Mil y una maneras de morir

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Granja Methvin. 03:19 horas

–Cariño. ¿Estás despierto?
–Mmmmmmmm...
–He tenido una pesadilla.
–Mmmm... Sí, princesa. Estoy despierto...
»¿Qué decías?
–Te decía, tontorrón, que he tenido una pesadilla. He soñado que era Juana de Arco.
–¿Y quién es la tal... Juana? Suena a que no es de por aquí.
–«Era», cariño. Murió hace mucho tiempo.
»Juana de Arco fue una guerrera. Francesa, creo. La quemaron en la hoguera.
–¿Y eso por qué?
–La verdad es que no lo sé. Pero hace muy poco que la hicieron santa.
»Me lo contó el profesor Hall cuando trabajaba de camarera en Marco’s Cafe.
–¿Entonces has soñado que eras una santa francesa muy antigua a la que queman en la hoguera?
–Exacto.
–¡Pues vaya noche más movidita has tenido, preciosa!
–Y tanto. Pero lo más sorprendente es que hace unos días soñé que era una pasajera del Titanic que moría ahogada. Y hará menos de un mes fui un miembro de la banda de Jesse James al que ahorcan, aunque en esa ocasión me parecía a ti, cariño, orejotas incluidas.
»Dicen que existen mil maneras de morir, y yo las estoy viviendo una por una en mis sueños.
–Yo sólo conozco las más vulgares. Vejez, enfermedad o sobredosis de plomo, y de ésta última soy todo un experto; quién se interpone en nuestro camino se arriesga a no contarlo.
–Lo sé, cariño; tu fuerza siempre nos sacará de cualquier peligro. Pero no puedo dejar de preocuparme.
»Creo que el tiempo se nos agota, amor.
–No sufras, princesa. Estoy seguro de que morirás rodeada de hijos y nietos, con tu lindo cabello del color del maíz pintado de plata.
»Para entonces, yo llevaré ya mucho tiempo criando malvas.
–¡Eso ni en broma! ¡¿Me estás escuchando?! No se te ocurra irte sin mí. El día que dejes de respirar será también el último que yo pase con vida. Acuérdate de mi poema:

Algún día se irán a pique juntos
y juntos descansarán sus cuerpos para siempre.
Habrá unos pocos afligidos,
para la ley será un alivio,
pero para Bonnie & Clyde será la muerte.

–Por amor… Esa podría ser tu manera mil y una de morir.
»Te quiero, Bonnie Parker.
–Y yo a ti, Clyde Barrow.

Carretera secundaria cerca de Gibsland, Louisiana. 09:10 horas

–¿Está bueno el sándwich, Bonnie?
–Delicioso.
–También tenían mortadela frita, hamburguesas y unos BLT que tenían una pinta estupenda.
–No te preocupes, cariño; está buenísimo. Toma un bocado.
–Mmmm… Pues sí. Realmente jugoso.
»Por cierto, con el vestido rojo estás preciosa.
–Sabía que te gustaría.
–...
–Cariño…
–¿Sí…?
–En el mapa veo que esta carretera nos lleva a un punto donde podrían prepararnos una emboscada.
–No tienes de qué preocuparte. Los pies planos no nos siguen.
–Si estás tan seguro… ¡¡CLYDE!!

* * *

A las 9:15 del 23 de mayo de 1934, el Ford V-8 en el que viajaban Clyde Barrow y Bonnie Parker fue acribillado por una lluvia de balas. Los agentes de la Ley llevaban dos días apostados en el camino, sufriendo el calor abrasador del día, las picaduras de los insectos y la locura de la espera. Cuando el V-8 se puso a tiro, el grupo ejecutor descerrajó sobre el vehículo buena parte de la munición que portaba, recibiendo los cuerpos de la pareja más de cincuenta impactos.
Asesinos sin escrúpulos para unos, reflejo de una época turbulenta de la historia americana para otros,... Jóvenes enamorados ante todo y contra todos, la leyenda de Bonnie & Clyde no hizo más que despegar aquella sangrienta mañana de mayo.

B.A.: 2.016


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