Reencuentro (des)agradble

Por
Enviado el , clasificado en Amor / Románticos
1699 visitas

Marcar como relato favorito

Y de repente, siento la necesidad de ponerme mi chaqueta de lana.

La traje por si hacía frío. Y no era el caso.

Al menos hasta que le he visto entrar al bar.

me he quedado helada.

 

Hacía la menos un año y medio y que no le veía.

Y la última vez que le vi fue cuando me rompió el corazón.

Intento volver a la conversación que estoy(o estaba) teniendo con dos amigas a las que hacía tiempo que no veía, pero me cuesta dejar de mirar a la barra donde está sentado tomando un café.

Imagino que será solo y sin azúcar.

- ¿Estás bien?- pregunta una de mis amigas.

- No. Sí.- Hago una pausa. Me paso las manos por la cara y me levanto.- Voy al baño. Enseguida vuelvo.- Y sonrío de forma algo forzada.

 

Que no me vea ruego.

Me miro en el espejo.

Veo como mis ojos brillan. pero me prohíbo llorar. Al menos, hasta que esté en lugar seguro.

Me tengo que marchar.

No soporto verle. Por más que lo intente no puedo disimular y hacer como que no me afecta.

¡Mierda!

Golpeo el lavabo con las manos.

Aprieto los labios. Me miro en el espejo una última vez y respiro profundamente antes de salir del servicio.

 

Sigue ahí sentado. Como si nada.

Bien.

 

Les  explico a mis amigas apresuradamente que me tengo que marchar porque he olvidado que tengo otro compromiso.

Les dejo el dinero de mi consumición y prometo que hablaremos estos días para volver a vernos con más tiempo.

 

Paso lo más rápido que puedo por su lado mirando mi móvil como si leyera algo tremendamente interesante.

Pero soy tan estúpida que alzo la mirada y nuestros ojos se encuentran.

Y aunque intento hacer como si nada, sé que me ha visto. Que me ha reconocido pese a que ahora llevo el pelo largo y con flequillo.

- ¿Mara?

Oigo su voz detrás de mí pero le ignoro y salgo por la puerta.

Tengo ganas de correr pero me lo impido.

No quedes como una loca, me digo a mí misma.

Cruzo la calle sin apenas mirar y giro a la derecha en busca de mi coche.

Entonces algo, o mñas bien alguien, me agarra de la muñeca y me hace parar y girarme.

 

Estamos cara a cara.

El silencio es corto pero insostenible. 

Al menos para mí.

Todo nuestro pasado se me echa encima y me aplasta.

él me sonríe.

- Hola Mara. ¿Qué tal?

Sus ojos me escrutan.

Está analizando mi rostro y mis gestos.

Siempre me ha sabido calar.

- Bien.- Miento

- Se te ve bien.

- Gracias- Intento hacer un amago de media sonrisa.

- Estás... diferente.

- El flequillo tal vez.

El niega con la cabeza.

- Es algo más.

- Ya... bueno el tiempo pasa.

- Y que lo digas.- Sonríe.

¡Mierda! Su sonrisa siempre ha sido una mis debilidades. Y ya van dos sonrisas.

 

- Me tengo que ir.- Digo de repente,

- ¿Ésta vez te quedas más tiempo?

¿Cómo sabe el tiempo que he estado antes?

- Sí.

- Podríamos tomar algo juntos y ponernos al día.

- No creo que sea buena idea.- consigo articular.

- ¿Por qué?

¿Por qué? Pienso. 

Me muerdo el carrillo derecho. intento no decirlo pero mi orgullo herido y mi rencor salen a relucir:

- Porque me rompiste el corazón.

Lo digo más alto de lo que pretendía. Querría añadir imbécil al final de la frase pero considero que bastante he dicho ya.

 

Ahora el silencio, la tensión e incomodidad sí que se puede cortar con un cuchillo.

 

Mis ojos se inundan y no puedo evitarlo.

Intento replegarlas sin éxito. Pero es que, joder, me rompió en tantos pedacitos que aún me sigo buscando.

 

Cuando me voy a girar para marcharme, noto que su mano aún rodea mi muñeca.

Doy un tirón y me suelto.

Y su mano se queda a medio camino entre su cuerpo y el mío.

Así, como él. Siempre a medias.

Sin terminar de entregarse. Sin decir lo que siente. Pensando que el silencio todo lo arregla. Que huir le serviría.

Aunque, puede que a él sí.

Yo aunque huya, me sigue persiguiendo.

Y más cuando tengo que volver a esta mierda de pueblo que siempre he detestado para ver a mi familia y a mis amigos.

Me doy media vuelta y comienzo a caminar cuando él grita:

- Aún pienso en ti, Mara.

Me hielo por dentro. Cierro los ojos un momento. Me giro el tiempo suficiente para decirle:

- Enhorabuena, capullo.

Ya somos dos, añado mentalmente.

Y aunque las lágrimas empiezan a caer la sonrisa asoma a mis labios. Le he llamado capullo y me ha sentado fenomenal.

Me quedan 10 días por aquí. 

Espero poder evitarle.

Aunque no creo que sea posible ahora que sabe que estoy aquí.

Disfruta torturándome. Así que, estoy jodida.

 

 

Recordar que podéis leer más historias mías en: Enmimundoperdida.blogspot.com 

Gracias por leer y por los comentarios que dejáis en mis escritos.

Un beso, 

Ontanaya


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed