¡Mar a la vista!

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Hay mañanas que uno entiende todo

en lo sencillo, en lo cercano,

en lo más pequeño, que no lo es tanto,

en el hecho de experimentarnos

ante el gozo de la Naturaleza,

a la que nos debemos.

 

Comprendemos que somos más capaces

de lo que otros dicen,

y avanzamos por sendas sin definir

para hallar el sentido de estar aquí,

admirando el milagro la vida.

 

Damos, de vez en cuando, con parámetros

que nos brindan las señales más genuinas

mientras somos en la aventura

emotiva y emocionada de compartir

corazones y mentes entregadas

a esa arena que pisaron nuestros ancestros,

que amaron su tierra

como a sus propias almas.

 

Son esas mañanas de pechos ardientes,

de olas y curvas inquietantes que regalan paz

hasta llegar al origen de la divinidad,

que nos fecunda de sentimientos y de caricias

hasta con el mismo roce de un viento excepcional.

 

Aparecemos en esos instantes

en el lugar no escrito, pero sí sabido,

para darnos el gozo de entenderlo más que nunca,

aunque siempre ha estado ahí.

 

En los albores de esos anhelos, de esas ideas,

de esas ensoñaciones genuinas,

nos envolvemos de paciencia y de voluntad

y nos enfrascamos en un disfrute

que nos hace eternos, únicos.

 

Son las provocaciones de unos parajes

que cambian los rumbos,

y nos dicen, por ejemplo, desde San Javier:

"¡Mar a la vista!"

 

Juan TOMAS FRUTOS.


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