La caída, la recaída y la levantá

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Hoy vengo a hablaros de la recaída… sí sí, cuando creemos que todo está por fin bien y llega la misma piedra y nos provoca de nuevo darnos de bruces contra el suelo. De la misma manera que tiempo atrás, de aquella forma en que nos prometimos no caernos más… bueno, de la misma exactamente no, porque ahora somos más sabios, ahora sabemos  qué es la felicidad y sabemos que nuestra valía se encuentra más cercana a esta que al suelo.

Porque todos tenemos derecho a caernos, a recaer y a volvernos a caer mil veces si es necesario, pero lo que no está permitido es cometer los mismos errores y no levantarnos, no despegar el vuelo. Porque ahora somos más sabios que ayer, mucho más que la última vez que nos caímos y ese aprendizaje nos habrá tenido que ser útil.

Como he dicho antes, todos nos caemos, incluso los gigantes. Decidme si la caída de un gigante no es mucho más estrepitosa que la de uno que no lo es, vaya que si lo es, cuán es de grande la caída de un gigante y vaya si estos se tropiezan y pierden el equilibrio. Y cuántas veces se han dado con el suelo en las narices. Y desde las alturas, la caída duele más, para el gigante y para su alrededor, destruyendo todo cuanto le rodea, todo lo que queda a su paso. Y es así cuando los gigantes adquieren un disfraz de “no gigante”, un halo de “normalidad”, de no destacar entre los demás y es ahí cuando el resto de los “no gigantes” ve en ellos ese algo tan propio en nosotros, ese pequeño rincón tan nuestro, que nos hace sentirle como si fuera parte de nosotros, uno más. Y ya no hay más diferencias.

Los gigantes se caen. Los “no gigantes” se caen. Todos nos levantamos. No hay excusas; todos los días amanece de nuevo, salen los primeros rayos del sol. Siempre hay una nueva oportunidad para algo, lo único erróneo es mirar hacia el fallo en vez de hacia delante.

Ayer mientras escuchaba una canción, dos frases se quedaron en mí grabadas a fuego… “non si può tornare indietro” (no se puede ir hacia atrás) y “come i bambini che non si vergognano mai” (como los niños, que no se avergüenzan jamás), porque las canciones italianas otra cosa no pero están cargadas de letras profundas y con más razón que un santo. Y es así, en la vida no queda otra que mirar hacia delante y caminar, aprendiendo de los errores pasados pero nunca mirando hacia atrás y por otro lado, vivir felices, sin miedos, sin complejos, sin inseguridades, como los niños. Ay cuánto nos queda por aprender de los niños!! (pero esta será otra reflexión).

Así que solo me queda por deciros… AVANTI AMICI, NON PERDERE MAI DI VISTA IL CIELO.


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