por el pasillo como un potrillo alegre y desbocado.

 

Anoche durante la cena me dijo mi esposa.  -¿Sabes qué día es mañana? -  Yo asistí con un movimiento de cabeza, y ella añadió.  - Acuérdate de las flores. - Y yo volví a asistir, sin decir palabra.

Esta mañana, he salido temprano y he recorrido varias floristerías, en busca de sus flores preferidas, ¡Las Margaritas!  No se imagina uno lo difícil que es encontrar en una floristería Margaritas, tienen de todo, Claveles, Rosas, Orquídeas, Gladiolos, y mil flores más. Pero las Margaritas no son muy frecuentes, me dijeron que la gente busca flores más refinadas, de más lujo, pero María hasta en eso era sencilla y espontánea.

Finalmente he hallado unas margaritas espléndidas, grandes como girasoles, y un amarillo intenso, creo que a María le gustarán. 

Tras recoger a mi esposa con el coche, hemos ido al cementerio, y nada más entrar se encuentra la tumba de María. Hemos depositado las flores junto a las que han dejado sus padres, y rezado un momento delante de su lápida, con una figura de un ángel esculpida sobre el frio mármol, con la inscripción tantas veces leída que ya me sé de memoria. Cuando las lágrimas comenzaban a brotar, mi esposa me dijo, <<vamos a visitar a Carlitos>>  Me despedí murmurando un.. Feliz cumpleaños María, descansa en paz.-

Carlos, o Carlitos, pues para mi esposa siempre nuestro hijo seguía siendo Carlitos, tuviese los años que tuviese, también estaba enterrado en ese mismo cementerio, dos calles más allá de María, y ya había fallecido ocho años atrás. Al terminar sus estudios de experto en telecomunicaciones, y debido a las dificultades laborales, se presentó para ingresar en la Guardia Civil, en transmisiones. Esto no le agradó ni su madre ni a mí, pues considerábamos que podría haber riesgos en esa profesión, y le aconsejamos que esperase, que ya encontraría un trabajo relacionado con su profesión. Pero como estaba novio, y se quería independizar, le corría prisa tener unos ingresos fijos para poder casarse. Superado el curso en la academia de la guardia civil de Baeza (Jaén), estuvo destinado en el centro de telecomunicaciones en Madrid. Pero al poco tiempo nos informó que se había presentado voluntario para ir a Irak, con los especialistas de la Guardia civil, para enseñar a los soldados nativos el uso y manejo de los equipos de transmisiones.

Esta noticia cayó sobre nosotros como un jarro de agua helada. Por más que intentamos disuadirlo, el argumentaba que ese país era presa fácil para los Señores de la guerra, y que maltrataban a su propio pueblo, ejecutando a quien no les obedeciese, y torturando y mutilando a las mujeres que se atrevían a estudiar. Y que ya había firmado por seis meses.

Ni que decir que todos estábamos temerosos de que tuviese un mal encuentro, le disparasen o mil cosas más. Ya no había sosiego en casa, y un día nos llamaron para darnos la trágica noticia. ¡Había muerto! No por un atentado, ni por el enemigo, sino por un accidente. Estaba enseñando a varios soldados nativos, como se instalaban las antenas parabólicas, para conectarse con el centro de mando, vía satélite. Como los tejados de los barracones son de chapa de zinc, y están cubiertos de una capa de arena del desierto, esto los hace muy resbaladizos, y cayó de espaldas, golpeándose la nuca y muriendo en el acto.

Como no había muerto a consecuencias de un ataque, no se consideró una víctima de guerra, sino un accidente laboral, y ni tuvo repercusión, ni salió en los medios. Cosa que agradecimos, ya que lo que menos nos apetecía era montar un espectáculo con autoridades que no les importa nada, y vienen a “Cumplir” y a hacerse la foto oficial. Pues un ser querido muerto, sea o no en acción de guerra duele lo mismo, y la bandera que cubre su féretro, es solo un símbolo que en nada mitiga el sufrimiento de unos padres.

Tres años después, Ángela, su novia a quien apreciamos mucho, nos dijo que había conocido a un chico, y que querían casarse. Le aconsejamos que así lo hiciese, y con un abrazo le deseamos suerte. Y la tuvo, el chico es una buena persona, tienen un niño precioso, al que le han puesto Alejandro, mi nombre.. ella me dijo que si hubiese tenido un niño con mi hijo, que tenían pensado ponerle mi nombre.. No me pude contener las lágrimas, y le quedo eternamente agradecido, y al chiquitín lo adoro, como un “abuelo suplente” .

 

He dejado a mi esposa en casa y como ahora ya estoy pre-jubilado, he salido a pasear. Sin darme cuenta, mis pasos me han llevado delante del colegio de María, y me he sentado al sol, en el mismo banco en que tantas veces lo había hecho esperando su salida. Como tantas veces, he vuelto a leer la placa que pone:  “Colegio especial para niños con SÍNDROME DE DOWN” y sin darme cuenta mi mente ha retrocedido al día en que conocí a María.

 

De regreso del trabajo, entré en el ascensor y cuando las puertas se iban cerrando, oí una vocecita que decía no cierres, mientras que una pequeña mano entraba por la ranura que se estaba cerrando. Rápidamente, pulsé el botón de detener la puerta y al abrirse vi una carita con gafas, que me decía, - menos mal – y una niña con uniforme azul marino entró, arrastrando una pequeña mochila con ruedas, la acompañaba una mujer joven, con un niño en brazos. Mientras el ascensor subía, la niña me miraba sonriente, y dijo: -Yo sé cómo te llamas.. Alejandro, y tu... ¿sabes cómo me llamo? -  Yo no tenía ni idea, pues no recordaba haberla visto, y le contesté.. Pues no.. no lo sé – Ella dijo: Me llamo María, bueno.. María del Pilar, pero me gusta más María solamente. – Yo le sonreí casi forzado, y la señora que la acompañaba dijo:  Discúlpela, es muy revoltosa, y me ha estado estos días acribillando, sobre su nombre y donde trabaja, pues desde su colegio le ha visto pasar varias mañanas, cuando va usted a trabajar. – Yo me quedé un poco turbado, y pregunté: ¿Viven ustedes aquí? - ¡Si, en su mismo rellano, en la puerta frente a la suya, en el piso que se quedó libre el mes pasado! Entonces la niña dijo.. ¡Somos vecinos!  y soltó una alegre carcajada. Bajamos del ascensor y mientras abría mi puerta, María me dijo..  ¡Hasta mañana Alejandro!

 

 

 

 


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