EL REGALO A MIS SENTIDOS / 2 Parte

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Nos presentamos, contando breve y minuciosamente nuestras vidas, silenciando los dos parte de ellas, las cuales no venían al caso en aquel momento, él empezó llamándome señora, calificativo que me molesto en un principio, pero que luego acepte honrosamente, así no dejaría al descubierto mi verdadera identidad al oído del gentío, si llegábamos a salir de aquella habitación, puesto que él se tomaba muy en serio su cometido, pensaba yo... comenzando a desvestirse... pero no para el fin en el que yo pensaba.

 

Me propuso un plan de noche para no despreciar, bajar a cenar al salón del hotel, ir de copas luego, a una bahía cercana donde se bailaba hasta el amanecer sin olvidar los postres que el mismo nombro al terminar de explicar el itinerario festivo que acababa de describirme y que mientras lo hacía, se vestía con una camisa blanca que destacaba por el tono de su piel negra como el azabache, abriendo el bolsillo pequeño de la mochila donde portaba aquella poca ropa, saco un frasco de perfume para hombre no muy grande, era evidente que no mancharía su impecable ropa, ya que lo esparció por encima de ella sin ningún temor, haciéndome participe de su aroma, el cual me transportaba a un paraíso terrenal.

 

Mientras yo observaba cada milímetro de su cuerpo desde la cabeza hasta los pies, su pelo el que se intuía negro en la cabeza, como en su rostro con barba rasurada, el pantalón negro por debajo de la rodilla, que dejaba ver unas sandalias también negras, apreciándose unos anchos y firmes pies que soportaban aquel monumental cuerpo.

 

Yo me puse un vestido estampado de gasa, sus hechuras sueltas disimulaba muy bien el peso que con los años y mi descuido voluntario habían hecho mella en mi cuerpo, esa fue mi decisión al ver su indumentaria perfecta pero informal que mi joven pareja llevaba, el pelo suelto y liso daba a mi aspecto un toque juvenil, el que él me repetía detrás de mi y frente al espejo, diciéndome que me sentaba tan bien, cuando su torso rozaba mi espalda, haciendo que mis palpitaciones estallasen como un castillo de fuegos artificiales en aquel momento, si eso pasaba entonces, que ocurriría cuando nuestros cuerpos se encontrasen desnudos en aquella cama; La cual dejamos bastante desordenada para salir a una noche desinhibida de perjuicios.

Sonriendo los dos salimos de aquella habitación que sería testigo mudo de mi primera noche de amor libre pero consciente de lo estaba viviendo.

Todas las horas posteriores fueron una perfecta armonía de cumplidos por su parte hacia mi persona, haciéndome creer en mi misma, cuando lucía con mi compañía delante de los demás, sin que importase nuestra diferencia de edad y por consecuencia la que me hacía a mi la señora. La cena perfecta, el baile con sus correspondientes copas genial, todo controlado por su parte ya que era para lo que le había pagado, para que me hiciese disfrutar y sin dudarlo aposte por ello, quería que al terminar el fin de semana pudiera quedar en mi recuerdo aquel regalo que yo misma le hacía a mi propia persona. Aquel capricho me costaba una cuantiá importante, viendo el Mercedes descapotable ultimo modelo que nos transporto por aquella ciudad toda la noche, comprendí que había acertado en la elección sin importarme su coste.

¿Una ultima copa? me preguntó al llegar al hotel, recomendando que aquella la tomaríamos en la suite, pidió al servicio de habitaciones que la subiese, yo acataba todas sus ideas dejándome llevar, quería que dispusieran de mi voluntad, aunque solo fuese por una noche, tomamos el ascensor y él mismo abrió la alcoba que me haría renacer como mujer.

Comenzó recogiendo su mochila e introduciendo en ella la ropa que llevaba cuando vino, dejándola preparada como si al terminar su labor debiera de salir huyendo de aquel escenario, me desvestí en el baño, cuando salí de el con pudorosa angustia le encontré desnudo, ofreciéndome con su brazo extendido y mostrándome ya limpia la cama, las piernas no me respondían, tenía miedo de no estar a su altura, de no acordarme de como se amaba, me pasó aquel mismo brazo por la cintura, acercándome despacio a él, mis brazos estaban cruzados igual que se cruzaban las dos partes del albornoz que llevaba puesto, ocultando con ellos mis pechos y vientre descolgados como eran los míos, los de una señora de cuatro décadas.

Sin forzarme, con mucha delicadeza el descruzó aquellos rígidos brazos que escondían mi cuerpo, dejando al descubierto mi figura que ya no era la de los veinte, pero que el tiempo no había marchitado su sensualidad, besó cada trozo de mi piel haciéndola reaccionar con sus labios, cuando pude abrir los ojos descubrí la mentira que hay detrás de las habladurías del tamaño de los atributos masculinos, pero no me importo ni lo más mínimo, todo iba por buen camino yo estaba sintiendo placer y esta vez no era yo quien me lo proporcionaba.

Estaba viva me di cuenta de ello cuando tomé yo las riendas del juego, no me importaba ni la grasa que las dietas no habían conseguido quitar, cuando recorría su cuerpo acariciándolo él sentía de igual modo que otro también había sentido y reaccionaba igual al tacto de mis manos, al hacer el amor aquella noche con él me di cuenta que la experiencia es un grado independientemente de la edad que uno tenga.

Mi regalo me lo hizo comprender, él con su juventud me brindó la oportunidad para que me convenciera de ello, que mi madurez no me había relevado a un segundo plano, sentía, vibraba y como no, experimentaba de nuevo todas las mieles del sexo con aquel joven, dejaría de preocuparme por mis años y pudiera ser que muy pronto volviera a concederles la oportunidad de otro regalo, otro como aquel mismo que dio sentido a mi vida.

 

©Adelina GN

 


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