Memorias de una Escort [1]

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Después de una ducha templada que reactivan todos y cada uno de mis sentidos me dispongo a vestirme para la ocasión. Blusa semitransparente, falda entubada por encima de las rodillas y zapatos negros de aguja, de unos ocho centímetros. Un moño que deja caer un par de mechones a los lados hace mi aspecto más serio aún. Por último, un maquillaje no excesivo.

 

Un taxi me espera ya en la puerta:

Hotel Palace por favor.

 

Atravieso la puerta giratoria con muchos nervios en mi interior. Subo en el ascensor y le doy al siete. Un hombre de unos 40 años se cuela conmigo en el último momento. Noto como en el trayecto me escudriña de arriba a abajo, con descaro y sonrisa perversa. Me gusta.  Una vez el ascensor llega arriba, para con un leve traqueteo que me hace perder un poco el equilibrio. Me apoyo en el hombro de este hombre sin querer y él a su vez me agarra de la cintura para no caerme. Entre miradas y sonrisas salimos al pasillo de la séptima planta. El coge un rumbo y yo otro. Quien iba a pensar que esa no sería la última vez que sonreiríamos.

 

Camino decididamente hasta la suite 704. Toco a la puerta y allí me recibe él. Un tipo de unos 35 años, trajeado, con barba no muy profunda, ojos marrones intensos y pelo azabache un tanto alborotado. Tenía un aspecto elegante pero casual a su vez. Era verdaderamente un hombre muy guapo. Roger, que es como se llama, regenta un hotel en Las Maldivas. Un hotel  original de cabañas temáticas situado a pleno pie del índico.

 

El momento se acercaba y notaba como mis mejillas se volvían cada vez mas sonrosadas. Una copa de Vega Sicilia hizo que mi cuerpo entrará en calor y tuviera confianza para romper aquel momento tan tenso.

Me deshice el moño y me acerqué lentamente a su atrayente cuello y le fui dando lentos y sensuales piquitos. Sus prominentes labios húmedos por la mordida que se acababa de dar, ansiaban morrear los míos con desgarro. Y así fue. Lujuriosa y sin tabús me propuse ser suya durante el tiempo solicitado. Así que  agarré su labio inferior de una suave mordida y mis labios empuñaron los suyos, mi lengua entro en su boca con descaro mientras con las manos nos fuimos deshaciendo de toda nuestra indumentaria.

El sofá fue testigo de esa, mi primera vez en esto.

 Me puse a horcajadas encima de él y me asió los senos con fuerza mientras mordisqueaba mis pezones, duros ya por la excitación del momento. Mi sexo comenzaba a humedecerse, estaba deseosa de introducir su sexo dentro cuando de pronto me tocó y noto la humedad, se acercó a mi oído y me susurro “todavía no bonita, quiero que me la chupes”. Yo, libidinosa, no pude evitar hacer lo contrario y me puse de rodillas en el suelo dispuesta a complacer sus exigencias.

Penetré mi boca con su sexo, hasta el fondo y de esa forma hice movimientos circulares con la lengua en la punta. Fui hacia dentro y hacia fuera sin cesar. Con las manos sostenía su trasero para ayudar a impulsarme aunque él ahora agarraba mi pelo y me movía la cabeza a su antojo. Una especie de líquido amargo se mezclaba con la saliva y sin dar tiempo a que llegará al clímax, me apartó la cabeza y me pidió que me pusiera de nuevo a horcajadas sobre él. Sin volver a comprobar si seguía húmeda o no, insertó su vigoroso pene dentro de mí a lo que mi ser respondió con un lujurioso gemido, me sostuvo de las nalgas un poco en el aire y fue entrando y saliendo de mi de manera forzosa. La mezcla de dolor y placer que a mi tanto me ponía. Apretaba mi culo con fuerza, hendiendo las uñas y su rostro era de pura agresividad placentera. Tras varias embestidas, mi cuerpo ardía, me aferre a sus musculados brazos y echándome hacia atrás caí en una plenitud total. Él, que no parecía muy fatigado, me preguntó si alguna vez me habían penetrado de forma anal, a lo que mi respuesta después de acordarme de todo lo vivido en aquellas habitaciones, fue un sí rotundo. Su cara libidinosa mostraba la totalidad de sus planes. Me llevó al baño y frente a un espejo de grandes dimensiones, me situó con las manos en un mueble frente al espejo,  frotó con sus dedos de mi vagina hasta el ano con el fin de lubricarlo, lo introdujo dentro para cerciorarse de que estaba bien mojado y lo penetró poco a poco. Mi cuerpo encorvado le dio facilidades para que entrara más profundamente, un grito le dio pie a que sus embestidas fuesen más rápidas. En el espejo se reflejaba la figura de dos desconocidos follando a lo bestia. Contemplaba como me cogía nuevamente del cabello con una mano y tiraba de él sin emplear mucha fuerza y con la otra mano me aprisionaba los senos. Mis gemidos le incitaban a penetrarme con fuerza  y no se cortó un pelo. Su pene salía y entraba de mí de un golpe seco. Posó sus manos en mis caderas para rematar el momento y aumento el ritmo, mi cuerpo se empapó de aquel instante y convulsionó varias veces antes de llegar a su plena exaltación. Él, aunque menos ruidoso, también llegó, lo pude comprobar por el liquido que derramó con él.

Se metió a la ducha tras aquello. Yo, mientras tanto me paseé desnuda por la suite, observando las diversas decoraciones y cuadros que decoraban el lugar. Vislumbré mi copa de Vega Sicilia que aún le quedaban unos sorbos y la terminé.

-Puedes ducharte y quedarte en la suite el tiempo que quieras – escuché desde la habitación principal.

Me acerqué y asentí con la cabeza.

-¿Te vas a poner tímida ahora cariño? – Dijo con una sonrisa en los labios- Volveré a solicitar tus servicios. Eres genial, además de preciosa.

-Todavía no nos hemos presentado. Soy Mel, y tú? – Me atreví a decir-

-Roger. Aunque tu nombre ya lo sabía, por Carla.

-Claro. Es cierto. Que despistada.

-Tengo una reunión muy importante Mel. Encantado y nos vemos pronto.- dijo mientras me daba un dulce beso en la mejilla.

-Encantada Roger. Hasta pronto.

-Hasta pronto Mel.

 

Aunque mi verdadero nombre, es Lucia.

 

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