Dulce Abril

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Las nueve de la mañana y no asomaba la luz del día, indicio de día gris pero solo por el color, aunque de nombre “triste día” recuerdo que se dice, pero que para mí no da lugar al derecho de decir que un simple día oscuro o lluvioso es mustio o apenado.

   Decido salir a dar una vuelta al poco rato y ya llovía suavemente. Sin refugiarme y disfrutando pienso en el agua que me rozaba el pelo, la cara y la ropa. Y me doy cuenta que no sé qué día de la semana es. Me empiezo a preocupar porque también recuerdo que llevo días que no hablo con nadie. Creo que tengo amigos, pero ni se sus nombres.

   Mejor que vuelva a mi piso para no olvidar donde vivo, hace cuatro minutos que he salido y todavía se volver. De unas cosas tengo memoria, pero de otras no. Ahora que caigo, sé que ayer me pasó lo mismo y, es más, otro recuerdo al instante me hace sentir que llevo varios días así.

   En casa sin saber cómo reaccionar. Decido llamar a alguien y al hacerlo me arrepiento y cuelgo por vergüenza ya que no conocía con quien iba a hablar, y me convenzo para esperar tranquilo al día siguiente. Supongo que así me sucede cada día, no estoy seguro. Me hago varias preguntas, ¿vivo solo? ¿Por qué nadie me llama? ¿Por qué tengo tantas películas en una estantería que ni siquiera he visto? ¿será mi hogar?  Miro en una especie de aparato que aparentemente me muestra como soy yo de aspecto y me doy cuenta que soy igual al de una foto que hay enfrente justo donde estoy sentado.  Desconcertado sé que algo me pasa, pero no sé cómo explicarlo, definirlo o que nombre ponerle. Sé que soy una persona con miedos, y preocuparme más de lo debido me puede llevar a la locura, ansiedad o más cosas que se lo que son, pero no sé cómo se llaman.

   Se lo que es una película, lo que es un dvd, como funciona, pero estoy convencido que ninguna de aquellas obras de cine las había visto. Entre los titulos de dirty dancing, pulp fiction, titanic, pretty woman, Amelie, grease y regreso al futuro, me decanté por esta última queriendo relajarme y esperar a que mi situación se solucionara dos horas después por arte de magia. Eso pensó mi mente adulta y confusa al oír en mi interior que por arte de magia las cosas se solucionan.

   A las dos horas me arriesgo a salir de nuevo a la calle, ya que en la película que por cierto me gustó bastante, aprendí que hay muchas cosas que tengo que descubrir como por ejemplo la comida, bebida, mujeres, música, coches y muchísimos inventos que yo no sabía lo que era o que simplemente había olvidado.

   Se perfectamente lo que significa perder la memoria y me vino a la cabeza que me dijeron que podría tener problemas con esa enfermedad, y necesitaría estar acompañado siempre en todo momento. No sé quién, pero eso escuche hace poco que me podría ocurrir a mí.

   Ya caminando por las calles de mi barrio voy cantando una canción que me hace sentir nostalgia…

Dios de la lluvia apiádate de las bestias y de mí.

Vino tu llanto a redimir un mundo polvoriento y gris

hecho a medida del triste reptil.

Seguí la luz y te perdí, desde ese día rezaré

para que vuelvas envuelto en tu bruma.

Dejé a mi niña, dulce abril,

entre aire de fresas y jazmín;

se desdibuja en mi memoria

la umbría vereda que tantas veces recorrí.

 

   Siguiendo mi andadura durante más de veinte minutos caigo de que no veo a nadie ni nada en concreto, ni los coches esos aparecían por ninguna parte.

   De repente veo una puerta. Parece una entrada a un lugar no agradable pero no abrirla no es una posibilidad, esa entrada es la única salida a algo o a alguna parte. Al abrirla me vi tumbado en una cama, ah ya se, es un hospital, es verdad, estoy sin despertar o en un coma de esos, no sé cómo he llegado a separarme de mi mismo, pero ahora sí que estoy asustado de verdad. Es una sensación horrible porque empiezo a recordad cosas y oigo voces que me hablan. Creo que alguien pronuncia palabras sin sentido como no te vayas aún. Si estoy aquí y no quiero irme grito, mientras caigo lentamente en lo que parecía un sueño profundo hacia mi despertar en la vida.

   Esa frase es la última que recuerdo que dije antes de despertar aquel dichoso día de un mes de abril de hace ya más de treinta años. Cinco meses estuve dormido y abrí los ojos cuando volví a creer inconscientemente en la vida y el mal cuarto de hora que tenemos para disfrutar de todos los arrebatadores momentos que tiene.


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