Tu recuerdo, mi recuerdo y nuestro ardiente encuentro IV

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Siento, más que veo, a alguien observarme. Giro mi cabeza de izquierda a derecha buscando a quien sea que esté en mi habitación, pero todo es oscuridad. Es entonces cuando caigo en la cuenta de que llevo puesto el antifaz para dormir; intento mover las manos para retirármelo de los ojos y descubro que estoy atada a mi propia cama.

Empiezo entonces a ser realmente consciente de todo mi cuerpo. Mis manos y pies están atados, inmovilizándome, a mi propia cama, escucho pasos alrededor y el temor me asecha.

- ¿Quién está ahí? – susurro, tragando con dificultad, presa del pánico.

- ¿Tan pronto te has olvidado de mí? –

Su voz ronca y profunda me electrifica por completo.

- ¿Eres…? ¿Eres realmente tú? – mi voz pasa de ser un susurro asustado a un chillido de excitación.

Nunca voy a olvidar esa voz, ese tono seguro e indiferente. Han pasado un par de meses desde la última convención del corporativo del hotel, y ha sido desde entonces que no escucho esa voz otra vez, hasta hoy.

- Si Amanda, realmente soy yo –

Sus manos empiezan a recorrer mis costados desde las palmas de mis manos hasta los laterales de mi cadera. Su roce incendia la piel que va tocando y poco a poco mi respiración se torna agitada. Sus labios siguen el camino marcado por sus manos hasta mi cadera y suben chupando y lamiendo mi abdomen hasta detenerse justo por debajo de mis senos. Con dedos hábiles libera los tirantes de mi sostén y con una mano bajo mi espalda deshace el broche del mismo, dejando a merced de su apetito mis vulnerables senos. Los sostiene, cada uno en una mano, y los presiona con suavidad acercándolos a su boca. Chupa y besa, primero uno y luego el otro, hasta convertir mis pezones en pequeños guijarros que apuntan al techo de la habitación.

Se siente tan intenso que me permito dejar escapar un par de suspiros mientras incontrolablemente las lágrimas son absorbidas por el antifaz. 

Tira de mis pezones mientras su boca se desliza por mi abdomen deteniéndose únicamente al llegar al punto más vulnerable de toda mujer, su lengua recorre por completo mi vulva cubierta por la fina tela de mis pantis. Intento controlar mi respiración, las sensaciones y con ello mi excitación, pero la mezcla de sus manos sobre mis pezones y su boca sobre mi clítoris me tienen perdida… y así, sin más, todo mi cuerpo se tensa, las cuerdas de seda me mantienen abierta para él, mi intimidad se inunda de fluidos emanados desde lo más profundo de mí, un escalofrío recorre desde mi entrepierna hasta mi nuca y de un salto... despierto.

Agitada, retiro de mis ojos el antifaz para dormir y compruebo que no estoy atada. Miro a mi alrededor y confirmo que me encuentro completamente sola en mi habitación.

“¡Maldición! ¿Otra vez soñando con él, Amanda?”

 

Es increíble la cantidad de noches que se ha colado en mis sueños desde hace un par de meses, desde que volvió a su ciudad…aún recuerdo su mirada al atravesar las puertas del hotel alejándose de mí, todavía queda un poco de su aroma impregnada en mi memoria.

 


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