La playa erótica (1)

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Aquellas playas eran casi desiertas de no ser por aquellas solitarias i fascinantes casas que decoraban las dunas donde acababa la arena y empezaba una maleza que dejaba ver la naturaleza en su forma más salvaje, solo una carretera no muy bien cuidada daba acceso a estos hogares.

Velia observaba el atardecer desde su balcón que encaraba hacia el mar, en aquellas horas de la tarde la brisa ya soplaba hacia adentro con una fuerza importante lo que hacía que moviese su camisón como si se tratase de un simple pañuelo arrugado, aquel camisón, que era la única prenda que llevaba ya que apenas había presencia humana en aquella zona, se movía al estilo de un velamen atrapándola en aquella seda casi inexistente cualquiera habría podido distinguir el negro chocho de esta dentro del camisón.

Un ruido en la casa hizo que sus nervios se pusiesen a flor de piel de una forma desproporcionada, Hacia dos noches alguien entro en la casa donde solo Vivian Velia y su nieta y al parecer aún no se había recuperado del trauma. Aunque velia tuviese nietos esta era una chica joven a la que la naturaleza le había concedido el don de conservar si físico, grandes pechos acompañados de imponentes pezones que tras el roce de la brisa se endurecían siendo imposibles de disimular. Pero en aquellos momentos aun estaba absorbida por el miedo pasado y su vista desde entonces perdida en algún punto fijo, le hacía aparentar un estado de ausencia un tanto perturbadora.

Las voces revelaron que se trataba de su nieta, ella si despreocupada y desenfrenada como siempre. Llagaba a casa con dos chicos de apariencia fuerte como a ella le gustaba, las conversaciones mostraron que habían estado bebiendo, algo que no resultaba extraño pues era el pasatiempo preferido de su nieta, esto le solía meter en problemas tanto y que su madre decidió deshacerse de ella al cumplir los 18. Llevaba apenas unos meses viviendo con su abuela y ya era la comida de oreja de todo el pueblo, tanto de los más adultos por sus historias de ser una zorra como por los más jóvenes debido a su físico, poco particular en aquella zona, aunque era un poco más baja que su abuela tenia las caderas anchas y unos pechos que sobresalían notablemente lo que contrastaba con aquella cintura casi diminuta que mostraban sus estilos ceñidos de vestir.

Las voces retumbaban por toda la casa, gritos risas sustituyeron aquel silencio que imperaba en la zona, no duró mucho tiempo pues un portazo en la habitación de Casandra acabó con aquel alboroto. Velia aprovecho para dirigirse a la cocina pero al entrar en el salón se dio cuenta que no estaba sola, al parecer uno de esos chicos no había entrado en la habitación de Casandra y se encontraba allí de pie descamisado y poniendo en tela de juicio la grandaría de los pechos de Velia. Allí estaba como un guarda jurado en la entrada de una discoteca, tanto por su postura erecta como por sus músculos de gimnasio que hipnotizaron los ojos de esta, el negro chocho y los pezones de esta sobresalieron aún más de su camisón.

Aquel silencio fue sustituido de nuevo, pero esta vez por los gemidos que salían de la habitación de su nieta, mientras esto sacó una sonrisa al joven que permanecía allí de pié pareció  no inmutar a Velia que desde el día del robo apenas cambiaba su mirada de sitio. Esto sorprendió a aquel individuo que no supo cómo reaccionar. Este sabía que en aquella casa solo se encontraban estas dos mujeres desde hacía tiempo y la frecuencia de personas en aquel lugar era escasa, aunque de corta edad era perro viejo en estas situaciones pues Casandra solo se codeaba con la creme de la creme. Acompañado el ambiente por los seguidos gemidos de la muchacha este se acercó a velia como un lobo decidido a devorar a su presa arrodillándose y haciendo del camisón una barrera inexistente y sin encontrar ningún tipo de resistencia empezó a hacer su trabajo. Cuando menos se quiso dar cuenta velia tenia a un joven arrodillado entre sus piernas mientras esta apoyaba las manos sobre su cabeza, la situación se desenvolvió con tal rapidez que los labios vaginales se abrieron y empezaron a desprender un jugoso líquido en cuestión de segundos, cuando aquello parecía no acabarse unos brazos la agarraron y la trasportaron al sofá donde el camisón ya había desaparecido y ambos cuerpos desnudes se encontraban uno encima de otro, Velia no sabía si tenía calor o frio, el joven era exageradamente activo mientras que Velia parecía tener la misma actitud solo que ahora tenía la mirada perdida en los músculos del chico.

En la habitación de Casandra la actividad no parecía menguar, ella se encontraba totalmente desnuda tirada boca arriba, sus pechos parecían dos globos de agua que querían mantenerse quietos pero los movimientos de esta se lo impedían, tenía las piernas flexionasad y abiertas para que Pol pudiese desenvolverse con facilidad masajeando oralmente todo su cuerpo, empezando por la zona del ombligo y bajando hacia abajo donde no se podían distinguir muy bien las partes del cuerpo pues por lo visto Casandra había evitado pasar su cuchilla depilatoria en aquella zona.

Pol que mantenía una postura a cuatro patas intentaba abrirse camino con su lengua por la zona púbica e interna de la vagina,  agarraba con fuerza las dos pernas flexionadas de Casandra casi por la cadera y la levantaba para descubrir sin dificultad aquella zona, boca y vagina desprendían líquido que daba aún más humedad a aquel lugar. Para un chico de aquella envergadura no le era difícil levantar la cadera de Casandra, Pol al igual que su amigo había estado haciendo ejercicio, los músculos de su espalda parecían que iban a salir de su piel y sus nalgas formaban un gran círculo hipnótico, Casandra estaba deseando que se diese la vuelta para meter un dedo lo mas fondo posible por aquel trasero. Pol proseguía con su culilingus empapando toda la zona genital de su compañera.

Casandra que parecía estar en trance abrió sus ojos pues algo le había desconcentrado, eran gemidos, gemidos y no de Pol. Aquella mujer que parecía conservar su belleza aquella que decía ser su abuela gemía desde el salón también de manera desenfrenada, Casandra desconcertada y picada por esto cogió a Pol y lo arrastró hasta el sofá de enfrente de el que se encontraba su abuela, ahora este se encontraba a cuatro patas pero Casandra no estaba debajo, estaba detrás y con una mirada cruzada con su abuela, una mirada mitad de pique y mitad de sonrisa compenetrada, al parecer la joven se lo había tomado como una competición y no estaba dispuesta a perder.


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