Monólogos felinos a las finas hierbas: de mi verdadero nombre

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Tengo que confesar algo que supongo que sospechabais; sí, he mentido. Sé que juré no hacerlo pero es que me he visto obligado. Ya de entrada le preguntan a uno el nombre y qué voy a hacer yo si el mío es horroroso, pues mentir como un bellaco que es lo que se estila en casos como el presente.

Habrá quien piense que soy un puñetero exagerado, que no será para tanto… y patatín y patatán. Pues que sepan que gracias a Dios ( al gran Dios Gato, por supuesto) cuando nací no existían los registros para felinos de tal forma que, al menos, he podido vivir sin llevar colgada al pescuezo una chapa de esas tan ilustrativas que más parecen un DNI que un simple colgante identificativo (con forma de carita de gato ¡¡que original, tú!!). En mi época a los gatos se nos dejaba tranquilos y no nos molestaban con tanta chorrada del censo. Tremenda manía les ha entrado a los humanos de un tiempo a esta parte de tenernos localizados, contados y recontados. ¡¿Por qué ese afán?... si aún somos minoría! Ni que nos tuvieran miedo.

Ahora con lo del registro me querían comprar una chapita de esas tan cursi para grabar mis datos. Gracias a Dios (repito, al de los gatos) el colgante era demasiado pequeño y entre que hacía todo lo posible por quitármelo tan deprisa como fuera posible (último record 3 segundos con 2 décimas) y que el nombre completo de un servidor, a saber, Leonardo Alejandro Liborio McQuenzie O´Cooner, no cabía ni de broma, decidieron liberarme de aquel suplicio. Por eso comprendo a los humanos con corbata. Es lógico que estén colorados. ¡Compañeros liberaos! ¡Dejad que la sangre vuelva a alimentar vuestros cerebros chuchurridos!

El caso es que también intentaron la vaina esa del chip que, por lo que sé, es como la chapa de antes sólo que han escrito en ella toda tu vida y milagros muy chiquitito y, después de tanto trabajo ¿qué se les ocurre?, pues ni más ni menos que hacerte un agujero y te la meten debajo de la piel. ¡¡Toma ya!, ¡si cuando yo digo que a los humanos les falta un hervor…!. Y eso no es todo, no contentos con esconder toda esa información con métodos propios de Torquemada resulta que cada vez que vas al veterinario (demasiadas para el gusto de cualquier gato decente) te agarran del pescuezo, te arriman a una pistolita y la muy…. Se pone a largar como una loca: “Nombre: fulanito de tal. Propietarios: Menganito. Enfermedades padecidas: Tales y cuales…”. Así que tanto empeño en ocultar tanta información y a nadie se le ha ocurrido romper la dichosa pistolita. ¡Si es que…!.

Tienen que estar de acuerdo conmigo en que los humanos son de tontos pá arriba porque ese tipo de chorradas no se le ocurre a nadie que tenga al menos un par de neuronas medianamente útiles.

El caso es que me escapé de la chapita y del chip pero no he podido evitar (aunque lo he intentado) figurar como el socio nº 368.572 en el club Criscries con mi nombre completo (que todo hay que decirlo, casi da la vuelta a la tarjeta). Puñetero marketing, lo que no hacen por las leyes de inmigración lo hacen por una muestra de “Nuestros nuevos aperitivos para el gato gourmet”. ¡Qué asco!

Está claro que por mucho que uno corre lo único que pasan son las baldosas porque los problemas se te suben a la chepa y no te dejan nunca. He dicho.

 

 


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