Se non è vero, è ben trovato

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Miguel tomó asiento en la butaca 02C del Airbus de la línea aérea irlandesa Air Lingus. Siempre había preferido pasillo en la parte preferente del avión, más aún ahora que el dinero había perdido importancia.

Una vez sujeto con el cinturón de seguridad, buscó con la mirada a una azafata.

_ Señorita _ llamó al tiempo que alzaba la mano_ por favor.

La azafata se acercó solícita (clase preferente) y apoyando el brazo en el respaldo del asiento de enfrente agachó ligeramente la cabeza con la intención de escuchar a Miguel.

__ Usted dirá.

__ Sólo para indicarle que soy piloto de avión comercial y médico, suelo comunicarlo por si tuvieran algún problema.

__ Piloto y médico, bien. Se lo comunicaré al comandante y al resto de mis compañeros. Gracias. __ Confirmó al tiempo que miraba el localizador de asiento.

Miguel se arrellanó en el asiento y cerró los ojos.

__ Piloto y médico, que bien __ Pensó con expresión de felicidad.

Cuando estaban despegando, se durmió.

                                                   ************

Dublín. Le encantaba. Como siempre, el cielo cubierto y la sensación de frio que combatía con una cazadora de cuero. Ahora estaba caminando por Grafon Street camino de la casa donde vivía su hija Silvia. Hacía ya cuatro años que, empujada por la falta de oportunidades en España, se había ido a Irlanda. Ahora trabajaba y hacia planes para su deseado regreso junto a la familia. Miguel no llevaba equipaje, una mochila colgaba de su hombro, pues pensaba regresar ese mismo día a Barcelona.

Estaba disfrutando de los escaparates y la visión de las personas que pasaban a su alrededor cuando llamó su atención un joven trotamundos que de forma indolente rascaba una guitarra vulgar obteniendo un sonido desafinado que no obtenía ninguna atención por parte de las personas que por allí pasaban. El sombrero, que boca arriba descansaba en el suelo delante de él, conteniendo unas pocas monedas, reflejaba el poco éxito de su actuación.

Miguel sonrió y se acercó al trotamundos. _ ¿Me dejas? _ Preguntó al tiempo que alargaba las manos en dirección a la guitarra.

El joven, extrañado, le alargó el instrumento. Después de unos toques a las clavijas y dar por bueno el sonido que emitía, Miguel se concentró y empezó a pulsar las cuerdas.

La música emitida correspondía a un popular canto gaélico bien conocido en Irlanda. El sonido que Miguel obtenía era de una belleza indescriptible. Las notas sonaban armoniosas y limpias. El dulce sonido llamó inmediatamente la atención de los transeúntes.

Llegado el momento, Miguel entonó la canción con una voz que estaba por encima de cualquier sonido humano. La gente se paró en seco y acercándose a Miguel prestó atención con respetuoso silencio sin querer perderse ni una sola nota de aquella balada que les emocionaba hasta el punto que empezaron a verse ojos empañados en lágrimas.

Cuando se inició el estribillo popular y bien conocido, cien bocas se unieron al cante creando un ambiente electrizante del que nadie podía escapar.

Los aplausos fuertes y los gritos de admiración acompañaron el término de la pieza. Miguel indicó al joven trotamundos con un giro de ojos en dirección al sombrero, que era, sin duda, el momento de pasarlo.

Las monedas (y billetes) desbordaron su capacidad contenedora, lo que le obligó a meterse de cualquier manera el dinero en sus bolsillos.

Miguel se alejó sintiendo en sus espaldas las miradas de admiración del improvisado público.

 

                                                   ********

Nada más entrar en la cafetería donde sabía que solía frecuentar su hija, la vio. Alta, rubia, delgada, se parecía a su madre. Estaba absorta leyendo “ The Importance of Being Earnest” al tiempo que sorbía lentamente un té.

Miguel la miró fijamente mientras se aproximaba. Le hubiera gustado abrazarla y besarla, pero no. Si incumplía el trato, se acabaría todo en un instante.

_ ¿Está libre esta silla? _ le preguntó.

_ No _ Contestó ella mirándole con gesto de sorpresa _ Estoy esperando un amigo, pero, ¿cómo ha sabido que hablo español?

La pregunta cogió por sorpresa a Miguel.

_ El otro día observé que hablabas español por el móvil, no quería resultar impertinente. Suelo venir a esta cafetería y no pude evitar fijarme _ Improvisó para salir del paso.

_ Ya _ dijo ella. Y siguió con su lectura.

Miguel se dirigió a una mesita libre en un rincón, se sentó y pidió una bebida a la solícita camarera.

Sin dejar de mirar a su hija se sintió reconfortado. Se la veía bien. Sus ojos reflejaban la vivacidad de la gente joven y su aspecto en general era sano y esplendido.  A Miguel le gustó su aspecto.

_ Todo va bien _ se dijo _ todo va bien. Sin duda ya ha superado la inmensa pena que sintió por mi repentina muerte, lo mismo que el resto de mis hijos.

                                                   ***********

Sí, Miguel había muerto meses atrás en un estúpido accidente de coche. Ni tan siquiera conducía él. Eduardo le había invitado a cenar para celebrar no sé qué. Habían ido en el coche de su amigo y al regresar de la cena, un tonto despiste le hizo perder la dirección y chocaron de frente contra una pared.

                                                   ***********

Para ser exacto, el muerto había sido el cuerpo de Miguel. Después de todo, al parecer lo de: espíritu, alma, energía, karma, etc. era cierto.

Sentado allí, en aquella mesa, en una cafetería en Dublín, Miguel repasó mentalmente el trato.

Cómo había sido buen chico, le dejaron elegir. Podía convertirse en ángel, con la seguridad de que sería eternamente feliz. Podía elegir volver a nacer y reincorporarse al mundo terrestre con sus pros y sus contras. Al oír la tercera posibilidad no quiso saber más, sin duda era la que más le gustaba.

El planteamiento era simple: Podía elegir un cuerpo humano a su gusto, sería depositado otra vez en la tierra (lugar a elegir) y lo más importante: podría ser lo que quisiera en el momento que quisiera. Sólo había unos puntos que no podría dejar de cumplir. En el caso de que tan sólo pensara en incumplir lo tratado, el nuevo cuerpo continente padecería un infarto fulminante y su espíritu, alma, energía, o lo que sea, regresaría al punto donde estaba ahora. Ya en la tierra, no le faltaría de nada y solo con desear algo le sería concedido. Podría visitar a los seres queridos sin sentir dolor ni pena. Hiciera lo que hiciera destacaría por su genialidad, conocimientos, inteligencia y personalidad. En fin, un auténtico chollo. Duraría hasta que se cansara (o incumpliese el trato) y regresaría con derecho a elegir otra opción. (La de vagar como espíritu metiendo miedo a los vivos no le desagradaba del todo.)

Además de piloto, médico y concertista callejero, había sido: Experto en vinos y cocina de nivel, se hizo socio de un club y fue el ganador del campeonato de tenis y el mejor jugador de ajedrez, se sabía de memoria los mejores poemas y destacaba por sus conocimientos en historia, literatura y ciencia.

_Tardaré en cansarme_ se dijo mientras pagaba. Después de todo, había valido la pena ser buena persona, lástima que no se sepa en vida. Hay que tener fe.

Miró por última vez a su hija, salió a la calle y buscó un taxi.

_ Al aeropuerto, por favor_ dijo en urdu al ver que el taxista era pakistaní.

                                                         FIN


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