Suma de Polinomios

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Hola, me llamo Paula Blasco y tengo 27 años. Doy clases de matemáticas en un pequeño instituto de Málaga.

Todo empezó con una suma de polinomios. Llegué a clase no más temprano de lo habitual. Hice las fotocopias de las actividades de aquel día y me fui a clase a esperar que alumno por alumno llegaran.  Clase de segundo B de bachillerato. Sonó el timbre, y mientras acababa de corregir los pocos exámenes  que quedaban mis chicos iban entrando. Como en toda clase, hay los más inteligentes y los más listos. Los que más saben y los que más se cuidan en todo detalle. Era primera hora de un Lunes, así que les dejé cinco minutos mas para los que llegaban tarde. Cerré la puerta y volví a mi silla. Pasé lista. Faltaba David García. Empecé la clase.

-          Abran sus libros por la página 23, Polinomios, suma de polinomios. Alberto salga a la pizarra.

Salió y como siempre se lo tomó con calma. Me dio tiempo a pensar recordando el fin de semana, mientras miraba la pizarra haciendo ver que analizaba. Entonces, David entró.

-          David, llegas tarde, siéntate y que no se vuelva a repetir.

Y tras una escusa que solo los alumnos saben inventar se sentó. Para hoy estaba preparado el simulacro de incendios. No tardó en sonar.

-          En calma chicos, hacer una fila e ir saliendo poco a poco, chicos, tranquilos. Ir al patio, no recogías nada que luego volveremos a subir a continuar con el ejercicio.

Pero nada, no valía la pena, sabían que era un simulacro, todo se lo tomaban a broma. Me giré a coger mi bolso negro de Gucci, o eso quise pensar, comprado en el mercadillo de mi cuidad. Vamos que era falsete, fijo. David aún estaba sentado en su pupitre.

-          Vamos David, hay que bajar al patio.

-          La espero a usted profesora – me dijo.

-          Yo ahora bajo, venga David.

-          ¿Y si se quema? ¿Quien la rescatara?

-          David, es un simulacro, no me quemaré.

Me miraba fijamente. Lo miré durante escasos segundos y le aparte la mirada haciendo ver que buscaba algo. Me acerqué a él para agarrarle suavemente del hombro y darle iniciativa  a que bajara al patio. Cedió. Llegó hasta el marco de la puerta y se giró. A pesar de tener 10 años menos que yo, me sacaba algún centímetro en altura. Me tocó por debajo de la falta el muslo, suavemente. No pude apartarle la mano. Cerré la puerta de clase. Siguió tocándome y me besó, le besé, nos besamos. Estábamos ardientes de pasión. Me agarró del culo y me levanto con sus fuertes brazos. Me llevo hasta la mesa del profesor, mi mesa. Me tiró, me levantó la falda y lamió como nunca me lo habían hecho. No tardé en correrme. Yo seguía exhausta mirando al techo. Él levantó la cabeza de entre mis piernas. Me miró. Sonrió. Se acercó  a mi boca, olía mucho a mí, me besó, sus labios estaban viscosos, suaves, calientes… y se marchó.

Me quede traspuesta mirando aquella suma de polinomios que Alberto intentó calcular minutos antes. Empezaron a subir los alumnos a clase. El simulacro había acabado. Uno a uno se sentaron todos en sus pupitres, David incluido. Alberto retomó su suma.

David sonreía.

Se me notaba nerviosa, así que me intenté tranquilizar. Tomé asiento y me puse a mirar la pizarra. Alberto concluyo con buen resultado y se sentó. Puse otra suma en la pizarra y Alexia salió a resolverla. No pude evitar volver a mirar a David. Sacó poco a poco su mano del bolsillo, dejándome ver el lazo de mis braguetas. ¡Tenía mis braguitas!

Por la noche cuando llegue  a casa mi novio me lo comió, yo sin duda, no paré de pensar en David, y así es como me corrí. Mi novio quedo satisfecho. Le besé.

-          Te quiero – me dijo.

-          Yo también- le mentí.


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