Un Ángel Huyendo del Infierno VI (Final)

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El Comisario Jefe se fue de inmediato con sus dos investigadores favoritos hasta la sala de radio para dar las instrucciones, sobretodo el hecho que los delincuentes era aparentemente de origen árabe.

–Jefe, –se escuchó la voz de “Chico” González– se me ha ocurrido que los supuestos árabes no tratarán de huir llevando a las dos jóvenes secuestradas en automóvil ni en avión, pues es fácil de detectar a las prisioneras … creo que lo harán en algún barco o yate anclado en el puerto.

El Comisario aprobó la idea y pidió urgente la llegada del helicóptero institucional. Se embarcaron en la aeronave y un tiempo relativamente corto estuvieron sobre las aguas del puerto; desde detrás de una enorme embarcación de carga, sus ojos escrutaban entre los yates, usando binoculares. Uno de los tres gritó “ ¡Miren el yate con bandera liberiana!”. Efectivamente una de las bellas naves maniobraba para zarpar y sus tripulantes miraban hacia la costa donde se estaba embarcando un fuerte contingente de policías fuertemente armados.

–¡Atención colegas, –hablaba el Comisario que comandaba la diligencia, a través de la radio del helicóptero– vemos como se dispone a huir un yate y se encuentra al noroeste de sus ubicaciones! No disparen, no disparen, recuerden que van dos jovencitas secuestradas.

Lobos miraba con desesperación como se les escapaban los bandidos. Se miraron los tres policías y, como si se leyeran la mente, aprontaron las metralletas en secuencia de tiro a tiro. El hábil piloto recibió la orden ir casi rozando las olas y por la espalda de la docena de maleantes que ya apuntaban a los Detectives que iban en lanchas con la esperanza de detenerlos.

El Detective Lobos comprendía que sólo ellos podían sorprenderlos; gracias a la habilidad del piloto, la aeronave apareció bruscamente y a pocos metros por la retaguardia de los bandidos. Bastó herir o matar a un par de ellos para que el resto se rindiera; acto seguido arribaron los otros policías y atraparon definitivamente a los extranjeros.

El Comisario y sus Detectives bajaron corriendo hacia los camarotes del yate y encontraron a tres  hermosas muchachas  atadas a las cañerías de la sala de máquinas. Dos de ellas resultaron ser las amigas de Brenda, el ángel que había logrado huir. Cuando fueran desatadas abrazaron a sus salvadores, pero Lobos tuvo un quejido de dolor, por lo que su Jefe lo miró preocupado.

–Sí Comisario, uno de los delincuentes alcanzó a disparar a nuestro helicóptero y el proyectil me rozó mi brazo derecho: no es grave como podrá ver cuando todo se calme.

Interrogaron al cabecilla de la banda, quien confesó que se dedicaban a la “trata de blancas”, es decir secuestrar jóvenes vírgenes para venderlas en el oriente.

Hubo tal revuelo en la prensa escrita y televisada, donde como es costumbre en la policía civil, sólo habla el Prefecto, quien dio un detallado relato de los hechos que conmovieron a la opinión pública.

Como siempre, los Detectives que actuaron en tal acción quedaron en el anonimato. En la oficina del Comisario Jefe recibieron las felicitaciones del Director General y de personeros del gobierno.

Al Detective Lobos le estaban vendando su brazo herido cuando llegaron las jovencitas y los padres de Brenda. Ésta no pudo evitar un grito de alarma al ver a su héroe y corrió a abrazarlo, entre la emoción y sonrisas de los presentes.

–Mmmm, señor Lobos –rio socarrón el Comisario--, creo que el abrazo de esta bella joven es el mejor galardón o estrella que recibirá.

Risa general.


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