Mi vecina Claudia parte I

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Claudia es una chica super simpática. No es una diosa de la belleza, pero su sonrisa es muy agradable y sus lentes solo la hacen más interesante. Durante años siempre fue: “buenos días”, o tardes o noches según los encontrara al regresar del trabajo a ella y a su esposo. Platicamos una o dos veces y nos caímos bien.

Una tarde llegué un poco más temprano. Vi a lo lejos una figura que no conocía: amplias caderas, piernas bien torneadas, una breve cintura y un turgente busto generosamente mostrado por un breve escote. Yo traté de disimular mi admiración por ese cuerpo no reconocido hasta que un “buenas tardes” me volvió a la realidad. ¡Era Claudia mi vecina! Estaba sola regando el césped. Ella se dio cuenta de mi turbación y después de un tiempo eterno en el que la reconocí, con la boca abierta apenas balbuceé, “hooooolaaaa..haaa… ¿¡Claudia!?”. Tuve que morderme la lengua para no exclamar ¡Qué barbaridad! Pero si estás guapísima y buenerrima…No hacía falta. Ella leyó todo eso en mi sonrisa de imbécil, en la boca abierta y en mis ojos desorbitados. A medida que me alejaba sin dejar de verla, ella adoptó una pose de colegiala y se agachó dos veces a recoger algo. Vi que a pesar de no traer sostén, sus magníficos senos retaban la fuerza de gravedad y admiré unos pezones grandes de color rosa. En la segunda agachada, su short que más bien parecía una braga de encaje muy holgada, me dejó ver en un flashazo un pubis perfectamente depilado, unos labios carnosos y la rajada más linda que me hubiese podido imaginar.

De pronto el equilibrio me abandonó y fui a parar estrepitosamente al suelo con todo y maletín. ¿Qué te pasó? … me preguntó cuándo corrió a auxiliarme al oír el tremendo trancazo que me di al caer. Había tropezado con una pelota de unos niños que jugaban cerca. Yo sentía que me moría de pena cuando me ayudó a levantar. Creo que ella bien sabía la causa del accidente. Por un segundo, aspire su aliento y sentí uno de sus duros pechos sobre mi brazo derecho. ¿Estás bien? Me apretó un poco más. Casi me volvía a desvanecer cuando la tuve tan cerca. No podía dejar de imaginarme su rajada en sus labios, en sus ojos, en su boca.

Por fin mi mente también volvió al suelo y los dos nos separamos con la misma resistencia que se separan dos imanes que han hecho contacto. Esta vez me concentré en el camino para llegar a la casa. Apenas estuve adentro y saqué mi hinchado miembro. Me masturbé con ansiedad. Bastaron unos segundos para escupir semen a la pared que después tuve que limpiar.

Esa noche penetrando a mi mujer, seguía imaginando el sexo de Claudia. A mi esposa le mamé el clítoris como nunca lo había hecho y tuvo dos orgasmos casi seguidos. Cuando me vine dentro de ella, sentí que su vagina se inundaba como hacía mucho no ocurría. Si hincó en la cama y yo obsesionado volví a la carga siempre con la rajada de Claudia en la mente. Mi esposa sorprendida veía como yo me comía mi propio semen que le escurría por la entrepierna y salía generoso de su vagina chorreante. Su clítoris palpitaba y se vino una vez más. Ella en retribución se acomodó para darme sexo oral. En un 69 perfecto la seguía penetrando con la lengua. Cuando casi me venía se me salió un Claaaaa….(udia)…..¿qué? preguntó ella. ¡Claaaaro que me gusta! Aclaré. Ella sonriendo siguió en lo suyo hasta volver a sacarme un breve chorrito de semen.

A partir de ahí, pareció que yo había vuelto a la época de mi adolescencia. Buscaba la menor oportunidad para masturbarme. Tenía en el celular una foto de Claudia. La había tomado con el pretexto de enviar la imagen a unos amigos que me visitarían. ¿Me quito? Preguntó Claudia. ¡No, claro que no! No te preocupes, dije cuando la tomé.

Después del trabajo, buscaba llegar cuando ella podía estar afuera o me quedaba hasta media hora en el carro esperando que estuviera para pasar y poderla saludar.

Un viernes estaba su esposo que me invitó a pasar para presumir su nueva pantalla. Yo los felicité pues realmente estaba impresionante. Me invitó una cerveza y entonces pedí permiso para entrar al baño. ¡Ahí estaban! Sus bragas. Esas hermosísimas y brevísimas braguitas blancas. Ni siquiera lo pensé. Las tomé, me masturbe y las metí en mi bolsa.

Cuando salí, él la estaba besando y le estaba acariciando las nalgas de manera descarada. Perdón,,,dije un poco apenado. Ella se soltó de inmediato y riendo dijo, este hombre parece que está amarrado. Cuando iba a decir “ya me voy” ella llegó con otras cervezas y dijo, “siéntate, o ¿tienes prisa?” No claro, pero….”no te preocupes platícanos, ¿cómo te va en el trabajo?”. Yo estaba en el sillón individual y ellos en el sofá grande. Ella cruzo las piernas y por una fracción de segundo pude ver de nuevo ese maravilloso pubis. Sin que su marido se diera cuenta, pareció que a propósito abrió las piernas lo suficiente para mostrarme que no traía ropa interior. Yo tragué saliva. Realmente no estaba seguro de que eso fuese una provocación o simplemente era su desparpajo tan natural en ella.

¿Mañana trabajas? No, contesté. “Cielo, trae otras cervezas” le gritó a ella que estaba en la cocina. “Haa, también hazte una botanita”. “¿Algo más que se le ofrezca al señor?”, preguntó ella riendo. Yo podía ver su reflejo en una vitrina y admiraba sus hermosas piernas que su mini falda generosa mostraba. Oye, no quiero causar molestias, le dije un poco apenado. “No es ninguna. Mira que en años de conocernos nunca hemos convivido y somos vecinos”. Cuando ella llegó con algo de queso, jamón y aceitunas, me preguntó ¿Por qué no le dices a Tere que venga? Yo dudé y les confesé. “Pues mira, Tere no es muy afecta a estas reuniones porque ella no toma un solo sorbo de nada que sea alcohol. ¿En serio? Preguntaron asombrados.

De pronto ella pareció acordarse de algo, fue al baño. Cuando salió iba pensativa como tratando de recordar. Subió a su recámara y bajó. Ahora traía una expresión como divertida. Cuando se sentó alcancé a ver que ya traía ropa interior. Pareció abrir las piernas mirándome fijamente a los ojos. Me puse rojo como tomate. ¡Sentía que era evidente que se había dado cuenta del robo y que yo era su principal sospechoso!

De pronto soltó: “¿Tú le compras ropa íntima a Tere?” Yo casi me ahogo con la pegunta. “¡Hee…cof, cof,…este…!”  Amor, dijo él, ¿ya vas a empezar con tu negocio? Nuestro vecino va a pensar que lo invitamos para eso. Ella replicó. “para nada vecino, pero yo creo que no tiene nada de malo. Por ejemplo él, escoge lo que me pongo para ocasiones especiales”. Yo no sabía en dónde meter la cabeza. Él dijo, “es cierto. La verdad te recomiendo lo que vende Claudia. ¡Son prendas exquisitas y de muy buen gusto! “. Aprovechando esto, Claudia sacó un catálogo de lencería.

¡Esa se la acabo de regalar!


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